Intensa, melancólica y desgraciadamente actual, son solo pequeños retazos de la fuerza que en sí misma tiene la prosa de Thomas
Wolfe. Sus palabras, sus frases, sus párrafos, las imágenes que nos
proponen y los sueños que engendran son un evocador retrato de la pérdida de
los sueños, porque por encima del drama de la codicia tan presente en la
novela, a través de su lectura asistimos también a esa otra pátina que atesora
el ser humano, la del poder de los sueños. Atrapar el pasado y con él parte de
nuestra vida se convierte para John, protagonista de Especulación, en el fin
más importante de su existencia. Recordar su pasado es encontrase a sí mismo,
pues con ello, podrá afrontar mejor su futuro. Nada más evocador que un tren,
su silbido, el humo de la locomotora o ese travelling infinito a lo largo del
vasto territorio de los EE.UU., para sentir, y hacernos sentir, que la vida
pasa rápidamente y que necesitamos de los recuerdos para seguir viviendo. Sin
embargo, no hay una mayor pesadilla que despertase y enfrentarnos a un mundo
sin recuerdos, que es justo lo que le ocurre a John, protagonista y narrador omnisciente
de la historia que se nos narra en Especulación, porque la banal excusa
del progreso basado en la especulación urbanística que llena de dinero los
bolsillos de unos cuantos (efímera y falsa felicidad) no es suficiente para
convocarnos entorno al progreso, pues ese arma de doble filo, borra del perfil
de nuestra memoria las imágenes de nuestros recuerdos, esas que necesitamos
para de vez en cuando acunar a nuestros sueños. ¿Y ante esa locura colectiva
qué podemos hacer?, cabría preguntarse. Desgraciadamente nada, pues un hombre
solo no puede derrotar a toda una ciudad y a ese sentimiento tan mezquino que
la arrogancia de la codicia. No hay nada más triste que comprobar que los
comportamientos de los seres humanos se repiten cíclicamente sin la aparente
posibilidad del aprendizaje de los errores pasados. De ahí, que la única solución
sea coger de nuevo el tren para que nos lleve a otras ciudades y a otros
lugares, donde la luz que nos ilumine sea la de un farol que alumbra de una
forma tenue la calle, para de esa manera, hacernos creer que estamos en el
lugar adecuado; ese lugar en el que de vez en cuando necesitamos perdernos para
reconocernos a nosotros mismos.
Especulación apenas llega
a ser una novela corta o si se quiere un relato corto extenso, pero su valor es
tan incuestionable, que un solo capítulo de la misma ya valdría para guardarlo
en el cajón que reservamos para los recuerdos que nos acompañarán el resto de
nuestras vidas. Thomas Wolfe consigue enredarnos de una forma prodigiosa en esa
capa de ensoñación como nadie más que él sabe hacer, pues aparte de la intensidad
de sus ensoñaciones, nos las sirve con dulzura, y nos hace pensar que el
verdadero valor de la vida es el de los sueños. Lean y vuelvan a releer los dos
primeros y los dos últimos capítulos de esta joya literaria, y sabrán reconocer
lo que les digo. Y si Thomas Wolfe nos ha hecho caer
rendidos ante su prodigiosa prosa, Periférica nos ha reconciliado de
nuevo con la gran literatura. Sí, porque con ese gusto tan singular que tienen
sus editores (Julián Rodríguez y Paca Flores) a la hora de rescatar
autores y obras perdidas en las cloacas del tiempo, nos hacen partícipes de esa
gran máquina de la felicidad que es la buena literatura, y Especulación es eso y
mucho más, sí, pero sobre todo, un evocador retrato de la pérdida de los
sueños.
Ángel Silvelo Gabriel.
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