martes, 18 de julio de 2023

ÁNGEL SILVELO, LOS DIOSES PERDIDOS (PREMIO JOSÉ MARÍA PEREDA DE NOVELA CORTA 2022): A LA VENTA EN LIBRERÍAS Y PLATAFORMAS DIGITALES



Luis, el protagonista de Los dioses perdidos se encuentra atrapado por un pasado que nunca imaginó que existiera en su familia. De ahí, que busque un futuro sin recuerdos y sin la perversa necesidad de mirar atrás, porque como decía Saramago al modo de un innato explorador: la tierra espera. Lo que él no sabe, y tardará en descubrirlo, es que la verdad, aquella que él ansía encontrar, reposa más allá de lo obvio. Decía Pessoa que la vida es un «teatro de máscaras» cuyos «moldes de realidad» conforman «el álgebra del misterio». Un misterio en el que se embarcará nuestro protagonista para desentrañar el oscuro devenir de la existencia de su abuelo de la mano del poeta portugués Fernando Pessoa y de la inmensidad de su vida interior y de su obra. Llegar al alma de Pessoa es complicado, porque su universo es un conjunto de sombras y fantasmas que no dejan huellas en el camino. Luis enseguida se da cuenta de ello y sabe que tiene que adivinarle más allá de la línea de lo obvio, entre las luces y las sombras de sus paradojas, a lo largo y ancho de las múltiples voces de sus heterónimos y en la reinterpretación de los ismos que inventó y con los que situó a Portugal en el mapa europeo de la cultura. No es extraño, entonces, que esta novela sea un collage espontáneo de palabras y frases, dudas y sentencias, donde Pessoa emerge en la vida de Luis sin necesidad pensarlo, como si todo a su alrededor fuese un mundo conformado de marionetas en la mano del tiempo. «Una geometría del abismo», así lo definió él. «Mi destino pertenece a otra Ley […] y está cada vez más supeditado a la obediencia a Maestros que no condescienden ni perdonan.» Esos Maestros, en este caso, son los que conforman los dioses perdidos que dan título a esta novela; una metáfora con la que su autor, Ángel Silvelo, escenifica la posibilidad de conjugar la palabra DIGNIDAD como el hallazgo vital que nos permita seguir adelante. 

Ahora que la sociedad ha renunciado al poder de las palabras, Los dioses perdidos nos permite revisar ese proceso destructivo que supone el final de una época. La historia que se nos narra trata de ser el eco de una metáfora que no para de dar vueltas dentro de nuestra cabeza y nos posibilita volver a tener esperanza en aquello que de verdad importa. En este sentido, la metaliteratura es el cauce elegido por el autor para mostrarnos que, aunque sea imposible, merece la pena intentar atrapar la luz con tan sólo cerrar nuestra mano. Un deseo imposible, como en muchas ocasiones es imposible el amor o la renuncia a la tiranía del móvil y las redes sociales. Ese último resquicio, a través del que avistamos la esperanza, en la novela se transforma en un espacio donde se concitan pensamientos, ocurrencias, paradojas, poemas y un falso diario con el que nos vamos tropezando acompañados por Pessoa y la sensibilidad extrema de aquel que nació adelantado a su tiempo y se sintió extraño en su entorno y dentro de sí mismo. 

Los dioses perdidos es un falso diario que, en muchas ocasiones, utiliza palabras tales como: alma, esencia, vida, sombra, fantasma, reflejo, espejo…, pero en el que también están presentes el amor y Lisboa; una encrucijada, contradictoria e imprescindible a la vez, en la que gracias a Pessoa podemos divisar la línea del horizonte y pensar que otra vida es posible.

ENLACE A LA NOTICIA: Ángel Silvelo, Mar Sancho y Rosario Díaz ganan los premios de novela corta, poesía y cuentos de Cantabria (europapress.es)


lunes, 17 de julio de 2023

MILAN KUNDERA (1929-2023): LA COSMOLOGÍA QUE DIVIDE A LA FANTASÍA Y EL AMOR

 


Si como dicen, el amor es el gran motor que mueve el mundo, la fantasía sería el gran sustento que precisa ese amor para sobrevivir. Desde esa extrañeza que hay entre lo vivido y lo soñado, podríamos decir que Kundera, a través de la importancia que durante toda su carrera literario dio tanto al sentido del humor como a su particular concepción musical presente en sus trabajos, forjó un emblema que parte de una compleja técnica narrativa que va desde una aparten sencillez a una compleja búsqueda por descifrar el alma humana. Alma recortada por sus acontecimientos biográficos de los que intentó huir, pues hizo de su análisis particular un continuo ensayo sobre la vida de Occidente de la segunda parte del siglo XX. Esa búsqueda y las decepciones que la acarrearon le hicieron desconfiado, lo que a nivel de su vida y su obra le llevó a no conceder entrevistas ni a consentir que le tradujeran sus propias obras (lo que sólo consiguió en parte). Ciudadano sin patria, a la que le condenó el comunismo, buscó en París ese lugar desde donde poder seguir escribiendo y reflexionando desde un anonimato plagado de éxitos literarios y reconocimientos que, con el paso del tiempo le fueron llegando sin que por ello la Academia Sueca le concediese el Nobel de Literatura, a pesar de las veces que se le propuso. De ese desarraigo físico y literario arranca lo que podríamos denominar como la cosmología que divide a la fantasía y el amor, pues esas podrían ser dos de las premisas de las que parte Milan Kundera a la hora de plantearnos el conflicto entre los personajes de sus novelas. A las que cabría unir la necesidad del hallazgo no encontrado. Sin embargo, la ambición del narrador va más allá y transita sobre la realidad y la ficción, el espejo y su imagen como herramientas o artilugios que le sirven al autor para hacernos pensar sobre nuestra vida real y aquella que soñamos, y así de paso, llevarnos a su terreno; un campo de batalla que representa muy bien esta frase del propio autor: «Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca». En este sentido, siempre hay alguien que en tono jocoso nos recuerda: “ten cuidado con lo que deseas porque corres el peligro de que se haga realidad”, y esa es la terrible tragedia de los deseos cumplidos en la que acaban sumidos sus protagonistas que, en su vertiente femenina, viene plasmadas en personajes de mujeres poderosas, enigmáticas y duales, como duales son sus acciones y sus pensamientos, sus sentencias declaradas y sus deseos no confesos. A lo largo de nuestra vida nos pasamos anhelando cosas materiales, deseos, experiencias, sentimientos, pero nos suele ocurrir que, cada vez que éstos se hacen realidad, no nos satisfacen como habíamos previsto. Quizá, porque deseo y realidad nunca se corresponden al cien por cien. Ese enigma que navega en el mundo de los deseos y la ruptura, sin embargo, no va a aceptar el momento que éstos se convierten en realidad. De ahí, que el amante que trata de complacer y demostrarle su amor infinito y eterno, al otro, también sea víctima de sus propios deseos. Complacer nunca resulta fácil y menos en la figura de una mujer que, cuando ya lo ha perdido todo, no necesita buscar, sino sentir. Libre de ataduras reales necesita encontrarlas en las encrucijadas de sus pensamientos, que rebotan en su vida de una forma distinta y desfigurada como el reflejo de su propio cuerpo en un espejo, idéntico pero no igual. Entonces, es cuando esa mujer no se reconoce a sí misma en sus actos, como nosotros tampoco nos reconocemos delante de nuestros particulares espejos, que cada vez más, se empecinan en devolvernos nuestra propia imagen deformada y con más aristas. Las experiencias que conllevan el paso del tiempo son esas huellas que no vemos reflejadas en ninguna parte, salvo en el alma, pero que sin duda están ahí, dentro de nosotros mismos en forma de accidentes vitales. 

Milan Kundera enfrenta el concepto de amor como identidad del otro, lo que nos lleva a mimetizarnos con él y a diluirnos en su esencia. Esa necesidad de amar y ser amado se transfigura en la unión física y espiritual del cuerpo y el alma. Amar para perderse en el fondo de la persona amada. Amar para no tener que revisar nuestro pasado y simplemente cargar con él. La técnica narrativa que emplea Milan Kundera para, hacernos ver la experiencia identitaria de una misma experiencia, es sumamente sencilla, pero acertada a la vez, pues en una misma escena, primero nos la narra el escritor a través de un personaje (desde la lejanía de la tercera persona), e hilando una frase o un pensamiento, la traslada al otro, en capítulos cortos y encadenados que, como los pensamientos, se van solapando en múltiples flashback mentales. En ese rico universo de los pensamientos muchas veces no expresados, reside otro de los puntos fuertes de su narrativa que, poco a poco va creciendo en intensidad, hasta acabar en un ejercicio narrativo onírico y caprichoso con el que el autor nos quiere dejar pensando, pues el amor como gran motor que mueve el mundo, para Milan Kundera, es un magnífico espacio para la reflexión.  

El escritor checo Milan Kundera falleció el pasado 11 de julio de 2023,a los 94 años de edad, en París, donde residía desde 1975. 

Ángel Silvelo Gabriel.

miércoles, 5 de julio de 2023

MANUEL MOYA OPINA ACERCA DE LA NOVELA LOS DIOSES PERDIDOS DE ÁNGEL SILVELO, PREMIO JOSÉ MARÍA PEREDA DE NOVELA CORTA 2022

 


No imagino mejor comienzo que este para mi novela, Los dioses perdidos, sobre todo, porque viene de la mano del escritor Manuel Moya, traductor y estudioso de la obra de Fernando Pessoa, y el mayor experto que a día de hoy existe en España sobre su vida y su obra. A lo que hay que añadir, que recientemente ha publicado la novela Lluvia oblícua, en la que recrea los últimos días de la vida del poeta, así como la extensa y pormenorizada biografía El hombre de los sueños, donde pone en valor muchos de los aspectos más desconocidos de Pessoa, y en la que la mismo tiempo, desmonta alguno de los falsos mitos acerca de su obra personal y literaria, como es por ejemplo, la llamada noche triunfal del 8 de marzo donde alumbra por primera vez a sus heterónimos más importantes. Gracias, Manuel, por tu buena acogida hacia la novela.

«Ayer por fin acabé Los dioses perdidos […] me puse a leer frenéticamente esta novela magnífica, en la que hay una biografía fragmentada y encubierta de Pessoa en una lectura que me parece apasionante. Muy bien urdido ese doble juego del abuelo torero/Pessoa. Realmente es una historia fascinante, la de esa búsqueda de la identidad y de los ocultamientos por parte de su protagonista, con todo ese cruce de identidades entre los personajes, el torero y el otro torero lisboeta, Fernando Pessoa. Una novela deliciosa, muy muy bien escrita, con el tempo justo para ir asimilándola y con la intriga suficiente como para estar en vilo. Una gran novela, un Pessoa realmente ajustado, salvo quizás lo del 8 de marzo, pero esa es la tradición, esa es la leyenda, por lo que está perfectísimamente puesto en la novela. Hay además una comprensión profunda de Fernando Pessoa que muy muy pocos poseen. Gracias por escribir esta pequeña joya [...] esta novela está sin duda a la cabeza de cuantas novelas pessoanas —y ya van unas cuantas— existen […] Me ha gustado el tono, las citas muy bien imbricadas, los personajes, en fin, me lo he pasado en grande».

Manuel Moya