1.- MANUEL MOYA, LLUVIA
OBLICUA: EL PODER DE LO IMPOSIBLE QUE SE ENCUENTRA SUMERGIDO EN EL MUNDO DE LAS
SOMBRAS
¿Existe el poder de lo imposible?
Aquel que se aferra a nuestras vidas de una forma tan caprichosa como delatora.
Ese poder que se transfiere de los muertos a los vivos y nos mantiene en una
continua tensión bajo un abrazo imaginario que, sin embargo, da cuerpo a todo
aquello que de trascendente o universal tiene lo que en verdad importa. ¿Qué es
lo que en verdad importa, la vida o el sueño? Soñar que sueño como diría Pessoa
aferrado a la lluvia infinita que gobernó su vida y parte de su obra. Lluvia
oblicua que se encargó de desdibujar su semblante y su figura hasta convertirlo
en sombra. Sombra de sombras en la que se erigió como el dios perdido de una
ópera trágica y oscura. Lírica y patriótica. Esotérica y nómada. Así, como un
extraño dentro sí mismo habitó su vida; un puro teatro de voces en el cada una
de ellas surgía como el poder de lo imposible que se encuentra sumergido en el
mundo de las sombras. Sombras hechas voces. Y voces convertidas en poesía. El
hombre que caminaba sin pisar el suelo fue el paradigma de la derrota; una
derrota que, sin embargo, siempre nos habla de la dignidad del fracaso: «Los
jóvenes me aprecian simplemente porque he fracasado. Todos los jóvenes del
mundo andan fascinados por la derrota. Todos buscan el ejemplo del fracasado.
Si por ellos fuera, pondrían estatuas del fracaso en todos los parques. Son
jóvenes y por tanto disculpables. Un poeta está realmente jodido cuando en vez
del fracaso, que es su estado natural, piensa en el éxito. Entonces ya está
muerto, porque el éxito y el fracaso no son más que dos equívocos, dos
ficciones sin valor. Éxito y fracaso son la misma cosa: nada. Solo que quien
consigue el éxito no puede ya ignorar de qué clase de insustancial materia está
hecho el éxito. Del fracaso se sale, del éxito no.»
2.- IRÈNE NÉMIROVSKY, LA VIDA
DE CHÉJOV: EL ARTE QUE SE ALZA SOBRE LA VIDA
La vida, en ocasiones, se asemeja
a un junco. Un junco que se mueve al ritmo que el viento le marca. Un junco que
permanece aterido bajo la nieve en invierno y seco en verano. Ese junco, a
través de su movimiento, es capaz de componer una melodía. Una música de los
días y las noches. De los silencios y penurias. De los rayos del sol que le
enarbolan como el símbolo de la tenacidad de aquel que nunca se vence. Del
ejemplo de la sobriedad sobre la belleza que acapara el resto del mundo. El
junco y su soledad son como una marca que marcha indisoluble a nuestra piel.
Una marca que no se ve, pero que siempre está ahí, con nosotros. De este modo,
esa lucha del hombre contra el mundo, en el caso de Chéjov, bien podría
representar el arte que se alza sobre la vida. Desde su infancia en Taganrog
hasta la última etapa de su vida en Yalta, el escritor ruso supo convivir con
el ruido de la existencia ajena y refugiarse en un postergado e imaginario
jardín en el que nadie pudiera molestarle, y desde allí, primero escribir para
sobrevivir, y después, construir su obra dramática con las escasas fuerzas que
su discurrir vital le había dejado y la tuberculosis, cada vez más agresiva, le
iba permitiendo. El caso de Chéjov, y su temprana muerte, siempre nos dejará
con la incógnita de hasta dónde hubiese llegado la grandeza de su obra, de por sí
gigantesca. Una circunstancia que comparte, entre otros, con los poetas
británicos Keats, Byron o Shelley, o con el Premio Nobel de Literatura Albert
Camus, o con el poeta portugués Fernando Pessoa, y por qué no, con la autora
—Irène Némirovsky— de esta exquisita biografía novelada, sensible en ocasiones
y cercana siempre al hombre y su obra. Una biografía que se asemeja a esa luz
de la tarde que antecede a la noche y se cuela por las ventanas de nuestra casa
al final del verano. Una luz tenue, lánguida que apenas roza los límites de las
paredes de la habitación en la que nos encontramos. Así resurge la vida de
Chéjov en las manos de Némirovsky. Pulcra y emotiva, para de ese modo, dejar fe
de una existencia donde las puntiagudas aristas de la vida tienen la capacidad
de seducción del reflejo del sol los últimos días del verano. Luz amortiguada
por la sinuosidad de los acontecimientos de este hijo de tendero, donde los
suaves detalles, insignificantes para la mayoría, aquí adquieren, gracias a la
maestría de Némirovsky, el designio turbulento de las vidas marcadas por la
soledad.
3.- ALICE MUNRO, DEMASIADA
FELICIDAD: LA CRUEL SOLEDAD DEL DIFERENTE
Soledad. Soledad como la fuerza
que nos somete a lo largo de la vida. Soledad que no desaparece con la muerte.
Esos reflejos interiores que nunca llegan a atisbarse en un mundo hostil y
primitivo. Reflejos alejados de todo aquello que lleve la marca de la
felicidad. Entonces, ¿qué representa ese efímero trasunto que deviene en
demasiada felicidad? Esa demasiada felicidad que Munro nos presenta en esta
colección de relatos es un mero deseo. Aquel que siempre anhelamos. Aquel con
el que soñamos de una forma obsesiva. Aquel que no es real. En este caso, como
ocurre en la obra de la escritora canadiense, las aguas subterráneas por las
que fluyen sus relatos no dejan de correr por su mente. Por sus historias. Por
sus vísceras. Aguas que salen a la luz en narraciones afincadas en una realidad
muchas veces hostil y que huyen de ella asociadas a la indiferencia. Vidas
anónimas que también necesitan de algo de cariño. Un cariño que parece que
nunca encuentran, porque Munro indaga en los secretos que mueven nuestras vidas
y en las atrocidades que éstos engendran. El resultado de todo ello convierte a
sus personajes en seres débiles y sensibles que necesitan de ilusiones efímeras
o absurdas que se crean ellos mismos para sobrevivir. La vida, en estos casos,
es un espacio de ausencias, tal y como ocurre en el relato, Dimensiones, que
abre esta recopilación. Ausencias que, sin duda, necesitan aliarse con el
destino, y donde las historias contadas lo son de vidas paralelas que no tienen
nada en común, salvo la soledad. Vidas paralelas que, sin embargo, acaban
uniéndose en un enigmático final —marca de la casa— que nos ofrece la posibilidad
de terminar o reinterpretar lo leído o imaginado. Un azar y sus consecuencias
que está presente en El filo de Wenlock o en Pozos profundos, donde las
historias quedan inacabadas, suspendidas en el aire, en la soledad y en la
búsqueda de uno mismo y el resultado insatisfactorio que eso conlleva. Rastros
de rostros que no acaban de romper con su pasado, porque siempre hay un lugar
al que volver aunque éste sea el equivocado.
4.- GIORGIO BASSANI, EL JARDÍN
DE LOS FINZI-CONTINI: LA DEMOLEDORA MIRADA HACIA UN DULCE Y PÍO PASADO
La naturaleza de esta novela se
incardina en la demoledora mirada hacia un dulce y pío pasado, en el que el
protagonista anónimo de la misma revisa su primer amor fallido de juventud. En
esa sensación de pérdida y decadencia de la burguesía judía italiana que va
dando pasos silenciosos hacia su exterminio sin apenas hacer ruido, es donde
Bassani recrea su hacer literario impregnado de notables descripciones del
entorno o las discusiones —muchas veces políticas— de sus personajes. Unos
personajes que andan perdidos entre el amor frustrado del protagonista, y la
sensación de soledad y engaño que el distanciamiento de la realidad que, casi
todos ellos profesan por mucho que se alcen como defensores del comunismo o de
unan postura más moderada como el socialismo, manifiestan. De ahí, que a lo
largo de sus páginas vayamos desgranando ese universo convulso que tiene
algunas semejanzas con la novela de Arthur R. G. Solmssen, Una princesa en
Berlín; lo que nos ayuda a visualizar, que no a comprender, el horror hacia el
que se encaminaba el mundo tras la finalización del Primera Gran Guerra. A
pesar del trasfondo en el que se desarrolla, estamos ante una novela iniciática
y de aprendizaje, donde de alguna manera trata de imponerse el espíritu del
artista que se vislumbra en el protagonista y su necesidad de búsqueda a través
del arte, la literatura, y cómo no, la poesía. En ese recorrido, Bassani nos
deja muchas muestras de la semblanza artística presente en Italia a principios
del siglo XX. Una visión del arte que fija su objetivo en la soledad e
incomprensión que su protagonista manifiesta contra sí mismo y contra las
corrientes antisemitas bajo el telón del fondo de fascismo y el nazismo, que
él, contrarrestará, a través de la necesidad de búsqueda de una libertad
completa que vaya más allá de las arcaicas estructuras en las que vive y
siente. Romper ese cascarón será, sin duda, su meta. Un camino vital que
recorrerá de una forma lenta, pero al final segura, tras ir consumiendo las
etapas presentes en el desamor y en su afán a la hora de enfrentarse al mundo
lejos de su entorno.
5.- JUAN CLAUDIO DE RAMÓN,
ROMA DESORDENADA LA CIUDAD Y LO DEMÁS: UN PUZLE ERUDITO SOBRE LA CIUDAD ETERNA
Y SU HISTORIA PLAGADO DE ANÉCDOTAS Y LLENO DE VIDA
Ver, sentir, observar, pensar y,
al final, disfrutar de la diferencia de aquello que cada uno percibe como
único, pues única es la forma de experimentar la vida a través de los sentidos.
Ahí, es donde sin duda conectamos con la belleza y su capacidad para cambiarnos
y transformar un viaje en un cúmulo de sensaciones que harán de nosotros algo
distinto. En ese espacio tan pocas veces explorado es donde se esconde la magia
del viaje. Roma y su infinitud. Roma y sus múltiples destellos de arte. De
sonidos. De sorpresas. De miradas en las que buscar aquello que nos hace
diferentes. Roma pitonisa y mágica. Alumbradora y mística. Secreta y
apabullante. Esa es la fotografía caleidoscópica que de la ciudad del Lazio
hace Juan Claudio de Ramón en Roma desordenada la ciudad y los demás, un puzle
erudito sobre la Ciudad Eterna y su historia plagado de anécdotas y lleno de
vida. Un viaje que va desde lo majestuoso a lo cotidiano, aunque más bien
podríamos decirlo al contrario, pues parte de la anécdota vivida o diaria que
va en busca de esa otra historia que está tapada por la tela del tiempo y los
siglos. Expresiones que parten de lo particular en busca de lo genérico,
histórico, artístico, político. También de lo erudito, pues estamos ante
setenta minuciosos relatos cortos que buscan el detalle en una ciudad
inabarcable que funciona como piezas de un puzle que, a medida que leemos,
vamos completando de una forma singular y majestuosa por la ambición de quién
lo escribe y su proyecto, y por lo que se desprende de cada uno de ellos: la
importancia del viaje, de ver, de sentir, de explorar. Al final esta Roma
desordenada es el viaje interior y onírico de un diplomático que ha tenido la
fortuna de pasar cinco años destinado en Roma, y que convierte su estancia en
la ciudad en la senda infinita de aquel que busca y necesita lo imposible:
actuar como un falso dios terrenal que lo tiene todo al alcance de sus pies, y
de la profundidad de su mirada. Si como decía Paul Cézanne: «Ver es pensar»,
Juan Claudio de Ramón nos facilita esa labor en este libro de viajes donde lo
demás lo es todo. El caos y su furia. El ruido y su distorsión. La belleza y la
máxima expresión del arte. La Historia y los seres humanos que la han
construido, y posteriormente destruido y reconstruido. Avanzar por las calles
de Roma es hacerlo por un universo onírico y divertente, fílmico y teatral,
arquitectónico y pictórico, monumental y arqueológico. Piedra tras piedra,
monumento tras monumento, iglesia tras iglesia, nuestra mirada, a través de la
del autor, va enriqueciéndose de sensaciones e imágenes que ya formarán parte
de nuestro imaginario particular y colectivo. Acervo sentimental y lúdico.
6.- PAUL AUSTER, EL PALACIO DE
LA LUNA: LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD A TRAVÉS DEL AZAR
¿Se puede predecir el futuro, o
son las sinergias del azar que en determinadas ocasiones gobiernan nuestro
destino las que en verdad posibilitan que nuestras vidas sean de una forma y no
de otra? A simple vista parece que disponemos de diferentes opciones a la hora
de construir nuestro futuro. El esfuerzo, el trabajo, la dedicación plena a una
actividad en concreto. Todo ello, sin duda, en aras de no facilitar la
dispersión o la incertidumbre. Sin embargo, cuando creemos que lo tenemos todo
controlado surge el azar y lo cambia todo. Esa fuerza, que existe, pero que
casi nunca llegamos a entender muy bien, forja con sus casualidades muchos
aspectos de nuestra existencia, eso sí, saltándose las reglas de toda lógica,
pues nos moldea la vida de una forma imperceptible e invisible, tal y como el
viento diseña la forma de las rocas día a día con el paso del tiempo. Paul
Auster, un escritor que escudriña el azar objetivo, lo sabe muy bien y, tras
una experiencia inexplicable que le ocurrió en su infancia, ha recorrido toda
su vida y obra literaria por una autopista donde el azar o el destino se
encargan, entre otras cosas, de ponerle y ponernos constantemente a prueba. Y,
quizá, más que nunca lo haya hecho cuando ha tratado de buscar su propia
identidad y la de sus personajes, enmarcadas o no, en el juego de las
casualidades.
7.- HILARIO J. RODRÍGUEZ, LAS
DESAPARICIONES: LAS COORDENADAS GEOGRÁFICAS DEL TIEMPO O EL ARTE DE LO
INVISIBLE Y LO INESPERADO
Leer. Pintar. Buscar. Bucear en
las entrañas de la vida y viajar entre las coordenadas geográficas del tiempo.
Allí, donde el arte de lo invisible y lo inesperado toma cuerpo, palabra, obra
y acción. Allí, donde disfrutar del feliz descubrimiento es una invocación a
una nueva vida. Allí, allí, allí… donde anida la materia infinita rodeada de
fantasmas. Así se podría definir al arte y a sus múltiples manifestaciones que
van a caballo, delante o detrás, de las manecillas del tiempo. El tiempo…
espacio geográfico en el que indagar, y a partir de ahí, celebrar, aprender,
enamorarse o rehuir de lo hallado. El tiempo… ese lugar donde se encuentran lo
único y lo múltiple. El espacio en el que se produce el mayor de los milagros:
adivinar lo que se esconde detrás de lo que es puro reflejo o ensoñación,
porque es la materia intangible que nadie ve más que uno mismo—. El tiempo… o
la capacidad de llegar a reaccionar a tiempo ante lo inesperado y de ese modo
reclutarlo hacia nuestro propio bien. De esa incertidumbre nace la tierra
infinita que crece a nuestro alrededor. La tierra que se abona con la lujuria
de los otros. Aquellos que escriben, pintan, o se manifiestan sin otra
intención que la de ser, buscar o encontrarse. Aquí no hablamos del éxito a
gran escala, sino del silencio con el que reparamos nuestras heridas y seguimos
soñando con alcanzar lo inabarcable: el tiempo. El tiempo y sus coordenadas
geográficas se manifiestan en este libro a medio camino entre el ensayo, la
auto-ficción o la novela de investigación, como un todo externo al mundo regido
por las normas más convencionales. Las desapariciones es la magia que se
esconde tras los espectros de un mundo al margen. Un mundo, donde las sombras,
los espejos y las tinieblas son los auténticos protagonistas de un universo
único por distinto, mágico por envolvente, y aterrador por el desasosiego en el
que se sustenta. Gracias a Hilario J. Rodríguez, y su capacidad de abstracción,
nos aproximamos a un espacio donde el tiempo es una grieta de sí mismo. Una
grieta que nos lleva de acá para allá y difumina nuestras buenas intenciones
para obligarnos a explorar nuevos territorios sin brújula y sin ocaso. Las
desapariciones es un viaje atemporal por el mundo del arte y sus múltiples
manifestaciones.
Ángel
Silvelo Gabriel.