¿Existe el poder de lo imposible?
Aquel que se aferra a nuestras vidas de una forma tan caprichosa como delatora.
Ese poder que se transfiere de los muertos a los vivos y nos mantiene en una
continua tensión bajo un abrazo imaginario que, sin embargo, da cuerpo a todo
aquello que de trascendente o universal tiene lo que en verdad importa. ¿Qué es
lo que en verdad importa, la vida o el sueño? Soñar que sueño como diría Pessoa
aferrado a la lluvia infinita que gobernó su vida y parte de su obra. Lluvia
oblicua que se encargó de desdibujar su semblante y su figura hasta convertirlo
en sombra. Sombra de sombras en la que se erigió como el dios perdido de una
ópera trágica y oscura. Lírica y patriótica. Esotérica y nómada. Así, como un
extraño dentro sí mismo habitó su vida; un puro teatro de voces en el cada una
de ellas surgía como el poder de lo imposible que se encuentra sumergido en el
mundo de las sombras. Sombras hechas voces. Y voces convertidas en poesía. El
hombre que caminaba sin pisar el suelo fue el paradigma de la derrota; una
derrota que, sin embargo, siempre nos habla de la dignidad del fracaso: «Los
jóvenes me aprecian simplemente porque he fracasado. Todos los jóvenes del
mundo andan fascinados por la derrota. Todos buscan el ejemplo del fracasado.
Si por ellos fuera, pondrían estatuas del fracaso en todos los parques. Son
jóvenes y por tanto disculpables. Un poeta está realmente jodido cuando en vez
del fracaso, que es su estado natural, piensa en el éxito. Entonces ya está
muerto, porque el éxito y el fracaso no son más que dos equívocos, dos
ficciones sin valor. Éxito y fracaso son la misma cosa: nada. Solo que quien
consigue el éxito no puede ya ignorar de qué clase de insustancial materia está
hecho el éxito. Del fracaso se sale, del éxito no.»
2.- IRÈNE NÉMIROVSKY, LA VIDA DE CHÉJOV: EL ARTE QUE SE ALZA SOBRE LA VIDA
La vida, en ocasiones, se asemeja a un junco. Un junco que se mueve al ritmo que el viento le marca. Un junco que permanece aterido bajo la nieve en invierno y seco en verano. Ese junco, a través de su movimiento, es capaz de componer una melodía. Una música de los días y las noches. De los silencios y penurias. De los rayos del sol que le enarbolan como el símbolo de la tenacidad de aquel que nunca se vence. Del ejemplo de la sobriedad sobre la belleza que acapara el resto del mundo. El junco y su soledad son como una marca que marcha indisoluble a nuestra piel. Una marca que no se ve, pero que siempre está ahí, con nosotros. De este modo, esa lucha del hombre contra el mundo, en el caso de Chéjov, bien podría representar el arte que se alza sobre la vida. Desde su infancia en Taganrog hasta la última etapa de su vida en Yalta, el escritor ruso supo convivir con el ruido de la existencia ajena y refugiarse en un postergado e imaginario jardín en el que nadie pudiera molestarle, y desde allí, primero escribir para sobrevivir, y después, construir su obra dramática con las escasas fuerzas que su discurrir vital le había dejado y la tuberculosis, cada vez más agresiva, le iba permitiendo. El caso de Chéjov, y su temprana muerte, siempre nos dejará con la incógnita de hasta dónde hubiese llegado la grandeza de su obra, de por sí gigantesca. Una circunstancia que comparte, entre otros, con los poetas británicos Keats, Byron o Shelley, o con el Premio Nobel de Literatura Albert Camus, o con el poeta portugués Fernando Pessoa, y por qué no, con la autora —Irène Némirovsky— de esta exquisita biografía novelada, sensible en ocasiones y cercana siempre al hombre y su obra. Una biografía que se asemeja a esa luz de la tarde que antecede a la noche y se cuela por las ventanas de nuestra casa al final del verano. Una luz tenue, lánguida que apenas roza los límites de las paredes de la habitación en la que nos encontramos. Así resurge la vida de Chéjov en las manos de Némirovsky. Pulcra y emotiva, para de ese modo, dejar fe de una existencia donde las puntiagudas aristas de la vida tienen la capacidad de seducción del reflejo del sol los últimos días del verano. Luz amortiguada por la sinuosidad de los acontecimientos de este hijo de tendero, donde los suaves detalles, insignificantes para la mayoría, aquí adquieren, gracias a la maestría de Némirovsky, el designio turbulento de las vidas marcadas por la soledad.
3.- ALICE MUNRO, DEMASIADA FELICIDAD: LA CRUEL SOLEDAD DEL DIFERENTE
Soledad. Soledad como la fuerza
que nos somete a lo largo de la vida. Soledad que no desaparece con la muerte.
Esos reflejos interiores que nunca llegan a atisbarse en un mundo hostil y
primitivo. Reflejos alejados de todo aquello que lleve la marca de la
felicidad. Entonces, ¿qué representa ese efímero trasunto que deviene en
demasiada felicidad? Esa demasiada felicidad que Munro nos presenta en esta
colección de relatos es un mero deseo. Aquel que siempre anhelamos. Aquel con
el que soñamos de una forma obsesiva. Aquel que no es real. En este caso, como
ocurre en la obra de la escritora canadiense, las aguas subterráneas por las
que fluyen sus relatos no dejan de correr por su mente. Por sus historias. Por
sus vísceras. Aguas que salen a la luz en narraciones afincadas en una realidad
muchas veces hostil y que huyen de ella asociadas a la indiferencia. Vidas
anónimas que también necesitan de algo de cariño. Un cariño que parece que
nunca encuentran, porque Munro indaga en los secretos que mueven nuestras vidas
y en las atrocidades que éstos engendran. El resultado de todo ello convierte a
sus personajes en seres débiles y sensibles que necesitan de ilusiones efímeras
o absurdas que se crean ellos mismos para sobrevivir. La vida, en estos casos,
es un espacio de ausencias, tal y como ocurre en el relato, Dimensiones, que
abre esta recopilación. Ausencias que, sin duda, necesitan aliarse con el
destino, y donde las historias contadas lo son de vidas paralelas que no tienen
nada en común, salvo la soledad. Vidas paralelas que, sin embargo, acaban
uniéndose en un enigmático final —marca de la casa— que nos ofrece la posibilidad
de terminar o reinterpretar lo leído o imaginado. Un azar y sus consecuencias
que está presente en El filo de Wenlock o en Pozos profundos, donde las
historias quedan inacabadas, suspendidas en el aire, en la soledad y en la
búsqueda de uno mismo y el resultado insatisfactorio que eso conlleva. Rastros
de rostros que no acaban de romper con su pasado, porque siempre hay un lugar
al que volver aunque éste sea el equivocado.
4.- GIORGIO BASSANI, EL JARDÍN DE LOS FINZI-CONTINI: LA DEMOLEDORA MIRADA HACIA UN DULCE Y PÍO PASADO
La naturaleza de esta novela se incardina en la demoledora mirada hacia un dulce y pío pasado, en el que el protagonista anónimo de la misma revisa su primer amor fallido de juventud. En esa sensación de pérdida y decadencia de la burguesía judía italiana que va dando pasos silenciosos hacia su exterminio sin apenas hacer ruido, es donde Bassani recrea su hacer literario impregnado de notables descripciones del entorno o las discusiones —muchas veces políticas— de sus personajes. Unos personajes que andan perdidos entre el amor frustrado del protagonista, y la sensación de soledad y engaño que el distanciamiento de la realidad que, casi todos ellos profesan por mucho que se alcen como defensores del comunismo o de unan postura más moderada como el socialismo, manifiestan. De ahí, que a lo largo de sus páginas vayamos desgranando ese universo convulso que tiene algunas semejanzas con la novela de Arthur R. G. Solmssen, Una princesa en Berlín; lo que nos ayuda a visualizar, que no a comprender, el horror hacia el que se encaminaba el mundo tras la finalización del Primera Gran Guerra. A pesar del trasfondo en el que se desarrolla, estamos ante una novela iniciática y de aprendizaje, donde de alguna manera trata de imponerse el espíritu del artista que se vislumbra en el protagonista y su necesidad de búsqueda a través del arte, la literatura, y cómo no, la poesía. En ese recorrido, Bassani nos deja muchas muestras de la semblanza artística presente en Italia a principios del siglo XX. Una visión del arte que fija su objetivo en la soledad e incomprensión que su protagonista manifiesta contra sí mismo y contra las corrientes antisemitas bajo el telón del fondo de fascismo y el nazismo, que él, contrarrestará, a través de la necesidad de búsqueda de una libertad completa que vaya más allá de las arcaicas estructuras en las que vive y siente. Romper ese cascarón será, sin duda, su meta. Un camino vital que recorrerá de una forma lenta, pero al final segura, tras ir consumiendo las etapas presentes en el desamor y en su afán a la hora de enfrentarse al mundo lejos de su entorno.
5.- JUAN CLAUDIO DE RAMÓN, ROMA DESORDENADA LA CIUDAD Y LO DEMÁS: UN PUZLE ERUDITO SOBRE LA CIUDAD ETERNA Y SU HISTORIA PLAGADO DE ANÉCDOTAS Y LLENO DE VIDA
Ver, sentir, observar, pensar y, al final, disfrutar de la diferencia de aquello que cada uno percibe como único, pues única es la forma de experimentar la vida a través de los sentidos. Ahí, es donde sin duda conectamos con la belleza y su capacidad para cambiarnos y transformar un viaje en un cúmulo de sensaciones que harán de nosotros algo distinto. En ese espacio tan pocas veces explorado es donde se esconde la magia del viaje. Roma y su infinitud. Roma y sus múltiples destellos de arte. De sonidos. De sorpresas. De miradas en las que buscar aquello que nos hace diferentes. Roma pitonisa y mágica. Alumbradora y mística. Secreta y apabullante. Esa es la fotografía caleidoscópica que de la ciudad del Lazio hace Juan Claudio de Ramón en Roma desordenada la ciudad y los demás, un puzle erudito sobre la Ciudad Eterna y su historia plagado de anécdotas y lleno de vida. Un viaje que va desde lo majestuoso a lo cotidiano, aunque más bien podríamos decirlo al contrario, pues parte de la anécdota vivida o diaria que va en busca de esa otra historia que está tapada por la tela del tiempo y los siglos. Expresiones que parten de lo particular en busca de lo genérico, histórico, artístico, político. También de lo erudito, pues estamos ante setenta minuciosos relatos cortos que buscan el detalle en una ciudad inabarcable que funciona como piezas de un puzle que, a medida que leemos, vamos completando de una forma singular y majestuosa por la ambición de quién lo escribe y su proyecto, y por lo que se desprende de cada uno de ellos: la importancia del viaje, de ver, de sentir, de explorar. Al final esta Roma desordenada es el viaje interior y onírico de un diplomático que ha tenido la fortuna de pasar cinco años destinado en Roma, y que convierte su estancia en la ciudad en la senda infinita de aquel que busca y necesita lo imposible: actuar como un falso dios terrenal que lo tiene todo al alcance de sus pies, y de la profundidad de su mirada. Si como decía Paul Cézanne: «Ver es pensar», Juan Claudio de Ramón nos facilita esa labor en este libro de viajes donde lo demás lo es todo. El caos y su furia. El ruido y su distorsión. La belleza y la máxima expresión del arte. La Historia y los seres humanos que la han construido, y posteriormente destruido y reconstruido. Avanzar por las calles de Roma es hacerlo por un universo onírico y divertente, fílmico y teatral, arquitectónico y pictórico, monumental y arqueológico. Piedra tras piedra, monumento tras monumento, iglesia tras iglesia, nuestra mirada, a través de la del autor, va enriqueciéndose de sensaciones e imágenes que ya formarán parte de nuestro imaginario particular y colectivo. Acervo sentimental y lúdico.
6.- PAUL AUSTER, EL PALACIO DE LA LUNA: LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD A TRAVÉS DEL AZAR
¿Se puede predecir el futuro, o son las sinergias del azar que en determinadas ocasiones gobiernan nuestro destino las que en verdad posibilitan que nuestras vidas sean de una forma y no de otra? A simple vista parece que disponemos de diferentes opciones a la hora de construir nuestro futuro. El esfuerzo, el trabajo, la dedicación plena a una actividad en concreto. Todo ello, sin duda, en aras de no facilitar la dispersión o la incertidumbre. Sin embargo, cuando creemos que lo tenemos todo controlado surge el azar y lo cambia todo. Esa fuerza, que existe, pero que casi nunca llegamos a entender muy bien, forja con sus casualidades muchos aspectos de nuestra existencia, eso sí, saltándose las reglas de toda lógica, pues nos moldea la vida de una forma imperceptible e invisible, tal y como el viento diseña la forma de las rocas día a día con el paso del tiempo. Paul Auster, un escritor que escudriña el azar objetivo, lo sabe muy bien y, tras una experiencia inexplicable que le ocurrió en su infancia, ha recorrido toda su vida y obra literaria por una autopista donde el azar o el destino se encargan, entre otras cosas, de ponerle y ponernos constantemente a prueba. Y, quizá, más que nunca lo haya hecho cuando ha tratado de buscar su propia identidad y la de sus personajes, enmarcadas o no, en el juego de las casualidades.
7.- HILARIO J. RODRÍGUEZ, LAS DESAPARICIONES: LAS COORDENADAS GEOGRÁFICAS DEL TIEMPO O EL ARTE DE LO INVISIBLE Y LO INESPERADO
Leer. Pintar. Buscar. Bucear en las entrañas de la vida y viajar entre las coordenadas geográficas del tiempo. Allí, donde el arte de lo invisible y lo inesperado toma cuerpo, palabra, obra y acción. Allí, donde disfrutar del feliz descubrimiento es una invocación a una nueva vida. Allí, allí, allí… donde anida la materia infinita rodeada de fantasmas. Así se podría definir al arte y a sus múltiples manifestaciones que van a caballo, delante o detrás, de las manecillas del tiempo. El tiempo… espacio geográfico en el que indagar, y a partir de ahí, celebrar, aprender, enamorarse o rehuir de lo hallado. El tiempo… ese lugar donde se encuentran lo único y lo múltiple. El espacio en el que se produce el mayor de los milagros: adivinar lo que se esconde detrás de lo que es puro reflejo o ensoñación, porque es la materia intangible que nadie ve más que uno mismo—. El tiempo… o la capacidad de llegar a reaccionar a tiempo ante lo inesperado y de ese modo reclutarlo hacia nuestro propio bien. De esa incertidumbre nace la tierra infinita que crece a nuestro alrededor. La tierra que se abona con la lujuria de los otros. Aquellos que escriben, pintan, o se manifiestan sin otra intención que la de ser, buscar o encontrarse. Aquí no hablamos del éxito a gran escala, sino del silencio con el que reparamos nuestras heridas y seguimos soñando con alcanzar lo inabarcable: el tiempo. El tiempo y sus coordenadas geográficas se manifiestan en este libro a medio camino entre el ensayo, la auto-ficción o la novela de investigación, como un todo externo al mundo regido por las normas más convencionales. Las desapariciones es la magia que se esconde tras los espectros de un mundo al margen. Un mundo, donde las sombras, los espejos y las tinieblas son los auténticos protagonistas de un universo único por distinto, mágico por envolvente, y aterrador por el desasosiego en el que se sustenta. Gracias a Hilario J. Rodríguez, y su capacidad de abstracción, nos aproximamos a un espacio donde el tiempo es una grieta de sí mismo. Una grieta que nos lleva de acá para allá y difumina nuestras buenas intenciones para obligarnos a explorar nuevos territorios sin brújula y sin ocaso. Las desapariciones es un viaje atemporal por el mundo del arte y sus múltiples manifestaciones.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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