domingo, 18 de diciembre de 2022

McENROE EN LA SALA LA RIVIERA DE MADRID: 20 AÑOS DE AMOR A LA MÚSICA


 

El amor, el desamor. La ternura, la luz y la incertidumbre. El miedo y su lujuria. La melancolía y su recuerdo. La necesidad del otro, o la flor que todavía está por brotar. Mil y una imágenes, razones y sinrazones que se dan la mano en las composiciones del grupo de Getxo, McEnroe, que ayer cerraba en la sala La Riviera de Madrid la gira en la que celebraban sus primeros 20 años como grupo, y como faro de un modo de entender la música y la vida. No es fácil, como dijo en un momento del concierto de ayer, Ricardo Lezón, elegir el repertorio de un concierto entre la multitud de canciones que ha compuesto a lo largo de estos años, pero en el esfuerzo de su selección, tuvimos la suerte de escuchar en varias ocasiones temas que apenas tocan en directo, o de sus primeros discos. Un esfuerzo que en algún momento restó algo más de fuerza al conjunto, pero que sin duda resultaban imprescindibles a la hora de conformar ese cuadro de melodías, ritmos y letras que ayer escuchamos en una Riviera llena a rebosar, y donde sus fans llegados desde el País Vasco, pero también desde otras ciudades y, sobre todo, desde Madrid, no dejaron de disfrutar y corear sus canciones. Letras y músicas que definen por sí mismas toda una época plagada de esos éxitos que poco a poco van calando como la lluvia fina para quedarse en el recuerdo de aquellos que los escuchan. Antes de que McEnroe saliera al escenario también pudimos disfrutar de los bilbaínos Galerna, un grupo apegado a la forma de sentir y componer muy cercano al grupo de Getxo como nos confesó su cantante. Un grupo, Galerna, que supo hacerse con la atención de los que iban llegando a la sala antes del concierto anunciado, y que nos dejaron muestras de esa capacidad inspiradora que los viajes de juventud y el amor tienen en nuestros sentidos y en un subconsciente ávido de experiencias vitales que buscan alojarse para siempre en nuestro interior. Galerna nos anunció que saca disco para marzo del año que viene y habrá que estar atentos a su trayectoria. 

Si algo nos quedó claro, de esa gran fiesta de celebración de los 20 años de McEnroe en la que se convirtió su concierto de ayer, fue la cara de alegría de un Ricardo Lezón hablador, en contra de su norma, pues nos adelantó muchos de los temas que tocaron con las anécdotas que los precedieron, dándonos a conocer de ese modo un poco más la parte menos conocida de la banda, lo que sin duda dio un tono más familiar y de cercanía, si cabe, al concierto. Comenzaron con Al sur de mi vida, un tema de su disco de 2003, El sur de mi vida: «Nada de lo que he perdido/ merecía la pena haberlo vivido./ El tiempo, que era de piedra,/ ahora es arena entre mis dedos./ Todas aquellas heridas/ se ahogan despacio en tu mercromina./ Gestos que estaban vacíos/ han encontrado todo su sentido./ Nunca te sientas sola,/ le he dado la vuelta a mi memoria./ Y ahora que se ha hecho de día,/ viajo despacio al sur de mi vida.» Un viaje que continuó con Montreal, lo que sirvió para dar paso a Jimena; una voz que cada vez va a más, y por lo que pudimos saber en su anterior visita a Madrid, parece que ha decidido cantar en serio. Jimena es como el contrapunto y el rayo de luz a la voz de su padre, un Ricardo Lezón que ayer siempre la miraba sonriente, a pesar de que fuese a la única que no nombró cuando presentó a la banda; un olvido que enmendó en la siguiente canción. Quizá, no sea ninguna casualidad que su tema, El rayo de luz, que ella canta, sea la canción del grupo que más reproducciones tiene en todas las plataformas, lo que nos da una pista de la personalidad creciente de una voz a la que todavía le queda un enorme recorrido. 

Más allá del setlist del concierto en el que sonaron grandes clásicos como La Palma, Cae la noche, Gracia (en la que subieron el tono de su música), o La cara noroeste, ampliamente vitoreada por los asistentes, o esa impresionante declaración de amor hacia el padre que es Asfalto, y que Ricardo Lezón dedicó a todos los padres, fuimos testigos directos de esa nebulosa que acompaña a los conciertos de McEnroe; una sensación que te envuelve y te agita los sentidos en un maravilloso cóctel de sonidos y letras que salen directamente del corazón y se alejan de la cursilería más próxima o abyecta. Y así fuimos navegando por esa nave de sensaciones, luces y sombras que nos propusieron McEnroe con canciones como La distancia, Las Mareas o Luz de gas, donde una vez más, se permitieron el lujo de alargarla en una magnífica demostración preciosista de música y psicodelia apabullantes como solo pueden salir de unos grandes profesionales, para de esa forma, convertir ese tema en algo único, íntimo y preciosista, y que nos dejó con una sonrisa en la boca. 

Atrapar el tiempo, y la luz. La infinitud del horizonte o el libro de nuestras vidas. Tareas imposibles, sí, pero que de la mano de McEnroe, se nos antoja como algo posible o al menos distinto cuando de las cuerdas de sus guitarras nacen canciones como La electricidad o Rugen las flores, Los valientes o Naoko, o por qué no, cuando de las cuerdas vocales de sus seguidores surge ese grito universal en el momento que el grupo abandona el escenario y no paran de gritar: otra, otra, otra… 

Ángel Silvelo Gabriel.

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