viernes, 24 de febrero de 2023

RAMÓN ALCARAZ GARCÍA, EL FABULOSO ZOOLÓGICO AMBULANTE: UN CARNAVAL LITERARIO VESTIDO DE ESPERANZA




 

¿Qué hay tras la línea del horizonte que divide a la realidad de los sueños? ¿Hay esperanza más allá del impenetrable —por aburrido—, día a día que monótono consume nuestras vidas? El ser humano se caracteriza, entre otras cosas, por necesitar del poder de la esperanza. Una especie de pócima que le renueve las ganas de sentir, de ser, de hallarse a sí mismo, o de felicitarse por el mero hecho de estar vivo. La literatura lo ha llevado a cabo, por ejemplo, a través de la fábula, la parábola, el esperpento o el realismo mágico con los que establece unos parámetros narrativos distorsionados que le sirven para reinterpretar la vida, el mundo o una sociedad determinada, si bien, la narración que nos ofrece Ramón Alcaraz en El fabuloso zoológico ambulante, va más allá de los clichés literarios al uso para transformar su novela en un ejemplo de carnaval literario vestido de esperanza, en el que de una forma portentosa vuelca sus amplios conocimientos literarios y experiencia como profesor de talleres literarios, y también, como guionista. De esas dotes narrativas e interpretativas se sirve para ir componiendo una historia donde la magia es un elemento que se diluye en cada línea, y de paso, dota al texto de una fuerza inusitada. 

La ficción de Alcaraz no es evasiva, sino más bien simbólica, como el mejor de los cuentos que nos puedan narrar. Y ahí prevalece y perdura su oficio literario, del que podríamos añadir que se tata de una inteligente yuxtaposición entre el mundo real que nos define, y el mágico que anhelamos y transita entre deseos llenos de esperanza. Así, Alcaraz nos plantea el miedo al extraño, al diferente y a lo nuevo, cuando todo ello llega a un pueblo aislado y perdido en sus propios pecados. Sus personajes son los arquetipos de toda sociedad que muere embrutecida por sus inconsistentes planteamientos ideológicos que van desde las creencias religiosas, a la magia, o el poder de las falsas noticias, como un abanico reflexivo de las sociedades aisladas que son víctimas de sus propias mentiras. 

El fabuloso zoológico ambulante es, además, un trepidante viaje a través de los sentimientos humanos que nos describen y delatan como personas, donde la codicia, el ansia de poder, o la imperiosa necesidad de destacar sobre el resto van allanando la posibilidad de entendimiento entre los habitantes de San Antonio, un pequeño pueblo que se alza como un minúsculo experimento del mundo. Un mundo al que Ramón Alcaraz dota de un léxico exuberante, culto y exquisito, en el que persiste la plenitud de las palabras y términos que emplea en aras de la narración. Una narración que destaca por su pulcritud y alto ritmo narrativo, lo que provoca por un lado la rapidez de la acción, y por otro, el ansia de calmar la curiosidad del lector que, a poco que se deje llevar, caerá en los poderosos tentáculos literarios con los que escritor de Cartagena dota a su novela. Una novela que, tal y como nos confesó él mismo el día de la presentación, ha permanecido treinta años metida en el cajón, lo que nos da una buena medida de la universalidad de la literatura, y por supuesto, de lo actual que sigue resultando este experimento social-literario que nos brinda su autor como mejor manera de definirnos como sociedad, a lo que sin duda, nos ayuda la pericia literaria de Ramón Alcaraz a la hora de convertir una historia en un carnaval literario vestido de esperanza.  

Ángel Silvelo Gabriel.

miércoles, 8 de febrero de 2023

RICARDO ÁLAMO, RUIDO Y ECO: ACOTANDO EL MUNDO. EL PROPIO Y EL AJENO

 


¿Cuál es la última intención de aquel que escribe? Quizá sea la de atrapar el silencio, y así, destronar al ruido y al eco que nos gobiernan. Ruido y eco como símbolos de lo ajeno. De todo aquello que nos perturba y distrae, pero también de la sima de lo propio. Por inabarcable. Por profunda. Por secreta y silenciosa. Como nos apunta Jaume Plensa: «Intento fabricar silencio en una época muy ruidosa», y esa sea, tal vez, la última meta de Ricardo Álamo en Ruido y eco, un libro inclasificable por las materias que aborda y las múltiples formas de hacerlo, que están enfocadas —al menos— desde una triple vertiente: la personal a través del diario, la literaria mediante la crítica, y la ensayística con tintes filosóficos. En estas diferentes vertientes del “yo” asistimos a frases-sentencia tan certeras como esta: «Una sociedad que maximiza sus deseos es una sociedad que minimiza su realidad. O sea, una sociedad infeliz» que, entre otras cosas, es una buena forma de ir acotando el mundo. El propio y el ajeno. Si algo destaca en este libro diarístico, confesional, y crítico con la sociedad y los ciudadanos que la manipulamos y corrompemos, es su libertad. Libertad que ya viene prefijada tanto en su planteamiento como en su discurso, pues en ambos prevalecen las ventanas que nos permiten observar todo aquello que transita fuera de nuestro mundo y dejamos de percibir por falta de tiempo o mera ignorancia. Estos apuntes del día a día son los que plasma, no sin cierta dosis de humor, Ricardo Álamo página tras página. Apuntes donde lo emocional rezuma esa verdad subjetiva que acompaña a los recuerdos de nuestras vidas. Recuerdos fabricados con la tinta del que no olvida ni el qué, ni el cuándo, aunque no siempre sepa atribuirles un por qué. De esa inexactitud vital nacen los mejores momentos de nuevo libro híbrido de Newcastle Ediciones, porque como muy bien nos dice su autor: «La realidad es un misterio, y todo escritor un desenterrador de secretos». Oficio, el de desenterrador de secretos, al que se encomienda Ricardo Álamo con suma maestría y conocimiento de sí mismo y sus limitaciones, pero también de sus virtudes —que son muchas—, si nos atenemos a la capacidad que tiene de hacernos visualizar todos los reflejos de las vidas que nos acompañan y limitan, y de las que en demasiadas ocasiones apenas somos consientes de que se desarrollan a nuestro alrededor. La adolescencia, el amor, la Filosofía, el miedo, los miedos y una conciencia crítica hacia sí mismo y los demás, hacen de Ruido y eco un nuevo y acertado salto al vacío de un editor que da luz a voces que de otra forma no dejarían de ser anónimas. Javier Castro Flórez busca la excelencia en la diferencia, y de ahí su poliédrico acierto. No en vano esa es otra forma de ir acotando el mundo. El propio y el ajeno. Y para que no nos quede ninguna duda sobre ello, este singular libro se abre con una cita no menos cierta y acertada: «Pronto no serás más que ceniza o esqueleto, y un nombre (y tal vez ni siquiera eso); y el nombre, ruido y eco. (Marco Aurelio). 

Ángel Silvelo Gabriel.