martes, 30 de agosto de 2016

LA PENA.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Las campanas vuelan por el aire, y su sonido se convierte en tu recuerdo. Los ecos de mi memoria van hacia ti como mi sombra se abalanza sobre las columnas de los soportales camino del Juzgado. En la soledad que me acompaña, mientras atravieso la ciudad con tu corazón envuelto en papel de plata, las voces se escriben y las letras ya no se oyen. Lucho contra el vencimiento de mi derrota, pero sólo encuentro cartas que no existen y mensajes que no se leen. Sí, la distancia entre nosotros fue dinamitada, y ahora los colores nos delatan, yo soy el rojo y tú el mandarina. Cómo le explico ahora mi pena a la jueza, cuando ayer le prometí que hoy ya te habría abandonado. Cómo le digo que mientras llego a su despacho, sólo pienso en mi dulce abogada defensora, cuando anoche me preguntaste ¿a qué saben los deseos?

Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

jueves, 25 de agosto de 2016

LA RAE, UNA TORTUGA LABORIOSA.- Un artículo de Manu Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, Dislate significa “disparate” y Arcaísmo, “elemento lingüístico cuya forma o significado, o ambos a la vez, resultan anticuados en relación con un momento determinado”. De dislates, arcaísmos y torpes definiciones está el DRAE lleno, en opinión del escritor mejicano Juan Domingo Argüelles. Si sus más de 600 académicos (contando las veintidós corporaciones que forman parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española) se dedicaran a revisar el diccionario, que en su edición compacta tiene 2349 páginas, no tocaría a más de cuatro páginas por académico. No parece ardua esta tarea si tenemos en cuenta el lema que acuñaron allá por 1715: limpiar, fijar y dar esplendor.

Hagamos un poco de historia. La Real Academia Española, RAE, fundada en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, marqués de Villena, tuvo como precedente y modelo a la Academia Francesa, fundada por el cardenal Richelieu en 1635. El objetivo, desde sus inicios, fue la elaboración del diccionario “más copioso que pudiera hacerse” de la lengua castellana. Ese propósito se hizo realidad con la publicación del Diccionario de Autoridades, editado en seis volúmenes, entre 1726 y 1739.

Después, con la redacción de sus actuales estatutos, se reafirmaron en aquel propósito y lo ampliaron, de forma que en su primer artículo se pusieron como objetivo “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”. Esos cambios y esas necesidades se dan hoy en día con más rapidez que en otros tiempos. Y es esta dinámica la que ha marcado el comportamiento de los académicos con respecto a su trabajo: antes registraban palabras de forma torpe y perezosa y hoy en día, sin embargo, impaciente y poco cuidadosa. El objetivo se ha cumplido: ya tienen el diccionario más copioso que pueda darse aunque, en nuestra opinión, menos riguroso que el que debieran exigirse.

La Asociación de Academias de la Lengua Española ―ASALE―, antes mencionada, se creó en 1951, bajo el auspicio de la RAE. En ella participan las veintitrés academias de España, América, Filipinas y Guinea Ecuatorial, con el fin de “trabajar asiduamente en la defensa, la unidad y la integridad del idioma común…”. Esta loable iniciativa de compartir la responsabilidad de la unidad lingüística de la lengua castellana ha sido bastante criticada en América Latina por no ser más que “una entidad ficticia, que funciona bajo la batuta de su artífice y rectora”.

A aquel primer diccionario le han seguido otros trabajos relacionados con el estudio de la gramática y la preparación de normas gramaticales. Es el complemento imprescindible del diccionario porque en éste se de­finen las palabras y en la gramática se explica la forma en que los elementos de la lengua se enlazan para formar textos y se analizan los significados de estas combinaciones. Pero han tenido que pasar casi 80 años para que aparezca una gramática nueva, la primera vio la luz en 1931. Y es en 1973 cuando se publica un Esbozo de una nueva gramática de la lengua española, que se quedó en eso porque el avance de una nueva obra nunca se completó. Hasta que llegó 1999 y apareció la Gramática descriptiva de la lengua española, dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte, que se creó fuera del ámbito de la Academia aunque auspiciada por ésta. Después vino la Nueva gramática de la lengua española (2009-2011) nacida del consenso de todas las academias de la lengua y dirigida por el mismo codirector de la anterior, Bosque, quien con su sabia intervención ha sorteado uno de los escollos que se encuentran en el camino de una obra científica sobre la lengua: la “multitud de opiniones y de disputas que reynan entre los Gramáticos”, como ya decía la Academia en 1771.

A las obras ya citadas podemos añadir: Diccionario de la Lengua Española (2001 y 2014), Diccionario panhispánico de dudas (2005) y Nueva Ortografía de la Lengua Española (2010).

Respecto a la última edición del diccionario (la 23ª, tras aquella primera de 1726) contiene más de 93.111 entradas, frente a las 88.431 de la edición anterior, publicada en 2001. Se ha perseguido la depuración del sexismo y la eliminación de adjetivos malsonantes o despectivos y se ha reforzado la vocación panhispánica con la incorporación de muchas voces de origen americano, que ya alcanzan las 19.000 acepciones (casi el 10% del total). El nuevo diccionario ha retirado 1350 términos antiguos que ya no se usan, pero ha admitido 5.000 nuevos, muchos de ellos procedentes del inglés.
Como ocurre siempre que aparece un tratado que pretende poner orden en la selva del lenguaje, la polémica se ha desatado entre los que se aferran a la tradición y los que defienden la innovación. Uno de los focos de la controversia es esa invasión de neologismos que está experimentando el diccionario en los últimos diez años. Los anglicismos se han apoderado de la jerga que utilizan los profesionales y su influencia ha logrado hacerlos habituales en el habla popular. Primero fue el deporte, luego la tecnología, más tarde las redes sociales y ahora, hasta la publicidad. Los puristas de la lengua están inquietos y claman por tanto desatino.

Pero la RAE sigue con su labor y no conforme con establecer significados y poner reglas a la lengua, ha decidido desarrollar una actividad docente y, por eso, el 12 de julio de 2001 da el pistoletazo de salida a un nuevo proyecto: la Escuela de Lexicografía Hispánica (ELH). Y desde el curso académico 2012-2013, además, en colaboración con la Universidad de León ofrece un máster en Lexicografía Hispánica. Un título de posgrado que pretende formar a los alumnos en todos los procesos y fases de la elaboración de diccionarios desde sus primeras tareas hasta su redacción, edición y publicación en distintos soportes de diccionarios de todo tipo.

Si nos atenemos a lo dicho aquí comprobamos que el trabajo de la Academia Española de la Lengua, a lo largo de la historia, ha sido arduo y muy lento. El estudio de las palabras, su origen y evolución a través del tiempo es una responsabilidad que la RAE se ha adjudicado pero que antes es nuestra, de quienes la usamos. La lengua nos ayuda a expresarnos, a comunicarnos con el prójimo y a significarnos como prueba de que existimos, de que estamos en el mundo. Por eso es bueno que las academias sigan desarrollando sus tareas, tal y como lo vienen haciendo hasta ahora, aun a sabiendas de que persistirán las críticas de los eternos descontentos. Sobre la gramática y la ortografía, nadie pone en duda la unicidad, aunque se cuestione su contenido. Sobre el vocabulario, la cosa no está tan clara. Las academias no quieren imponer, tan solo dar orientaciones del tipo normativo, algo que, en principio, parece razonable. Como dijo Miguel Delibes: “El pueblo es el verdadero dueño de la lengua”. Pero uno se pregunta si no tendrían que ir un poco más lejos y zanjar determinadas cuestiones acerca del uso y abuso de expresiones por parte del mundo mediático.

Artículo de Manu Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

miércoles, 24 de agosto de 2016

FALSO TESTIGO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO



Después de veinte años de servicio como Juez, cinco de carrera y una vocación de por vida, mi profesión me sigue pareciendo un puente sobre aguas turbulentas. Hoy, en el juzgado, el acusado se declara inocente, normal. El recurso del abogado defensor presenta un defecto de forma, normal. Mi presbicia apenas me deja ver las alegaciones de las partes y se comporta como un nublado delante de mis ojos, normal. Pero lo que no es normal, es que el testigo de cargo sea una calabaza, cuya única implicación en el caso, es su presencia en el lugar de los hechos por coincidir con la noche de Halloween. Una imposición testifical que yo no apruebo y a lo que sorprendentemente se opone el fiscal, argumentando que tampoco es normal que yo aparezca en las vistas de mis compañeros disfrazado de Sherlock Holmes invocando justicia a sabiendas de que soy un falso testigo.

Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

martes, 2 de agosto de 2016

FANNY BRAWNE, LA BELLE DAME DE HAMPSTEAD: RESEÑA DE ALEJANDRO VALERO, FANNY BRAWME Y SU AMOR POR JOHN KEATS


He leído Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead, obra de teatro escrita por Ángel Silvelo que recrea la breve relación amorosa que el poeta John Keats tuvo, poco tiempo antes de morir, con su amada Fanny. En realidad, el autor imagina con gran habilidad el profundo amor que la amada de Keats profesó por el poeta mientras ambos pudieron estar juntos en vida. Pero lo que da entidad a esta obra de teatro es la excelente recreación poética de los sentimientos que Fanny Brawne atesoró en silencio durante su vida posterior a la muerte del poeta. Esos sentimientos culminarán en un arrebato casi místico al final de su existencia, cuando decide dar a conocer su hondo amor por el poeta, que la quiso desde una distancia trágica debido a la mortal enfermedad que lo consumía.

Esta obra de teatro para ser leída no es sino la culminación del exhaustivo estudio sobre los últimos meses de la vida del poeta que Ángel Silvelo realizó con su novela Los últimos pasos de John Keats, donde el autor no solo recrea la agonía del poeta en Roma, sino que profundiza en el pensamiento poético de Keats (cuyos mejores poemas traduje en el libro Odas y sonetos de John Keats) y analiza con todo detalle de sentimientos la idea de la muerte en la obra del poeta unida a su experiencia amorosa con Fanny. Merece ser leída esta novela si se quiere conocer a fondo su poética y la forma en que esta se incardinaba en su breve y desgraciada vida.

Después de su novela sobre John Keats, Ángel Silvelo ha querido reivindicar la figura de Fanny Brawne, que tanto tiempo estuvo olvidada, de la mejor forma posible: haciéndola partícipe del sentimiento trágico que su amado expresó en sus poemas. Fanny se rebela contra la muerte y, así como lo expresa el poeta en sus poemas, desea y consigue culminar su amor por John Keats con la poderosa fuerza de sus sentimientos frustrados que reivindican el amor después de la muerte. Todo un acierto del autor, que logra consumar este reto con un sabio manejo del pensamiento poético de Keats, que el personaje de Fanny ha llevado hasta sus últimas consecuencias para dar vida al poeta mediante su amor inquebrantable.

Solo queda agradecer a Ángel Silvelo la forma creativa en que ha conseguido acercar las figuras de John Keats y su amada Fanny Brawne a cualquier lector que aprecie el lenguaje en toda su intensidad poética. Con estas dos obras no solo llegamos a conocer la experiencia romántica de estos famosos amantes, sino también la poética descarnada de uno de los mejores poetas ingleses, que ha ganado reconocimiento y valía con el paso del tiempo. Lo que tanto deseó John Keats en su vida, pervivir en la memoria y superar la muerte con las alas de la poesía, lo hacemos posible quienes leemos, traducimos y divulgamos su obra con un afán compartido.