miércoles, 30 de diciembre de 2015

MICRORRELATO: MI CHUPA DE CUERO


Y para finalizar el año, os dejo por aquí un microrrelato, que hace mucho tiempo que no colgaba ninguno. Se titula Mi chupa de cuero y es un tributo a los recuerdos de juventud, esos que estaban teñidos de canciones de la movida, y de las otras, claro. Con él, quise rendir un pequeño homenaje al grupo madrileño Los Secretos.

 
MI CHUPA DE CUERO
Te dejé tirada en un banco, ese en el que le di el primer beso a Susana mientras sonaba Déjame de Los Secretos en el radio-cassette que siempre me acompañaba en aquella época. De camino a casa, mientras intentaba olvidarte, pasé por el campo de fútbol, donde antes se celebraban cada verano las fiestas del barrio, y al que acudían grupos como Leño, Mermelada o Burning, los héroes de todos mis amigos. Y en ese instante, casi me arrepentí de haberte abandonado, porque comprendí que eran muchos los buenos momentos que habíamos vivido juntos. «La música es una infinita fábrica de sueños que me ha perseguido desde pequeño», pensé, pero también, «una inagotable fuente de recuerdos», asentí. Recuerdos de mi vida que, como un Cruce de caminos, se difuminan con las notas de las canciones que han sido parte de ella, como hasta hoy lo fuiste tú, La chica de ayer, por eso, igual que el día que te acogí entre mis brazos, ahora intento cerrar este momento con una canción; un tema que selle definitivamente los años que pasé junto a ti, porque víctima de la nostalgia aún me digo: me cuesta tanto olvidarte. Sí, Me cuesta tanto olvidarte…

Microrrelato de Ángel Silvelo

FRAGMENTOS: MIS MEJORES LECTURAS DEL AÑO 2015


Este año, si por algo se ha caracterizado en mis lecturas, ha sido por la entrada de la poesía en ellas, y lo ha hecho con la fuerza y la intención de quedarse, que lo consiga o no, dependerá del tiempo y de uno mismo y sus múltiples avatares. Otra de las características de este año, ha sido lo errático de mis lecturas de novelas, pues la poesía y los relatos cortos se han llevado el protagonismo lector. En este sentido, y aunque no las he reseñado por falta de tiempo, y por tanto, no están en el resumen que va tras esta breve introducción, me gustaría dejar constancia de dos libros que sí he leído, por el valor que por sí mismos tienen, o eso es al menos lo que a un servidor le han transmitido uno y otro. El primero de ellos es La última noche de James Salter, un conjunto de relatos que, a pesar de su complejidad, siempre te dejan en vilo y con ese rastro inteligente que el autor nos va proporcionando a lo largo de su escritura. Baste decir que el último de los relatos de esta recopilación es su famoso, La última noche, un perfecto navajazo en la conciencia y en el bajo vientre que el autor le proporciona al lector con suma elegancia y estilo. El otro libro en cuestión es la selección, traducción y prólogo que Carlos Clementson ha hecho para Eneida de muchos de los poemas de Fernando Pessoa, una antología poética que se ha titulado Los dioses desterrados, y que nos muestra muy bien, el sentir poético del gran poeta portugués a través de sus heterónimos y de su propio ortónimo. Todo un ejercicio poético de vida, y de gloria, a lo largo del tiempo, pues muy bien la podríamos definir como: la soledad del creador transformada en poemas.

ANTONIO TABUCCHI, SUEÑOS DE SUEÑOS: LA FACULTAD DE SER OTRO DENTRO DE LA LITERATURA
Soñar aquello que quisimos ser y no fuimos, o mejor dicho, reinterpretar el sueño de aquellos a quienes admiramos a través de alguno de los sucesos más importantes de sus vidas, pues esa parece ser la premisa que Tabucchi se autoimpuso a la hora de acercarse a cada uno de los personajes de los que se inventa un sueño, demostrándose a sí mismo, y a los demás, que hay vida más allá de la vida y de la obra de un autor, pues él, reconvertido en muchos otros a la vez, ha sido capaz de dar vida y de reinterpretar los sueños de aquellos a los que admiraba, creando de ese modo un nuevo género literario: el de la narrativa onírica a partir de los sueños de otro, lo que sin duda, nos lleva a esa nueva —por distinta—, facultad de ser otro dentro de la literatura. El conocimiento que Tabucchi demuestra de cada una de las personas con las que sueña en esta brumosa recopilación de sueños, nos habla, de la cercanía consustancial que el autor de estos breves relatos tiene de la vida y la obra de aquellos a quienes suplanta en sus sueños. Caravaggio, García Lorca, Chéjov, Pessoa o Freud, solo por citar a algunos de ellos, se van sucediendo en esta cadencia de instantáneas imposibles que, sin embargo, en la destreza narrativa de Tabucchi, cobran vida propia más allá del hecho que las propician, para convertirse en esa otra posibilidad de lo imposible, porque quizá, si no fuera por la escritura, no tendríamos la facultad de dejar constancia de ese ser otro dentro de la literatura, una opción que va mucho más lejos de la capacidad oral, como instrumento de transmisión de la cultura entre los hombres.

ELENA MEDEL, CHATTERTON: LA PÉRDIDA DE LA SONRISA
Ir caminado y comprobar cómo las suelas de nuestros zapatos se desgastan y cuando llueve se llenan de barro. Eso es la vida, una sonata a la pérdida de la inmaculada inocencia que nos recibe en su seno cuando nacemos. «Madurar/ era esto:/ no caer al suelo, chocar contra el suelo contemplar el/ pudrirse de la piel/ igual que un fruto antiguo». No hay crema que nos proteja del sol que nos quema poco a poco, día a día. ¿Madurar era esto? Sí, nadie nos enseñó a quedarnos quietos y pararnos a mirar, y en ese no movernos se nos quedó dibujada la pérdida de la sonrisa, como si fuéramos estatuas de humo pensadas con un soplo de nuestros pulmones. Vivir no significa fracasar, aunque, con el paso del tiempo, seamos conscientes en qué fondo de qué cajón se quedaron nuestros sueños. Fracasar es no poder decirnos que lo intentamos. Y ese miedo a esa pregunta es la que bordea los versos de este portentoso Chatterton, donde, cada una de las tres partes en las que se divide este poemario, que recibió el XXVI Premio  Fundación Loewe a la Creación Joven, son una razón para seguir levantándonos cada mañana, por mucho que solo seamos capaces de arañar unas palabras al papel en blanco. La melancolía de la pérdida se convierte así en una fe que no conoce límites, porque la redención del fracaso siempre es un pozo rico en hallazgos, igual que las heridas de nuestros errores nos recorren el interior de nuestra piel. Disolver esas heridas con la luz es una de las opciones que nos quedan de cara al futuro, pues no hay nada mejor para afrontar el horizonte del mañana que hacerlo con la conciencia —de las heridas— limpia de inútiles remordimientos.

MANUEL DE MÁGINA, SALTITOS: REINTERPRETANDO LA VIDA DE LOS AFLUENTES SUBTERRÁNEOS
La vida transcurre entre anécdotas, situaciones absurdas y desgracias. Entre todas ellas, de vez en cuando, se cuela un rayo de felicidad, pero en realidad poco importa, porque nadie está a salvo de lo imprevisto. Saltitos es un ejercicio que nos obliga a traspasar esa línea imaginaria que la cotidianeidad nos obliga a no visitar. Justo, al otro lado, es donde transcurren estas doce micro historias: oníricas, absurdas, irónicas…, pero tan acertadas y reales, que le ponen a uno los pelos de punta. Y en medio de este festival de las emociones, Manuel de Mágina ejerciendo de maestro de ceremonias, y lo hace de una forma muy sutil, sin que apenas se note, con una habilidad de gran narrador. Él desaparece tras sus personajes y sus historias, y gracias a eso, el lector solo tiene que ir sorteando los múltiples vaivenes a los que se verá obligado a enfrentarse. En esa batalla incruenta de las últimas necesidades vitales, no hay que hacer uso de la razón lógica, sino de la otra, de aquella que de verdad nos ayuda a ir reinterpretando la vida de los afluentes subterráneos, pues es por ahí, por donde de verdad circulan los más íntimos anhelos del ser humano, esos que nunca se cuentan, salvo, quizá, cuando todo está perdido. Saltitos es un compendio de magistrales dosis literarias de universos únicos y mágicos, que nos ayudan a reivindicar los deseos más profundos de nuestro corazón. Arremeter contra las normas es hacerlo contra la vida que nos afea el comportamiento y nuestra naturaleza. Esa es una de las virtudes de estos doce relatos, pues nos ayudan a soportarnos mejor, y no solo eso, sino a mirar a ese otro lado del espejo, por mucho que tengamos que romper el cristal para llegar allí a donde de verdad queremos ir.

MIRIAM REYES, HAZ LO QUE TE DIGO: COLISIONES GRAVITACIONALES Y VERGAS APUNTANDO AL HORIZONTE
Las almendras..., doradas y blancas. Las sábanas..., bordadas de unas flores que parecen proyectadas por un rayo láser sobre la cama. Y al lado; al lado un cuerpo de mujer..., de dorados cabellos y blanca piel. Estética y sueño. Dulzura y miedo. Todo y nada..., bajo el influjo de ríos manchados de sangre, mares de aire que no pesan o cables de luz que transmiten notas de música. El cuerpo frente al deseo. Lo posible frente a lo que no lo es. Vida y sueño, posibilidad e incertidumbre en busca del dorado. Una tierra prometida que necesita del territorio del otro, pero que antes hay que atravesar plagada de mapas, montañas, riachuelos..., brazos, axilas, piernas. «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo», nos dijo Wittgenstein. ¿Y qué nos importa? si los límites del mundo proyectado por Miriam Reyes en sus poemas son los planetas, de cuyas colisiones gravitacionales, se proyectan vergas apuntando al horizonte. La posibilidad de una nueva vida, sin embargo, es igual de imposible que el principio de incertidumbre, cuando nos expresa que nuestros cuerpos o nuestras vidas son como partículas que no pueden ser observadas y medidas a la vez. Una concepción poética, la de Miriam Reyes, que deviene en esa posibilidad última de unas palabras obsesionadas con el ritmo, la entonación y la musicalidad; palabras exentas de comas o puntos, y en las que ni siquiera caben los títulos. En esa necesidad del continuum a través de las palabras se nos remarca la necesidad del ser uno mismo a través del otro. Miriam Reyes nos obliga a buscar y a encontrar el ritmo interno de sus palabras, y nos obliga también a reconvertirnos en espeleólogos del lenguaje reincidente de sus imágenes. Solo a través de esa búsqueda encontraremos la verdad que, en este caso, no es otra que esa materialidad que se convierte en extrema debilidad: «Parece compacta la tierra/ bajo nuestros pies./ Debajo de la tierra: roca./ Dentro de la tierra: roca/ Y aún así raíces insectos». Tras lo volcánico yace la vida. Al otro lado de la oscuridad existe una última fuerza a la que cada uno bautiza de una forma diferente..., y así hasta el final de los días.

LEOPOLDO MARÍA PANERO, SOMBRA: RETANDO AL VIENTO QUE AZOTA AL SILENCIO
Página, palabra, viento, silencio…, y sombra a la que el precipicio no logra vencer. Los poemas que componen Sombra son como un reto, quizá el último, de intentar vencer al silencio; un silencio que se transmuta en el viento que azota a la página en blanco, sobre la que Leopoldo María Panero, cual águila, planea al acecho: «Un águila cae sobre la página/ Un águila SE ENFRENTA A LA NADA/ Dialogando a solas con la nada/ Acerca del abrazo del viento/ Que cae como lluvia sobre la nada». Página en blanco que se erige como la lanza que se clava en el corazón de la soledad. Soledad del poeta que se aísla dentro de su propia selva, en la que de vez en cuando tienen cabida Eliot —«In my begining is my end»—, Ezra Pound, Wallace Stevens, etc, como si todos ellos uniesen sus fuerzas y convirtieran sus palabras en un eco que lucha contra el olvido. Olvido en forma de martillo, cuchillo, ceniza, tumba, silencio… Puro ejercicio de terror el del olvido que, cual alimaña, se apodera de nuestros sueños: «La vida es puro terror/ Terror de un alma negra/ Que reza silenciosamente a la muerte/ Que reza por un animal que no tuvo suerte/ Y que llama con palabras silenciosamente/ A la muerte». Hay un animal herido dentro de cada uno de nosotros y Leopoldo lo sabe bien, pues él le incita a salir y luego a luchar, igual que el tiempo reta al viento que azota a la página en blanco. Sombra sobre blanco, sombra sobre la nada, pues quizá solo seamos eso: nada. ¿Qué quisimos ser?, ¿qué fuimos en realidad?, ¿qué quedará más allá de nuestros versos? ¡Concento de la vida, conviértete en un dulce sueño!, ¡cánticos de la sinrazón devolver las cenizas a su seno!, ¡y volver allí, donde la ternura se pinta de azul!, ¡y dejadnos descansar a la luz de una pálida vela!

SAMANTA SCHWEBLIN, SIETE CASAS VACÍAS: EL PARAÍSO DE LOS UNIVERSOS CERRADOS
En ciertas ocasiones, la mente humana camina en paralelo a la realidad, en una especie de paraíso de los universos cerrados que nos aleja de ese otro mundo en el que los demás corren y vuelan sin saber muy bien por qué ni a dónde. Existe la posibilidad de regresar al punto de partida, a partir del cual todo nos empezó a resultar distinto, por lo que tenía de auténtico y único. Sin embargo, esa opción no existe en Siete casas vacías, pues Samanta Schweblin se empeña una y otra vez en llevarnos de visita por los huecos de las casas donde solo caben los fantasmas o ese parte del alma que se desmarcó de una forma muy juiciosa de la parte racional de nuestro cuerpo. Esta recopilación de relatos es un conjunto de miradas que se pierden tras la cortina de un cristal, adornado de múltiples gotas de agua, que hacen las veces de cortinilla entre realidad y ficción. Esas gotas, con las que se distorsiona la luz del sol, son las que la autora argentina nos muestra en estos seis relatos cortos y una nouvelle que se disfraza de relato sin llegar a serlo. En ese universo literario de soledades y silencios, y espacio geográfico de casas vacías, hay una trágico desdén a la hora de replantearse ese sentimiento de culpa que hizo sentir, a cada uno de los protagonistas de los relatos, la necesidad de huir de sí mismos y, de esa forma, no tener que afrontar la transmisión de sus miedos más allá de la línea del horizonte, en este caso, reconvertido en una imaginaria línea de la esperanza. Algo, a lo que sin duda, contribuye su economía verbal y la ausencia de adjetivos que convierten a la prosa de Schweblin en pragmática, como buena parte de sus personajes, perdidos en sus propios ditirambos.

VICENTE VALERO, EL ARTE DE LA FUGA: ATRAPANDO ALMAS DE POETAS ENTRE LAS SOMBRAS DE SU PASADO
Dejar este mundo es el último de nuestros arrebatos, aparte de una forma de fuga; de fuga de nosotros mismos, como muy bien nos recuerda Vicente Valero en este magistral El arte de la fuga. A través de un pulcro e inteligente ejercicio de estilo a la hora de escribir y narrar una historia o unos acontecimientos, el autor ibicenco nos apunta tres formas en las que el cuerpo se convierte en alma, o donde, al menos, uno deja de ser aquello que era. La sutileza e inteligencia con la que lo hace es digna de admiración. Este es un libro que te perturba por lo bien escrito que está, y que te deja mal, pues te hace sentir que todo aquello que tenías por cierto es puro humo, ya que todo él es pura magia y ensueño. Valero tiene, y proyecta, un poder de evocación sobre sus palabras muy parecido al que también atesoró Thomas Wolfe en su momento. En el pandemónium, de confusión y ruido, que rodea a la muerte o al cambio, Valero se agarra con fuerza al arte de la escritura, pues este escueto libro, es eso, puro arte literario. Una vez más, los editores de Periférica dan en el clavo, y saben saciar la sed de aquellos que buscan, en la actualidad, algo distinto en el mundo editorial en castellano, quizá, de ahí, su éxito. Julián Rodríguez y Pepa Flores buscan y nos proporcionan aquello que de verdad se va a quedar en nuestro subconsciente para siempre, y este libro es un buen ejemplo de ello.

Ángel Silvelo Gabriel.

martes, 29 de diciembre de 2015

FRAGMENTOS: LAS MEJORES PROPUESTAS TEATRALES DEL 2015



Si algo nos queda claro después de asistir a diferentes salas (independientes y oficiales) y propuestas, es que el teatro ya no es solo el acto de declinación de un texto sobre un escenario. El teatro en España, en estos momentos, se ha ido apoderando, junto con el devenir de los tiempos (donde la tecnología es la gran posibilitadora de este avance), de esa otra opción que es conceptuar el teatro como un espectáculo total, en el que las luces, los efectos especiales, el atrezzo, y la música son tan portentosas como el propio texto. Estos elementos, que podríamos considerar como el aparte del gran esqueleto teatral, se convierten, sin embargo, en una parte importante de este universo, por su gran capacidad como creadores de grandes atmósferas; atmósferas donde los sueños de hacen posibles y donde los dramas son tan reales como la vida misma. Atravesar esa fina línea que, a veces, separa realidad y ficción es posible sobre las tablas de un teatro, entre otras muchas cosas, gracias a esos mágicos artilugios de los que se ha apoderado el teatro. En este sentido, muchos de los directores de teatro del panorama nacional se han dado cuenta de ello, y a pesar de considerar arriesgadas sus propuestas, hacen suyo este avance dentro de la escena española, dotando a sus montajes de grandes aciertos.



Dentro del amplio número de producciones que se han puesto en escena en nuestro país, vamos a resaltar solo algunas de ellas, y con ello, incidir en que continúe esa mala salud de hierro del teatro en España, pues poco a poco, va desplazando a las propuestas cinematográficas con montajes mucho más interesantes que los fílmicos, lo que convierte a nuestro país, y en concreto Madrid, en uno de esos destinos principales a la hora de disfrutar de este bello y noble arte del teatro.



He aquí, un breve resumen de lo visto y vivido en el año 2015.



Cuando deje de llover, de Andrew Bovell: la melancolía como catarsis ante el paso del tiempo

La posibilidad de construir un futuro mejor en el que poder habitar y convivir, con la que Andrew Bovell nos concede un poco de consuelo, es la única posibilidad que le queda a esa melancolía capaz de romper las barreras del tiempo para intentar tejer, con los restos del naufragio que le quedan, algo del amor de antaño. No obstante, tan loable sentimiento es poco menos que imposible, si nos atenemos a esta epopeya —de representación sublime— de la derrota del ser humano. Sin la intensidad de los dramaturgos norteamericanos de la segunda mitad del siglo XX, pero con la precisión de los mejores cuentistas de todos los tiempos, Bovell, cual artesano relojero nos va desgranando pieza a pieza, palabra a palabra, frase a frase, el poder de las grandes historias capaces de convencer y conmover. Algo que se palpa en el ambiente durante la representación y que tiene su punto álgido al final de la misma, donde un público entregado y todavía atónito por lo que acaba de ver, oír y sentir —en pie— se rinde y lo manifiesta con una prolongada ovación de varios minutos. Cuando deje de llover es la posibilidad y la necesidad de reencontrarse con el arte total, pues es el reflejo de la vida con mayúsculas, de las proezas y miserias de un ser humano condenado a equivocarse generación tras generación, pues la esencia del hombre está programada para caerse y después volverse a levantar. En ese continuo devenir de bajadas y subidas, subidas y bajadas, construimos un mundo cada vez más marchito de un hálito de esperanza. La entereza y maestría con la que lo hace y lo consigue Bovell, es sencillamente magistral. Este texto, sin duda, quedará ahí para siempre, entre los grandes textos dramáticos escritos en cualquier instante del espacio- tiempo teatral. Aparte, quedará la bondad y generosidad del autor para con los espectadores, con esos giros simbólicos en el lenguaje, y las metafóricas repeticiones que se cuelan en la memoria del espectador como el mejor de los cinceles lo hace sobre las piedras cuando graba nombres y fechas, epitafios y sentencias.



La bella de Amherst (Emily Dickinson), bajo la dirección de Juan Pastor: la pasión por la palabra de un alma encendida

El viento que sopla las hojas de un árbol sin que nadie se lo exija, es como ese diapasón de nuestro día a día que transforma lo sencillo en virtuoso o sublime. Ambos, sonidos y objetos que devienen en ideas, adornan el escenario del Teatro Guindalera, convirtiéndole de ese modo en una especie de altar: místico, único, entrañable..., donde una fantástica y portentosa María Pastor da vida a la gran poeta norteamericana Emily Dickinson y a sus fantasmas. Los objetos que la protagonista va poniendo en pie a medida que avanza la obra, no son sino otro acertado guiño a la idea de reconstrucción tan presente en la representación de esta versión de La bella de Amherst, porque esa forma de levantar objetos, simbolizan la necesaria cadencia narrativa a la hora de reinventar una vida desde las cenizas de sus recuerdos, lo que unido a la omnipresente verbalización de sus poemas, nos hacen sumergirnos en un universo propio, tan inquietante como bello. Esa fue una de las metas de Dickinson que, al igual que John Keats, se apoyó en la naturaleza y su belleza para intentar dar respuesta a la visión que cada uno tuvo de la esencia de la vida, y por ende, del ser humano. Un diálogo que llevó a la poeta a esa última necesidad de ver y vivir el mundo desde el más profundo de los aislamientos —el de su casa—, como la muestra más palpable de la renuncia al mundo exterior que busca reinterpretarse a través del yo poético más íntimo, tras el que subyace el convencimiento, por parte de la poeta, de las limitaciones a las que los demás la sometían. La huida de esa gran cárcel universal, Emily Dickinson, la resuelve mediante la creación de su propia celda en la que poder liberarse de esa ciega incomprensión que la rodeaba. Ella lo hizo a través de sus poemas, y con ellos, puso de manifiesto el anonimato al que fue sometida por la sociedad en la que le tocó vivir, a lo que hay que añadir la no menos necesaria redención de su silencio gracias a la labor un familiar o amigo, en este caso, de su hermana pequeña Lavinia. De esa forma, los poemas de Emily Dickinson formaron parte de las huellas del silencio mientras ella vivió, pero a día de hoy, son uno de los máximos exponentes de la lírica norteamericana. Una renuncia, la de su obra, a la que sí se enfrentó, Walt Whitman, con notable éxito. En este sentido, cabría preguntarse: ¿cuáles son los parámetros mediante los que nos deberíamos plantear los conceptos de libertad, para que de una vez por todas pudiéramos arrancarnos de nuestra memoria el estigma de la travesía solitaria de Jane Eyre por los angostos páramos ingleses o el simbolismo de la loca del ático?



La mirada de Eros, bajo la dirección de Irina Kouberskaya, en el Teatro Tribueñe de Madrid: el éxtasis de la fantasía

El destino, marcado por el azar o la casualidad, se abalanza sobre nuestras vidas de una forma tan caprichosa como irracional, tan onírica como lírica. Expresiones, todas ellas, que definen la verdadera impostura de nuestra existencia. Un simple movimiento de una carta y hubiésemos sido otros; un simple gesto del destino y nuestro nombre y nuestra filiación serían distintos, como distinto podría ser el color de nuestra piel. En este sentido, el lenguaje gestual que emplea al inicio de la obra Iván Oriola es muy significativo, como significativa es también la introducción que la propia Irina Kouberskaya hace a la adaptación del cuento de Vladimir Nabokov, Cuento de hadas, pues con ella, nos manda uno de esos mensajes universales que solo poseen las grandes obras de arte: lo efímero y caprichoso de nuestra existencia. En un mundo mecanizado, en el que la tecnología nos delinea y nos sistematiza la vida, la directora rusa, cual reina consorte de la otra vida, nos advierte de lo equivocados que son esos postulados: oscuros y ponzoñosos como solo lo pueden ser la barbarie y la destrucción, cabría añadir. Todo es un sueño, nos dice Irina, un sueño que nos lleva hasta el éxtasis de la fantasía; una fantasía que se adorna de la música de películas antiguas e imágenes que se cuelan en el escenario en una especie de NODO testimonial del ser humano. Envoltorio mágico el que persigue a las obras de la Sala Tribueñe, y que le proporcionan ese plus de arte total, pues ese arte dentro del arte, es el mejor testigo de las múltiples posibilidades del teatro en la actualidad. Montajes arriesgados que, sin embargo, siempre convencen, pues apabullan a nuestro subconsciente de imágenes que nos obligan a volver a ellas una y otra vez de una forma irreflexiva. No obstante, ese es solo el papel con el que está envuelto el armazón de esta obra, genial por momentos, irónica y sarcástica en otros, y que pone de manifiesto la gran capacidad creadora e imaginativa de una Irina Kouberskaya poseída por la mágica fuerza de los sueños. En este sentido, el universo onírico y poético que la directora rusa es capaz de plasmar a la hora de imaginar una obra, en este caso, alcanza cotas altas, muy altas, pues esta vez en su afán de divertirse y soltar los cabos de sus anteriores montajes dramáticos nos envuelve como solo lo hacen las hadas en un delirante y mágico espectáculo de magia, entendida esta como un teatro del mundo donde la vida, el amor y la fantasía se convierten en la fuerza que mueven a un universo único, por lo esencial que resulta, y necesario, por la autenticidad con la que se nos revela. Es verdad, Erwin es de esos personajes que se quedan dentro de uno para ayudarle a entender la vida de otra manera.



Bertolt Brecht, Madre coraje: un grito silenciado por la oscuridad de la noche

¿Qué hay más funesto que entregar a tus seres queridos a la barbarie de la guerra? La codicia por el dinero, la necesidad de la traición, el instinto de supervivencia…, todos juntos, cual grito silenciado por la oscuridad de la noche, pues este es un grito que a nadie espanta, como en períodos de paz lo son los alegatos de la guerra. Un grito del silencio en el que los lobos acuden al calor y la luz de la hoguera donde se concita el reparto del botín. Tesoros sin brillantes, victorias sin desfiles ni gloria, pero botín al fin al cabo, pues la recompensa se cuenta, moneda tras moneda, muerto tras muerto, como muy bien nos recuerdan en este viaje a las tinieblas: «la corrupción es nuestra última oportunidad», posibilidad infame la que escudriña el hombre en las encrucijadas de la noche. Sin embargo, Madre coraje no se queda ahí, porque Brecht nos acecha con su carga de toma de conciencia y de coraje cuando nos recuerda que: «ninguna causa está perdida si queda un insensato dispuesto a luchar por ella». Insensatos hay muchos, quizá, más que causas, y el dramaturgo alemán lo sabe muy bien cuando nos muestra su particular despiece del ser humano. A un lado, los sentimientos más puros (como el amor a los hijos, la lucha por la libertad y la justicia), y al otro, el lado oscuro de esa misma especie (la traición, la codicia, la sinrazón). Y esa es la lucha que, en un ring cargado de simbolismo, nos presenta Bertolt Brecht, para intentar ahuyentarnos de los malos espíritus de las consecuencias de la sinrazón. Guerras hay muchas y, sin duda, la peor de todas ellas es la que asola a nuestro propio cuerpo y se instala en nuestra propia conciencia acompañada de los peores demonios, pues estos, antes o después, doblegarán a nuestros más puros instintos en su lucha por poseer aquello que día a día se nos muestra, y que, nosotros siempre caprichosos, queremos tocar con nuestras propias manos. Querer lo que se ve no es malo en sí, lo que es pernicioso es poseerlo sin medida y sin respetar las reglas del juego. Como nos recuerdo Brecht: «no dejaré que hablen mal de la guerra./ Dicen que destruye a los débiles,/ pero esos revientan también en la paz./ Lo único que pasa es que la guerra alimenta mejor a sus hijos».





Ángel Silvelo Gabriel.


TEATRO TRIBUEÑE: PROGRAMACIÓN ENERO 2016


lunes, 28 de diciembre de 2015

FRAGMENTOS: LO MEJOR DEL AÑO 2015 EN EL PANORAMA MUSICAL ESPAÑOL



Si por algo se ha caracterizado este año 2015 en el ámbito musical indie español, es por la aventura en solitario que muchos grupos han tenido que iniciar para grabar  y promocionar sus nuevos discos. El crowdfunding ha sido la fórmula elegida por una parte de ellos, lo que por un lado les ha minimizado los gastos que conlleva cada nueva etapa musical, pero también, el tener que dejar a un lado aquellos contactos que ya les vienen rodados por las agencias de promoción existentes. Sin embargo, esto también nos quiere decir que, para todos aquellos que no conforman ese grupo cabecero de bandas con gran presencia en medios y festivales, las redes sociales y el boca a boca de los conciertos son, en definitiva, su única tabla de salvación, más allá de los canales oficiales.

Otro dato a destacar, es la cada vez más nula presencia de medios y críticos especializados que aborden con un cierto interés y exigencia el análisis de la música independiente española. Se van perdiendo lectores a pasos agigantados día a día, y esta acotación, no es sino el síntoma y el mensaje que nos lanza una sociedad a la que no le interesa leer, ni siquiera acerca de aquello que en teoría le interesa. Un servidor, por su parte, también deja de hacer reseñas de discos y conciertos a partir de este año, si bien es cierto, que por motivos distintos a los anteriormente citados. Esa falta de críticos  y lectores, nos lleva a un panorama donde solo se escucha y se defiende a capa y espada aquello que nos gusta, lo malo de esto, es que lo hacemos, cada vez más, de una forma un tanto acérrima e infantil, lo que nos lleva a obviar aquello que no es de la cuerda que nos hemos auto impuesto. Este nuevo síntoma de pobreza musical, nos lleva a dejar a un lado a otros artistas y grupos que merecen la pena, y mucho, ser escuchados. El panorama de la música indie española, se parece cada vez más a una liga de fútbol exenta de autocrítica.

Dicho lo cual, y tras haber reseñado más de treinta discos a lo largo del año, paso a hacer una breve lista —la última— de lo que para el blog Fragmentos, que edito desde el año 2007, ha sido lo más destacado en el panorama indie de la música española. Como dice el refrán: para gustos los colores.

Mejor álbum de estudio (grupos): Pasajero, Parque de atracciones, sin duda la constatación del buen hacer de este grupo que, con este larga duración, han logrado elevar la lírica de sus guitarras a cotas inimaginables. Un gran trabajo de composición en cuanto a letra de sus canciones y de su música repleta de momentos memorables. Todo un acierto.

McEnroe, Rugen las flores. En otro registro más intimista, se encuentra el grupo vasco, que a medida que avanzan sus discos, va dotándoles de una mayor fuerza, que no profundidad, a sus melodías. Mcenroe es, sin duda, el grupo de las grandes melodías del panorama indie español, y a cada nuevo álbum, tenemos una nueva demostración de ese músculo y esa energía que logran trasladar al directo de una forma casi mística.

Mejor canción: Second, Nivel inexperto. Dentro del desigual último trabajo de los murcianos, llamado Viaje iniciático, hay sin embargo, dentro de él, cuatro o cinco temas dignos de alabanza, y este es uno de ellos, pues es de largo, la mejor canción del disco. Un tema que, por sí solo, nos vuelve a sumergir en esas atmósferas potentes y vibrantes que nos llevan hasta ese lugar donde siempre nos hemos sentidos muy cómodos e identificados con el buen quehacer de Los Cinco de Murcia.

Mejor concierto en directo: Izal en El Palacio de los Deportes de Madrid, porque ahí sí demostraron y justificaron el caché que les sitúa en la parte más alta de la tabla de la música española en la actualidad. Potentes, intensos y con una puesta en escena muy cuidada, no defraudaron en esta puesta de largo tan especial y mastodóntica, con un Palacio lleno hasta la bandera. Una gran afluencia de público que cantó y coreó una a una las composiciones más populares del grupo hasta la extenuación. Todo un éxito.

En la otra parte, de lo que puede ser una actuación en directo, hay que colocar a Tulsa, con un vibrante, por emotivo y singular, concierto, que Miren Iza nos ofreció a principios de año en el Museo del Romanticismo de Madrid. Un espacio mágico que la cantante vasca supo llenar con la robustez y rotundidad de sus letras y su música.

Mejor grupo emergente: Helena Goch, por la magia que despliega en cada una de sus canciones, siempre dotadas de un duende especial que las hace únicas, lo que unido a esa forma tan particular de interpretarlas, la convierten en un torbellino interpretativo que va a dar mucho que hablar. Un gran desembarco.  

Más aguerridos  en su forma de entender la música son Viva Suecia, de los que hay que destacar la contundencia de sus guitarras, avivadas por unas melodías muy convincentes y llenas de destellos de otras épocas, siempre gloriosas, del mundo de la música.


Mejor músico y compositor: Nicolás Pastoriza representa como nadie lo que se ha dado en llamar como artista total. Maneja todas y cada una de las facetas interpretativas y narrativas del ámbito musical, y para muestra, su último trabajo, Luna de Kubrik, donde vuelve a generar ese tipo de energías distintas y envolventes, que te hacen sentir que escuchas algo nuevo y diferente cada vez. Sin duda, todo un referente en el panorama musical español.

Otras músicas: en este apartado, me gustaría destacar el trabajo de Sandra Bernardo, Gardenia, por la valentía que representa salirse de los moldes más usuales del indie español y atreverse con otras sones y otras músicas. Un riesgo del que sale airosa con este EP.

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 21 de diciembre de 2015

LOS DIOSES DESTERRADOS, UN POEMA DE FERNANDO PESSOA



Los dioses desterrados
y hermanos de Saturno,
a veces, al ocaso
acechan nuestras vidas.

Remordimientos buscan
tener junto a nosotros,
tener también nostalgias
y sentimientos falsos.
Así, es su presencia
—dioses que el desterrarlos
volvió espirituales—,
de materia vencida,
lejana e inactiva.

Vienen, fuerzas inútiles,
a hallar entre nosotros
aquel dolor y tedio
que ellos nos arrebatan,
como a un borracho trémulo
la copa de su gozo.

A hacernos creer vienen,
cual despechadas ruinas
de fuerzas primitivas,
que el mundo es más extenso
de los que se ve y toca,
para que así ofendamos
a Júpiter y a Apolo.
Así, hasta el terrenal
confín del horizonte,
viene Hiperión llorando
por el carro que Apolo
robárale, al ocaso.

Y color el crepúsculo
muestra de ese dolor
de una deidad lejana
y óyense unos sollozos
allende las esferas...
Así lloran los dioses.



Traducción de Carlos Clementson


jueves, 10 de diciembre de 2015

TEATRO TRIBUEÑE PRESENTA: FIESTA DE FIN DE AÑO


ANTONIO TABUCCHI, SUEÑOS DE SUEÑOS SEGUIDO DE LOS TRES ÚLTIMOS DÍAS DE FERNANDO PESSOA: LA FACULTAD DE SER OTRO DENTRO DE LA LITERATURA


Soñar aquello que quisimos ser y no fuimos, o mejor dicho, reinterpretar el sueño de aquellos a quienes admiramos a través de alguno de los sucesos más importantes de sus vidas, pues esa parece ser la premisa que Tabucchi se autoimpuso a la hora de acercarse a cada uno de los personajes de los que se inventa un sueño, demostrándose a sí mismo, y a los demás, que hay vida más allá de la vida y de la obra de un autor, pues él, reconvertido en muchos otros a la vez, ha sido capaz de dar vida y de reinterpretar los sueños de aquellos a los que admiraba, creando de ese modo un nuevo género literario: el de la narrativa onírica a partir de los sueños de otro, lo que sin duda, nos lleva a esa nueva —por distinta—, facultad de ser otro dentro de la literatura. El conocimiento que Tabucchi demuestra de cada una de las personas con las que sueña en esta brumosa recopilación de sueños, nos habla, de la cercanía consustancial que el autor de estos breves relatos tiene de la vida y la obra de aquellos a quienes suplanta en sus sueños. Caravaggio, García Lorca, Chéjov, Pessoa o Freud, solo por citar a algunos de ellos, se van sucediendo en esta cadencia de instantáneas imposibles que, sin embargo, en la destreza narrativa de Tabucchi, cobran vida propia más allá del hecho que las propician, para convertirse en esa otra posibilidad de lo imposible, porque quizá, si no fuera por la escritura, no tendríamos la facultad de dejar constancia de ese ser otro dentro de la literatura, una opción que va mucho más lejos de la capacidad oral, como instrumento de transmisión de la cultura entre los hombres. En este sentido, e igual que ocurre en muchos casos en la tradición de muchas culturas —sobre todo antiguas—, donde los cuentos son transmitidos de generación en generación oralmente, todas estas breves historias para nada simples —y reconvertidas cada una de ellas en esclarecedoras demostraciones del arte de la síntesis dentro de la literatura—, comienzan con una misma situación, pues en primer lugar se nos fija el día y el año del sueño, para a partir de ahí, presentarnos al protagonista en cuestión seguido de las siguientes palabras: «… tuvo un sueño. Soñó…»; una expresión que nos precipita por una cascada de acontecimientos y situaciones singulares, lo que nos provoca esa grata sorpresa al sabernos testigos directos de la maravillosa capacidad de transformación con la que se amolda a cada persona en cada uno de los relatos, y todo ello, bajo la magistral escritura de un Tabucchi tocado por la varita mágica de la ensoñación. Esa es, sin duda, una de las características principales de cada una de estas fotos fijas de un momento concreto en la vida de cada uno de los personajes elegidos por el autor italiano, pues nos presenta al protagonista de esa forma en la que nunca le habíamos imaginado, lo que nos proporciona nuevas pistas que seguir, a la hora de dibujar un nuevo retrato de aquel que se nos muestra, pues todas ellas son como ese material inesperado e insospechado que nos viene dado bajo la bruma de los sueños.



Un comentario aparte, requiere, el último y más extenso de estos relatos, donde Tabucchi, de un modo nuevamente magistral, nos recrea los tres últimos días del poeta portugués Fernando Pessoa —algo que, por ejemplo, ya hiciera Raymond Carver con Chéjov en su famoso relato Tres rosas amarillas—, y nos lo narra desde que abandona, por última vez su casa, y después de que ordenara ir a buscar a sus barbero para que le afeitara y le dejara pulcramente visible de cara a los demás. En este relato dividido en tres partes, que abarcan respectivamente los días 28, 29 y 30 de noviembre de 1935 (fecha de la muerte de Pessoa), asistimos con delectación al cariño, acierto y profundo conocimiento que Tabucchi tenía sobre Pessoa, y en esa suerte de casualidades y paradojas, leemos maravillados las diferentes despedidas de los más importantes heterónimos del poeta portugués más universal, y así, por esa habitación del hospital de San Luis de los Franceses del Barrio Alto de Lisboa, se van dando cita el ingeniero Álvaro de Campos, su padre espiritual Alberto Caeiro, el epicúreo Ricardo Reis, su amigo Bernardo Soares —quien escribe el famoso Libro del desasosiego—, y el anciano venerable António Mora, justo hasta que el genial Pessoa pide sus gafas y exclama su última famosa frase: “no sé lo que traerá el mañana…”

 
Ángel Silvelo Gabriel.

FALLADO EL I CERTAMEN NACIONAL DE NOVELA MUNDOPALABRAS.ES PARA ESCRITORES NOVELES

Ya os podemos comunicar que ha sido fallado el I Certamen Nacional de Novela mundopalabras.es para escritores noveles. A este concurso, organizado por mundopalabras.es en colaboración con la editorial Última Línea, se podía presentar cualquier autor mayor de 18 años, de cualquier nacionalidad, con residencia en España, cuyas obras fueran inéditas (incluido Internet y autoedición) y no premiadas ni pendientes de fallo en otro certamen.

Tras haberse presentado 18 obras y gracias a la inestimable colaboración de un jurado de lujo entre quienes se encuentran Francisco Narla (conocido autor de novela histórica), Susana Santaolalla (periodista de RNE) y María José Moreno, autora de Bajo los tilos (Ediciones B) y La trilogía del mal (Ediciones Versátil), ha sido declarado ganador Jesús Iturbide Elizondo, con la obra Su secreto mejor guardado. El premio consiste en la publicación por parte de la editorial Última Línea de la novela ganadora, que contará con distribución nacional.

Enhorabuena, Jesús, y nuestro agradecimiento más sincero a todos los que habéis participado en este certamen. No dejéis de estar atentos a nuestra página, ya que próximamente habrá más concursos de interés.

LLEGA EL III CERTAMEN INTERNACIONAL MUNDOPALABRAS DE MICRORRELATOS

Ya está aquí la tercera edición de nuestro certamen internacional de microrrelatos, que en esta ocasión lleva el nombre de “Guerreros Solidarios de las Palabras”, por tener entre sus principales objetivos la colaboración con la Asociación Actays (Acción y cura para Tay-Sachs).
El fin de vincular nuestro certamen con Actays es el de darle visibilidad y apoyo a una asociación que tiene como principal objetivo fomentar la investigación que ayude a encontrar una cura para las enfermedades de Tay-Sachs y Sandhoff, catalogadas como enfermedades raras que afectan a los niños, así como crear una red de apoyo a las familias afectadas. Os recomendamos visitar su web y colaborar, al menos, dándoles difusión.
A este concurso, de carácter internacional, se podrán presentar obras de temática libre, con una longitud máxima de 100 palabras, con la posibilidad de ganar los siguientes premios:
Tanto los ganadores como los finalistas y una selección de los que, a juicio del jurado, sean merecedores de publicación, serán publicados en un libro que editará mundopalabras.es. Para leer las bases en su totalidad y participar, hay que visitar el siguiente enlace: http://www.mundopalabras.es/tercer-certamen-internacional-mundopalabras-microrrelatos/.
No te lo pienses, ejercita esa creatividad que todos llevamos dentro y conviértete en uno de nuestros guerreros solidarios de las palabras. El plazo de participación es desde hoy, 1 de diciembre de 2015 hasta el 10 de enero de 2016 a las 23:59.
¡Gracias por participar y difundir!
Nuestro más sincero agradecimiento, por su colaboración, a la escuela de formación de escritores Sinjania.

jueves, 3 de diciembre de 2015

THE BRIGHT, LÍNEAS DIVISORIAS: DEL FOLK AL ROCK BAJO EL VÉRTIGO DE LAS PASIONES ATORMENTADAS


 
Cargados de guitarras y ritmos trepidantes, The Bright se han escapado de las tranquilas praderas del folk más genuinamente americano para, desde una óptica con más nervio, pero no más intensidad, revisitar su sonido en una suerte de viaje interestelar que les ha llevado al otro lado del océano Atlántico. Eléctricos, vibrantes y ágiles, Myriam Gutiérrez y Aníbal Sánchez se desenvuelven con soltura por las tortuosas vías del rock y del pop-rock más auténticamente anglosajón, y lo hacen con melodías que todavía presentan algunos tintes oscuros de su anterior larga duración, pero que repelen ese ensimismamiento que poseía Estados. Erradicados en el refugio de ritmos y melodías entusiastas, con pequeños aderezos de melancolía y desasosiego, el dúo leonés va en busca de un público más amplio que les permita escalar puestos en el complicado ranking del indie español. Y presentan su candidatura con once canciones que quieren quedarse en nuestro subconsciente sonoro desde la premisa de que la línea del horizonte también puede llegar a ser nuestra. Esa innata referencia de aquello que nos parece que nunca llegaremos a conseguir —pero que anhelamos con toda nuestra alma—, y que por eso luchamos por poseerla, es la trepidante persecución que han iniciado The Bright a la hora de llegar a las revueltas y salvajes aguas donde se deposita eso que llamamos éxito. Las claves están claras y las intenciones también…
 

El disco se abre con Fuego abierto, una de las composiciones que más se asemeja a lo dicho, no en vano su letra nos dice: «Todo parecía un gran invento para escaparte de la tempestad y la corriente que pudo arrastrarte». Con glaciales o sin ellos, la posición y posesión que las guitarras ejercen sobre la melodía de esta canción es más que patente y nos aleja de aquellos otros recuerdos del grupo. Algo más encriptada es Aire, elegida como single o primer videoclip que abre la brecha de este Líneas divisorias, donde como dice la letra de esta canción: «No es tan sencillo disimular», que se adorna de un potente bajo y unas cadencias que buscan subirse a esa cima que, como una montaña rusa, es aquello que Myriam Gutiérrez busca en la letra de este segundo corte del disco. Eso sí, las letras y los ritmos de los temas van, poco a poco, buscando esa otra cadencia más íntima y oscura, quizá, porque quieren atravesar esa línea divisoria que The Bright han trazado en el sonido de este disco, y Extrarradio es uno de esos ejemplos, donde lo aguerrido de las guitarras no es óbice para que la voz de Myriam se convierta en algo así como un grito de libertad en las cenizas de la derrota. Una sensación que se difumina en Piedras, sin duda, uno de los mejores temas de este disco, pues es fiel reflejo de todo aquello por lo que han apostado The Bright en esta nueva etapa. Directa, sin fisuras y con una melodía que entra sola, es un tema capaz de aunar todos los aciertos de un medio tiempo intenso, vivo y fugaz como el mejor de los deseos.
 

Si el grupo leonés hubiese trazado una línea divisoria en la que compartimentar las canciones de este disco, seguro que El final del amor sería una de las que estaría en la orilla contraria a Piedras. Dinámica y aguerrida como el resto, en este tema, sin embargo, se empieza a respirar ese desencanto que tantas veces se apodera de nuestro maltratado espíritu cuando no somos capaces de ver cumplidos nuestros sueños: «Fue una noche sin alcohol de aquellas que recordaré dormidos en aquel colchón». Guitarras oscuras que nos ayudan a verbalizar el desamor muy bien acompañadas por la voz de Myriam. En ese viaje de no retorno, sin embargo, siempre hay un espacio para la nostalgia, y ese melancólica sensación se llama Tarde, pues el ritmo más pausado nos enseña los dientes de aquello que tan bien sabía hacer The Bright en sus dos anteriores trabajos: «Y me vuelvo a aproximar el horizonte tan lejos no está, pero sigo atada bajo el agua». Pero para que la nostalgia no haga mella en nuestros corazones, nos sumergimos en las aguas de un pop-rock más dinamitero, en el que las sensaciones que nos producen más extrañeza, se dan la mano para ayudarnos a seguir el camino. Veintidós grados avanza así en esta especie de senda acústica por la que transita The Brigth de una forma segura y sin grandes sobresaltos, lo que nos lleva hasta La hierba, un tema que busca un nuevo refugio en la inmensidad de un universo que no te deja ni respirar: «He visto florecer bajo tus pies lo que no se ve», profunda declaración de agonía existencial adornada de efectos y sonidos que nos envuelven en una suerte de número de magia.
 

La culpa al tiempo nos lleva de vuelta a esa otra parte de la línea divisoria y nos recuerda que lo de Myriam y Aníbal viene de mucho más atrás, ya que aquí, los tambores no son de guerra ni la necesidad de gritar es gratuita. Otro medio tiempo que atrapa y nos impulsa a seguir la senda The Bright, nítida y ligera de miedos que no de sensaciones; sensaciones que nos incitan a saltar, con ellos, a este otro lado. Soñando o no, nos vemos depositados en un espacio interestelar llamado Líneas divisorias, canción que da título al disco y que fusiona las barreras de lo posible y lo necesario, pues juega plagada de efectos sonoros espaciales a esa otra alternativa más cercana a la modernidad del pop actual, donde las cadencias son efluvios de nítidos terciopelos rojos: suaves y apasionados. Un tema más que prometedor que nos deja con, Visceral, de nuevo en la pista de despegue de los ritmos rápidos y altos de The Bright, quizá, para que no se nos olvide cual es la última intención de este Líneas divisorias, un camino que va desde el folk al rock bajo el vértigo de las pasiones atormentadas. 

 

Ángel Silvelo Gabriel.

JESÚS MARCHAMALO, PESSOA, GAFAS Y PAJARITA (ILUSTRADO POR ANTONIO SANTOS): UN CERTERO RETRATO QUE NOS SITÚA TRAS LA SOMBRA DE LA LEYENDA



Caminar elevado unos centímetros del suelo, con esa facilidad que le llevaba a ser casi una sombra de sí mismo. Caminar sin dejar huella, y hacerlo en ese pretendido anonimato por las calles de La Baixa, El Chiado o el Barrio Alto. La vida de Pessoa transcurrió, en su mayor parte, en apenas un kilómetro cuadrado de su amada Olissippo, lo que no fue óbice para que sus sueños no conocieran límites ni fronteras. Ágil, dispuesto y sociable con sus amigos, tal y como ayer —en la presentación de este entrañable y único libro— su autor, Jesús Marchamalo, nos expuso cuando abordó la intensa vida social del poeta portugués, lo que nos llevó a alejarnos, tan siquiera por un momento, de ese pesimismo oscuro y casi dramático de sus composiciones literarias —véase si no, su celebérrimo Libro del desasosiego—. A lo que habría que añadir, que una de las características de las presentaciones de los libros de Marchamalo es que siempre arrojan mucha luz sobre aquello que escribe, y ayer no fue una excepción. Ese poder de la palabra oral, curtida en sus ya muchos años de periodista —sobre todo radiofónico—, es único y magistral, pues moldea las palabras hasta mostrarlas llenas de luz; una luz que, en el caso de este libro, se transforman en palabras escritas que nos proporcionan un certero retrato que nos sitúan tras la sombra de la leyenda, porque Pessoa, al menos para los portugueses, es eso, sino más. Junto a la famosa cantante de fados y actriz portuguesa Amália Rodrigues, Pessoa es el símbolo nacional por excelencia, y si no dan crédito a esta afirmación, solo haría falta que se paseasen por las calles de Lisboa para ver que están plagadas de carteles, camisetas, postales, fotografías, anuncios y souvenirs con la imágenes de este mago de la palabra, que no quiso ser conocido más que por aquellos que él consideraba como iguales a la hora de compartir y discutir sobre política, acontecimientos cotidianos e ideas. Asomarse a Pessoa es hacerlo a uno de los balcones del Gran Cañón del Colorado, o más bien, a uno de los acantilados del Cabo de San Vicente en el sur de Portugal, pues la dimensión de su vida y su obra son infinitas. De ahí que, una vez más, Jesús Marchamalo borde el estilo narrativo a la hora de presentarnos de una forma sencilla, pero intensa y profunda a la vez, la figura y el semblante de un escritor que no tuvo suficiente con su voz, de ahí que se tuviera que inventar cerca de ciento cincuenta heterónimos; voces muchas de ellas con biografía y vida propias, lo que les llevaban a ser más que una mera anécdota literaria. En este sentido, apenas media docena de anécdotas, le sirven a Marchamalo para dejar constancia de su fuerza narrativa a la hora de describir y forjar la semblanza de un mito —la historia de la Coca-Cola es sencillamente genial—, que a medida que salen más papeles de su famoso arcón o baúl, abarca más facetas literarias, ya sean por las cartas de amor que le escribió a su amada Ophelia Queiroz, o por el reciente descubrimiento de su faceta como escritor de novela negra. De ahí, que la precisión y la belleza del texto —plagado de precisos y preciosos adjetivos—, con las que el autor de este librito nos dibuja a Pessoa, sea digno de encomio.
 
Sin embargo, Pessoa, gafas y pajarita no es solo el verbo y palabra, pues el libro tiene el apoyo, la sugerencia, el matiz, la extensión…, de unas magníficas ilustraciones —por otra parte como siempre— de Antonio Santos. Sus dibujos en blanco y negro son el apéndice perfecto que te permiten cerrar ese círculo que forja nuestra imaginación con las palabras de Marchamalo. Sin duda, Nórdica ha encontrado en ambos el tándem perfecto para dar luz a estos retratos magistrales de escritores universales que, por lo dicho ayer, ya tiene autor y nombre para el siguiente número de esta colección —tal y como ayer fue bautizada por el propio Marchamalo en la librería Rafael Alberti—. En este caso y, por aclamación popular, el siguiente número será el de una escritora, la primera de la colección —después de Baroja, Kafka y Pessoa—, y llevará el nombre de la danesa Karen Blixen, más conocida por su pseudónimo literario, Isak Dinesen, que empleó cuando publicó su famoso libro Memorias de África.
 

Ayer, tan solo dos días después del ochenta aniversario de la muerte de Pessoa, pudimos comprobar que, el mito de la vida y la obra del portugués, sigue en alza y más vivo que nunca, quizá, porque tampoco nunca nos cansamos de descubrir nuevos matices y facetas de su leyenda que, como una sombra, se nos escapa de las manos cada vez que intentamos atraparla. 

 
Ángel Silvelo Gabriel