La burbuja del tiempo nos aísla de aquellos acontecimientos que, sin saberlo, marcan nuestras vidas de una u otra forma. Aquella canción. Aquel concierto. Aquella letra que tarareamos una mañana sin ser conscientes de lo que significa. Al final, no hay más cuentas que las que cada uno echa a su yo interior. A eso que los filósofos denominaron como alma. Alma rota. Alma partida. Alma apasionada y luminosa, también. El alma, el tiempo y sus fracciones de un segundo donde una mariposa dentro de un reloj de arena es la perfecta metáfora del inicio de algo. De una nueva vida. De miles. De imágenes y sensaciones que pocas cosas como la música logran transmitirnos una y otra vez en forma de bucle. La música y sus múltiples razones contra todo pronóstico, en definitiva o como Sean Frutos nos recordaba ayer que: «El mañana no existe» al abordar Rodamos la segunda canción de este concierto en el que Los Cuatro de Murcia rendían homenaje al décimo aniversario de su disco Fracciones de un segundo; un setlist que comenzó con Conocerte, una gran canción que representa muy bien lo que antes era su gran especialidad: los medios tiempos. Sean nos recordaba que el mañana no existe y quizá, por eso, ayer lo vivido en la sala El sol de Madrid fue como un boomerang que nos llegó desde el pasado, cargado de buenos recuerdos y sensaciones que recuperamos del frasco de la memoria que siempre nos las guarda esperando la ocasión de devolverlas a ese efímero espacio que es el presente. Un presente, sobre todo eléctrico, el que desplegó ayer Second en el primer concierto de esta mini gira que también parará en Valencia, Málaga y Granada, y que borró casi por completo la producción de Carlos Jean de hace 10 años; un tiempo en el que todo comenzó a cambiar para Second que, después de haber ganado el concurso internacional de bandas GBOB en Londres, accedieron a una gira que les llevaría por las ciudades más importantes de Reino Unido, pero que a pesar de todo, parecía que no acababa de servir para ganarse un sitio destacado en el indie español hasta que compusieron Rincón exquisito, la canción perfecta que lo cambió todo y los llevó hasta las cadenas de radio nacionales que los catapultaron hacia el éxito. Un camino que han conquistado con rotundidad a través de su último disco, Anillos y raíces, incontestable en sus propuestas y un fijo en muchos de los festivales de verano que copan la geografía española.
Atrás quedó la entrevista que le hice a Sean en el zaguán de las escaleras de la Sala El Sol hace ya diez años; una entrevista donde ambos repasamos nuestra admiración por la música de The Cure o The Smiths. Un concierto que, entre otras cosas, nos deparó la versión de la canción Sin aliento del grupo malagueño Danza Invisible, como ayer disfrutamos de la versión que hicieron de Anabel Lee de Radio Futura; o donde volvimos a disfrutar de Todas las cosas con un marcado acento gospel al inicio de la misma, como diez años atrás. Lo que nos lleva a recuperar la metáfora del boomerang pues de algún modo Second, ayer, nos llevaron en una máquina del tiempo dominada por la música a ese otro tiempo donde todo estaba por ocurrir. A ellos a situarlos en la estela de una carrera musical tocada por el éxito y que destierra el nombre del grupo, y a un servidor a cambiar las reseñas musicales por la literatura. Arropados por unos incondicionales seguidores que, colgaron el cartel de sold out como en el resto de los tres conciertos que les quedan, y que vibraron y saltaron en todos y cada uno de los temas que Los Cuatro de Murcia que, casi fielmente, reprodujeron en el orden del disco que editaron en 2009, aunque, como todo, con algunos pequeños cambios, muy acertados por cierto, a la hora de establecer una intensa relación con el público en un pequeño local que les permitió ver, escuchar y disfrutar con los múltiples coros que se produjeron a lo largo de la velada: «Es acojonante que sepáis las letras de estas canciones», dijo un Sean emocionado. Y, al que ayer, hay que agradecer el esfuerzo realizado tras confesarnos que llevaba varios días aquejado de una bronquitis a la que presentó batalla, porque según nos dijo: «no me podía perder estos conciertos», tras lo cual gritó: «¡Vamos a celebrar la vida! Después de que tocaran En el viaje y antes de que sonara Todas las cosas (una de las grandes canciones de la noche). Tras tocar Como sería (una canción que nunca tocan en directo y que fue compuesta por Fran, al que Sean tildó como la alegría de la huerta) acabó la parte principal del concierto.
El primer bis comenzó con 2502, logrando recuperar el ritmo
frenético de un concierto de alto voltaje musical, y que siguió recuperando
canciones como Nivel inexperto (un
tema que en palabras de Sean, Fran Guirao no quería incluir
en Viaje
iniciático
y que fue ampliamente coreada por el respetable). Una versión de la canción
mucho más compacta en su sonido desde que el grupo haya incorporado a dos
músicos en su formación, dándole a sus melodías un mayor amplitud de matices,
lo que también ocurre con Muérdeme,
otro de su temas clásicos. Anillos y raíces (su último álbum)
fue protagonista de la noche con canciones como Sonará en todas partes, una canción destinada a convertirse en otro
de sus grandes medios tiempos, algo que fue corroborado con Invierno dulce: «Sácame de las ventanas,
no me dejes observando/ sorpréndeme, no pares y llévame, fuera de una vez/
Seremos la combinación alegre y divertida/ de toda la reunión, de toda la
ciudad/ saldré con mi versión amable atenta y decidida/ allí donde allá un
acción, podríamos estar/ aplaudiendo y bailando nuestros mejores pasos»; una
canción con pinta de himno, como ya lo son Mira
a la gente y Rincón exquisito, la
excusa perfecta para hacer un segundo bis y dar por terminada una fiesta que ayer
nos posibilitó reunirnos entorno a la música y sus múltiples razones contra
todo pronóstico.
Ángel Silvelo Gabriel.
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