Las coordenadas del destino a veces nos depositan en el centro de un huracán del que, milagrosamente, salimos indemnes y victoriosos. Tras la pandemia, el grupo Arde Bogotá alumbró lo que sería su primer álbum, La noche. Ese despegue sin frenos les ha llevado justo dos años después a publicar su aclamado Cowboys de la A3, donde sus temas ya caminan bajo la estela del éxito sin límites, y a una velocidad digna del mejor Steve McQueen al volante de su Mustang. Una iconografía, la de los coches, que manejan muy bien los de Cartagena tanto en sus melodías como en sus letras —la figura del Cavallino Rampante detrás del escenario así nos lo atestigua—. Un estandarte visual que comparten con la velocidad de sus composiciones. Una velocidad que el pasado sábado en La Riviera alcanzó altas cotas de explosión, y que, para desgracia de algunos de los que allí estuvimos, fue acompañada por un karaoke a grito pelado que difuminó la voz de Antonio García. Voz, por otra parte, personalísima y potente que a día de hoy es la mejor seña de identidad de Arde Bogotá, que lejos de Los Héroes del Silencio con los que se los ha comparado, navegan en ocasiones cerca de las aguas de bandas americanas como Interpol, pues el sonido que desprenden sus guitarras así lo atestiguan, tanto o más que ese bajo de fondo de Pepe Esteban que resulta rompedor.
Por lo visto, oído y vivido en La Riviera, los de Cartagena dividen su fórmula musical, temática y virtual entre animales, coches y amor. Mucho amor, al que las letras de sus canciones, adornan de imágenes entre salvajes y electrizantes donde se mezclan el perdón, la rabia y la derrota, eso sí, revestida de salvación y gloria: «El camino hacia el perdón se nos ha hecho muy largo»; una catarsis que también está presente en este estribillo: «Salgamos del hotel como lagartijas/ Huyamos de este fuego que nos extermina/ Vayamos en tu coche hasta la Argentina» de su tema Besos y Animales. Besos que sus fans más enfervorizados no pararon de lanzarles al escenario en forma de móviles al aire. Expresiones gestuales y afectivas que necesitan de esa realidad virtual que transita tras una pantalla como elemento indispensable para llegar a un falso éxtasis de felicidad. Relaciones amorosas profilácticas —en contraposición con las letras del grupo— con las que sus fans disfrutan como si estuvieran viendo una serie de Netflix en el salón de su casa. Esa virtualidad de imágenes y chillidos sin duda desvirtuó el verdadero y auténtico sonido de un grupo llamado a batir todos los récords en muy poco tiempo. Quizá, junto a Viva Suecia, serán los próximos Vetusta Morla o los desaparecidos Izal.
En esta fiesta colectiva de salvación y gloria Antonio García anunció a los presentes la posibilidad de conseguir en preventa las entradas para su próximo concierto el próximo 13 de diciembre de 2024 en el Wizink Center de Madrid. Un gesto de generosidad con todos aquellos que asistieron a alguno de los tres conciertos de La Riviera que fue muy bien acogido antes de que sonara Virtud y castigo, una de esas canciones-himno que llevó a todo el aforo a corear un: «oh, oh, oh, oh», que se prolongó más allá del término de la canción y que emocionó al grupo hasta el punto de volver a acompañarla con el punteo de las guitarras y la voz de Antonio García. Sin duda, este fue uno de eso instantes especiales de la noche y de una actuación que se prolongó a lo largo de dos horas y que, entre otras, contó con la colaboración de la cantante de Ginebras, Magüi Berto, en su mítico tema Exoplaneta, un nuevo manos arriba repleto de móviles donde pudimos ver numerosa hojas con la inscripción «571-/9A». Un sonido y un ritmo algo más pausado, pero no menos salvaje donde la voz del cantante reverbera como una fuente sonora casi infinita. Estigmas de esas verdades ocultas en nuestros corazones que finalizaron con Antiaéreo: «Entra mejor por detrás/ Que no te vea nadie/ Vente tal cual cómo vas/ Que no te falte el aire/ Tan separada del suelo/ Como el cometa Halley/ Hola, ¿qué tal?, ¿Cómo estás?/ Y otras preguntas sin hambre». Un punto y final, como broche final a sus tres Rivieras, como nos recordaron a lo largo de un concierto que comenzó con el tema Los perros, tras el que siguieron otras veinte canciones más, que les sirvieron al grupo para repasar casi al completo su discografía y, de paso, hacer felices a sus múltiples seguidores que, a buen seguro, ya les esperan impacientes, para que dentro de un año, vuelvan a revivir en un karaoke más multitudinario las canciones de su grupo fetiche, que en esas fechas, es posible que lleven bajo sus brazos alguno de los dos —si no los dos— premios Grammy Latinos 2023 a los que están nominados— por su particular visión sobre animales, coches y amor en forma de música.
Ángel Silvelo Gabriel.
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