sábado, 13 de abril de 2013

CYAN, CONCIERTO EN LA SALA EL SOL: UN MANIFIESTO VITAL A FAVOR DE LA MÚSICA PLENO DE FUERZA Y ALMA

¿Cuál es el último refugio del verdadero artista? ¿Dónde se encuentra ese hueco del alma donde nunca se extingue la llama de la inspiración? Estas son sólo dos de las preguntas que le podríamos hacer al grupo Cyan que, en el concierto del pasado once abril en la Sala el Sol de Madrid, nos volvieron a demostrar que están tocados por una barita mágica que los va a llevar a lo más alto. Porque si una cosa nos quedó clara, fue que su música llena muchos huecos y necesita de unos espacios mayores; esos que convierten a sus composiciones en un manifiesto vital a favor de la música pleno de fuerza y alma. Esa furia y esa rabia con la que han impregnado a las canciones de su último disco Delapso están más que capacitadas para llenar grandes salas y escenarios, y no nos sorprendería que formaran parte de los carteles de los mejores festivales del verano, porque su testamento musical traspasa las fronteras de la normalidad para quedarse muy cerca de esa genialidad a la que siempre nos quedamos mirando asombrados. El gran acierto de Cyan es que parecen tener la solución a esas preguntas que nos asaltan en la plena consciencia de una soledad que sólo ellos son capaces de romper. En este sentido, el pasado jueves fuimos testigos del resorte de energía que posee Javi Fernández, uno de los mejores letristas de la música española, y si a alguien le cabía alguna duda, sólo tuvo que darse cuenta a la hora de presentar alguna de las canciones en el concierto, donde cada una de ellas forma parte de un conjunto de microhistorias que conforman un perfecto libro de retazos de vida, y en las que nos quedan muy claro sus gustos literarios, y sobre todo, la necesidad de expresar sus ideas y sentimientos con una profunda carga poética.

La crónica del concierto habría que empezarla haciendo referencia a la asistencia y expectación, pues en algo más de un año, cuando los vimos en la Sala Boite de Madrid, el número de seguidores se ha triplicado y la Sala el Sol presentaba el jueves una gran entrada, lo que habla muy bien de su despegue en la carrera de las audiencias. Cyan salieron al escenario con un poco de retraso sobre el horario previsto, pero en cuanto empezaron a sonar las primeras notas de ese testamento existencial llamado Aquitania ya nadie se acordó del lapso temporal. “De aquí nace la fuerza/ que derrite castillos de arena/ que limitan el litoral/ fascinantes pero efímeros/ utilizados como moneda de cambio/ por los farsantes que quieren conquistar este lugar”. ¿Cabe una mayor manifestación de principios para comenzar? Pues parece que no, porque Javi Fernández se subió a la tribuna de un púlpito plagado de grandes momentos, porque eso fue lo que ocurrió cuando atrapados en un ritmo fuerte y compacto, tocaron Síndrome de París, donde los neologismos de su concepto musical arrasaron al público asistente que ya estaba entregado ante lo que estaban viendo y escuchando. Sabedores de ello, Cyan cambiaron el ritmo hacia un jazz rápido y lúcido en Mecanismo nocivos, un tema de su anterior disco (Historias para no romperse) que plasmaron con grandes dosis de pura garra y fuerza, que tampoco faltaron en Volando eléctrico, donde las guitarras sonaron espectaculares, muy en la onda de la escuela de sonido de los grupos irlandeses de los ochenta. Belva fue el regreso a Delapso y a esa fuerza narrativa de un Javi Fernández que ha casi ha olvidado el taburete de sus teclados para conformarse en el gran estandarte de la banda que, con el puño en alto, nos invita a unirnos a unas propuestas a las que no podemos decir que no: “Dicen que le vieron destruir/ todo su rostro/ dicen que se fue para no volver/ había dejado de cavar, había dejado de esperar”. Unos versos oscuros y desgarradores que nos llevaron en el único fundido de la noche hasta Frovocador, una canción en la que destacó una potente batería como protagonista y que volvió a dejar muestras de esa innata energía vital que poseen el grupo de Barcelona. Enfilando la hoguera fue el siguiente tema que atacaron y que fue como un grito de auxilio para escapar de nuestra propia quema: “cuentas todas las palmeras/ que flanquean el camino de vuelta/ sueñas que necesitas nueve vidas más/ para hacer todo lo que quieras”.

Con la canción En mi nave, regresaron a su anterior disco, todo un himno del grupo que fue ampliamente vitoreado, y que comenzó a modo de rap con Javi haciendo ecos, lo que les llevó a tocarla casi en forma acústica en su primera parte, para así, dejar todo el protagonismo a los coros del público hasta que definitivamente se rompe en una eclosión de rabia y ritmo que nos lleva hasta ese perfecto medio tiempo que es. Una ruptura que trasladaron hasta Salitre, la versión que hacen del tema de Quique González y que ya es uno de sus clásicos en los conciertos, con unas potentes guitarras como grandes invitadas a la fiesta sonora a la que asistimos y que propicia que Javi baje los dos minúsculos peldaños que le separan del público, mientras las guitarras se enredan un riff que no tiene fin (apoteósicos). Esa furia de la que nos impregnamos todos los que allí estábamos, nos dejó con ganas de más y Para destriparme fue el tema elegido para continuar en esa entretela oscura y sonora de unas guitarras muy a lo The Edge, y que consiguieron llevarnos lejos, muy lejos… justo hasta Calma, una de sus primeras canciones que nos recordaron la verdadera esencia de los medios tiempos, y que Cyan bordan a la perfección.

Ballet mental supone la vuelta a Delapso y a la fuerza incontenida que Javi expresa como nadie sobre el escenario, con un alto nivel de gesticulación que tensa un poco más, si cabe, las fórmulas sonoras del grupo que definitivamente se ha centrado en los directos pletóricos de pasión y alma. Una muestra de ello es esa magnífica canción titulada Philippe Petit, que tan bien nos presentó Javi (“el crimen artístico del siglo” -¡magnífico!-) y que el resto del grupo adornó con unas no menos magníficas guitarras (otro de los grandes momentos de la noche), que nos llevó en volandas hasta uno de los nuevos himnos del grupo, Un colectivo de raro propósito, con un gran inicio, donde destacó el bajo, hasta que las guitarras volvieron a la carga en una nueva demostración de energía que les sirvió para preparar otra de las emociones de la noche, cuando los asistentes escucharon las notas de Turistas heridos (el primer single de su anterior trabajo) y que fue ampliamente bailada y coreada por todos. Una efímera estela de felicidad colectiva, pues Cyan anunciaron que se iban antes de empezar a tocar Congelados por la estela con Javi Fernández tocando una guitarra acústica, y que los catalanes interpretaron en un sube y baja como si fuera un perfecto efecto tobogán al que nos invitaron a subir.

Como era de esperar, enseguida salieron a hacer un corto bis de dos temas, que comenzaron con Sólo fue una herida, la mejor canción de Delapso y que nos devuelve a Javi a los teclados para desbordarnos con un sonido mágico y compacto, como la mejor expresión de sus no menos perfectos medios tiempos, y que aquí transforman a Cyan hasta llevarlos a ser épicos, trascendentes, arrebatadores… “sólo tengo una herida/ el emblema de mi buena suerte/ sólo es una herida/ la semilla de una cicatriz furtiva”. Una fantástica herida que nos llevó hasta Te deslizas, punto y final de un magnífico concierto, en el que nos quedó claro que Cyan han abandonado la melancolía de sus anteriores canciones para transformarla en la enigmática fuerza vital que sólo poseen los grandes artistas. Un cambio que no sólo se manifiesta en sus canciones, sino también en una puesta en escena donde la garra es fundamental, y en la que Javi Fernández juega un papel principal, pues casi ha abandonado la estaticidad de sus teclados para arrebatarse y arrebatarnos con una gran multitud de giros, saltos y puños en alto a todos aquellos que vamos a verles. Todo hubiera sido perfecto, si no fuese por esos acoples en el sonido que de vez en cuando se produjeron en algunos momentos del concierto (sobre todo entre la octava y novena canción), algo de lo que los componentes del grupo no tienen la culpa, y sí su técnico de sonido, pero que a pesar de todo, no fueron suficientes para apagar la gran estela que Cyan va dejando.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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