martes, 30 de abril de 2013

THE CORNELIUS, WALKING IN CIRCLES: EN LA SENDA DE LA MEJOR TRADICIÓN DE LA MÚSICA NORTEAMERICANA

La luz que conlleva toda creación se puede adivinar de muchos modos y maneras, o si se me permite, se puede buscar en el espectro del horizonte que más nos guste. En este sentido, The Cornelius han fijado, desde su Galicia natal, el prisma de su música en la senda de la mejor tradición musical norteamericana. Orientados hacia el oeste, han seguido esa dirección sin necesidad de andar caminando en círculos, sino en una línea recta clara, precisa y muy segura a la hora de elegir cuál es la música que les gusta. En el ampuloso universo de estereotipos en el que nos movemos, podríamos aceptar que su música se quede atrapada en los sonidos de aquellos grupos que a buen seguro les han marcado a la hora de decidir dedicar su vida a la música, pero más allá de lo obvio, hay que convenir en el acierto y valentía de The Cornelius al reinterpretar el rock americano o californiano de las grandes bandas norteamericanas de los setenta y ochenta, o ese soul descarado de los ochenta que el productor del mago Michael Jackson, llamado Quincy Jones, etiquetó como propio y que relanzó la música negra a cotas altísimas. Y es en ese cruce de caminos en donde The Cornelius buscan la esencia de sus melodías, y de paso, dónde resolver las encrucijadas de su música que, como todo grupo que está iniciando su carrera profesional, necesita de los caminos que otros antes han transitado en ese devenir que, el paso del tiempo y la llegada de nuevos discos, les llevará a buscar más dentro de sí mismos, pero con una raíces muy bien plantadas. Lejos de parecer que Walking in circles se comporta como una copia de la música con la que The Cornelius disfruta, encontramos en él destellos únicos de cinco jóvenes que viven la música intensamente. Esa primera juventud es la que posibilita que, por ejemplo, David Chiquillo se enfrente a canciones como Afford to lose con un tono de voz que desborda todas las expectativas, pues el felling que derrocha es auténtico tanto por su sinceridad como por su falta de miedo a la hora de interpretar esta canción con un matiz profundamente oscuro, casi negro, que a cualquier cantante americano ya le gustaría tener.

Walking in circles se abre con el tema Never surrender, una de las canciones más personales del grupo y que rompe en un inicio de guitarras profundo que nos transporta hasta el sonido más característico de The Cornelius, donde se dan la mano la luz y el brillo de sus guitarras con la voz siempre muy presente de David, a la que nunca le falta la compañía de un sonido envolvente por detrás. Brother es el primer toque funk, muy a o Jamiroquay del cd, en el que una vez más navegamos bajo la consigna de sonidos coloridos que nos transportan a otros tiempos, y de ahí su valor en la música independiente española, y que nos da paso a la primera balada de Walking in circles, Whistle song, en la que ya nos queda claro que la fusión de estilos es una característica de estos cinco gallegos que profesan su amor por los bares californianos de los ochenta al estilo de los Counting Crows. Greats expectations es un descarado y brillante homenaje a la mejor música de Michael Jackson (sobre todo en la forma de interpretarla por parte de David) y que resume muy a las claras el gusto por ese lado oscuro más genuino de cierta música norteamericana, sin duda, uno de los grandes motores de la música de todos los tiempos. Aquí The Cornelius se muestran solventes y eficaces en cada una de las facetas que todo grupo que se precie debe tener.
 
Back an forth se inicia con una guitarra acústica que nos recuerda a la frescura de los grupos del brit-pop de los noventa, en lo que podría ser la primera escala en su viaje hacia su destino definitivo en la costa oeste americana, y que nos acerca a uno de los hits más claros del disco por su inmediatez y espontaneidad. On my own posee la brillantez de las canciones llamadas a ser santo y seña del grupo, pues les puede servir de gancho para adentrarse en esa otra vena más profunda en la que tan bien se manejan. Típica canción fin de fiesta que te hace saltar desde su inicio y te incita a volver a escucharla una y otra vez. Pero tras esta clara concesión al gran público, regresamos a ese profundo y mágico sentimiento en el que nos sumergen las cuerdas vocales de David que, con gran descaro, se adentra en las profundidades del soul más genuino para recordarnos todas las cualidades que atesora, y al que acompañan un no menos acertado órgano y un suave punteo de guitarra que nos hacen navegar sobre el universo de los ochenta y sus grandes bandas. A renglón seguido aparece Shine, una canción que se te mete en los oídos nada más empezar a escucharla, y en donde su falta de estridencias, se convierte en un gran acierto, pues sus reflejos son como un potente arco iris plagado de colores, convirtiéndola en otro de los grandes momentos de este Walking in circles, y que deviene en un auténtico grito rockero con moto incluido titulado Daily chorus, donde las notas musicales esta vez nos recuperan de un mal sueño tras perder nuestra partida de billar.
 
Walking in circles es el tema homónimo del disco, y se comporta como otro de los temas a tener en cuenta donde las reminiscencias más clásicas se dan la mano en un caleidoscopio de sensaciones que nos llevan a buscar en lo más hondo de nuestras emociones a modo de grito que nos sale del alma, y que quizá, se comporta como el tema con más sentimiento del disco que nos ayuda a desembarcar en A man talking, una balada que cierra el disco y que nos permite revivir el largo recorrido que hemos efectuado junto a The Cornelius, en una senda que sigue las coordenadas de la mejor tradición de la música norteamericana.
 
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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