jueves, 13 de marzo de 2014

JOVEN Y BONITA DE FANCOIS OZON: LA LIBERTAD QUE VA EN BUSCA DEL DESEO


 
Traspasar las normas de la moral establecida siempre trae problemas, y en este caso, el director francés Francois Ozon, como siempre, se limita a mostrarnos una faceta del comportamiento humano sin entrar a juzgarlo, para que cada uno saque sus propias conclusiones, aunque en su última película, Joven y bonita, le falte ese gancho que sí nos convenció en la anterior En la casa, donde su sutileza rayaba la genialidad. La juventud se caracteriza, entre otras muchas cosas, por la falta de ese miedo al riesgo, que por supuesto incluye al de la propia muerte, y que en ese film, su protagonista, la bella Isabelle, una joven de diecisiete años encarnada por Marine Vacth, es una perfecta muestra de ello. Sí, a pesar de su crudeza, Isabelle se erige en una diosa suicida que representa la libertad que va en busca del deseo. El deseo, ese abismo que tanto martiriza al ser humano, en el caso de la joven Isabelle es una postura nihilista que la lleva a probar aquello que la vida normal en la que está integrada no le ofrece. Ella no disfruta del acto sexual en sí (ya sea este un ejercicio amatorio realizado con un hombre muy mayor o un cuarentón reprimido), sino que para ella, su verdadero valor se encuentra en esa evocación del deseo que ella utiliza para revivirlo después. Este ejercicio de potencialidad soñadora es lo que exime a la película del retrato del abismo que supone el tráfico de jóvenes menores de edad explotadas por las redes de prostitución internacional, pues ese no es el tema de esta película. Ozon, para narrarnos el mundo interior de Isabelle, nos sitúa su cámara (una vez más) en unos obsesivos primeros planos que nos desnudan la mirada de la joven y su fría e insolente personalidad. Ella protesta contra su familia y su madre, pero también contra sí misma, pues el único objetivo de asumir un riesgo real, que ella es la única que no ve, es el de expresar su propia libertad, aunque esta vaya contra las normas de la sociedad en la que ella vive y a la que ella protege. En este sentido, el marco legal de esta nueva propuesta fílmica del director francés es otra, pues invade las cenagosas fronteras de los sentimientos del ser humano, por muy contradictorios que sean estos.

 

Joven y bonita es un nuevo tour de force al que nos somete la cámara de Ozon, y con el que trata de poner a prueba las reglas de la sociedad burguesa que navega narcotizada por los estigmas del consumo político, generacional y sentimental, y que se engaña a sí misma transitando por unas aguas tan ficticias como tranquilas. En este mundo de locos en el que desarrollamos nuestras vidas, no tendría que sorprendernos el comportamiento asimétrico del ser humano, por muy nocivo que sea este, pero no es así, pues nuestra hipocresía siempre está a salvo de las reacciones humanas no asumidas como morales. Y eso es lo que trasgrede Isabelle, cuando con una simple mirada desprende grandes dosis de sexualidad y deseo, dos estigmas a los que Ozon somete a una prueba a sabiendas de que nada ni nadie se le va a resistir, salvo ella misma. Esa sensación de poder infinito que derrocha la joven francesa se traduce en una sensación de imágenes exentas de pasión, pero no de ese tipo de deseos no declarados que pertenecen a la esfera más íntima del ser humano, aquella donde solo se manifiestan los sentidos cuando la libertad va en busca del deseo.

 
Ángel Silvelo Gabriel. 

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