Náufragos, que no perdidos. Náufragos, que no solitarios. Náufragos perennes ante la batalla final, la del día a día, la de nuestro ego, la que se asoma cada vez que abrimos la puerta… Nani, Migue, Juan Alberto y Andrés (Niños Mutantes) han huido hasta una isla desierta, pero no es un trocito de tierra rodeado de un mar cualquiera, no. Niños Mutantes se han exiliado en un mar repleto de sirenas, de olas transparentes donde poder atrapar a la musa de la inspiración; esa maga que se presenta cuando no la buscas, y ahí, entre galeones perdidos, sirenas, musas y aguas cristalinas, se erigen ellos como Poseidón en dioses del mar y de las mágicas aguas sonoras. Náufragos no necesita más adjetivación que la de la buena música, esa que se queda en nuestros oídos con el paso del tiempo y que tiene la virtud de acompañarnos en esos momentos donde necesitamos estar solos para poder naufragar en la sima más profunda de nuestra propia existencia.
Herederos de la mejor versión musical de su Granada natal, Niños Mutantes van avanzando con firmeza en su carrera musical, que disco a disco se está convirtiendo en un agradable y delicado caleidoscopio musical repleto de ensoñadoras influencias, como la de Chris Isaak y sus guitarras afiladas por el viento del oeste (El miedo), o la de Jorge Martínez (Ilegales) en la voz de Juan Alberto Martínez cuando se hermana con su timbre vocal en canciones como El infierno. Pero más allá de las comparaciones cogidas al vuelo de las notas musicales que Niños Mutantes nos ofrecen en este Náufragos, lo primero que hay que decir que este disco atesora doce grandes canciones compuestas para vencer a la crisis; la particular, la general y la del vecino, y que comienza con el tema La puerta, una canción que nos invita a salir por otro sitio y que nos lleva al primer pelotazo del disco, Hundir la flota, una canción que con muy buen criterio han elegido como primer single, porque en medio de la catástrofe hacen falta agallas, como nos recuerdan Niños Mutantes, en esta excelsa, dinámica y con ganas de presentar batalla Hundir la flota, que la convierten en una magnífico exponente de la alternativa ante el desastre (¡genial!).
En las canciones de Náufragos advertimos una dicotomía que casi miméticamente coincide con los temas pares e impares del disco. En este sentido, El miedo (la nº 3) es otro viaje sonoro que se enfrenta a la crisis de una forma más pausada o melancólica, con un sonido de trompeta que nos lleva a otras latitudes más calientes, quizá más oscuras y melancólicas; unas características que no eximen a esta canción de ese brío energético que posee el disco en cada composición del mismo, porque con muy buen criterio, nos elevan hasta el pico más alto con el siguiente corte, Náufragos (que da nombre al disco) y que es un claro exponente de la música que Niños Mutantes han exportado al mundo desde esa isla desierta a la que se han escapado, y donde han ingeniado sonidos oscuros, templados y muy enérgicos, que nos hacen seguirles como viles ratas tras el flautista de Hamelin para así desprendernos de los malos rollos, de la ineptitud que nos rodea y del mal, ese pecado original que nos acecha encada esquina.
Las cuerdas de la guitarra en El infierno nos hacen mostrarnos de nuevo nostálgicos hasta que caemos en la cuenta que no estamos dentro de un disco de Ilegales en su versión más tierna, sino que son Niños Mutantes afligidos por el viento de poniente, ese que es frío y procede del oeste. De ese áurea teñido de recuerdos, caemos en otra de las grandes canciones del disco (si no lo son todas). Caerán los bancos es la traducción perfecta de la rabia y el armazón con el que muchos nos enfrentamos ante la crisis. Rabia contenida en deseos que se transmutan en la necesidad de salir hacia delante: “y al final caerán todos los banco, caerán y sus ruinas serán el cemento, la semilla de la nueva cacería y no oiremos vuestros lamentos. Y todo será mucho mejor que ayer” (¡temazo!). Una lógica vital que continúa en Empezar de cero, donde los sonidos de los ochenta se cuelan nítidos en este Náufragos, y que se traducen en un último refugio en Querer sin querer, donde el amor sale perdiendo.
El último tramo de este naufragio comienza con una magnífica Dame tu mano, donde las guitarras transitan por la senda de los grandes praderas que terminan en forma de acantilados. Llegados a este punto, Niños Mutantes nos enseñan el precipicio sin soltarnos la mano, para así no correr el riesgo de caer al vacío (es otro de los grandes temas del disco), porque es lo que nos gustaría hacer, ir en busca de la libertad sólo frenada por el viento. Volverás nos permite seguir indagando en lo dicho anteriormente, aunque aquí, son los teclados los que marcan el ritmo de nuestro corazón: “volverás, volverás… pero tú sabes que ese no es un buen plan, un buen plan, si te vas, volverás” (de nuevo nos arrebata otra gran canción). El pozo es un interludio más pausado dentro de la intensidad plena de rabia que existe en todo el disco, que acaba con Muerte de un ampli, como un nuevo ejercicio pleno de fuerza que es este Náufragos, un disco que contiene doce grandes canciones compuestas para vencer a la crisis.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario