La lluvia, en ocasiones, es el flujo de la vida que nos desprende de todo aquello que nos resulta dañino. Los malos recuerdos y las crueles experiencias se diluyen en un abrir y cerrar de ojos que nos facilita visualizar la puerta hacia una nueva vida. Una nueva vida cargada de nuevas ilusiones y esperanza. Ese podría ser el leitmotiv de un concierto donde Niños Mutantes disfrutaron sobre el escenario como si nada hubiese ocurrido en esta larga interrupción en forma de pesadilla colectiva que hemos padecido. Pero no solo ellos, porque sus seguidores saltaron, bailaron y lo dieron todo en la Sala Mon Live de Madrid una noche de viernes lluviosa. Una lluvia purificadora de aquellos sueños rotos que, desde que Juan y el resto de componentes del grupo granadino salieron al escenario cayó como un negro telón que de repente se convierte en luz. Luz hecha música. Con una puntualidad germánica Niños Mutantes hicieron su aparición en el escenario con un show repleto de buenas canciones que distribuyeron en un setlist que abarcó casi todos sus discos. Quizá, esta nueva reentré justificaba más que nunca el repaso vital y musical a toda una vida llena de canciones. Canciones que los allí presentes disfrutaron como nunca al escuchar temas como Errante, Globo o Te favorece tanto estar callada. Eléctricos. Dinámicos. Amarrados a sus gravitacionales letras que tanto nos narran las duras historias de la vida como nos hablan de una nueva esperanza, Niños Mutantes supieron dotar a su actuación del punto de inflexión que supone todo lo que conlleva la música pop-rock: la intensidad del momento que se fusiona con las sensaciones. Sensaciones que devienen en imágenes que nos llevan a recordar ese edén en el que por momentos creemos estar cuando escuchamos los temas que nos hacen volar. Y eso hicieron los de Granada: conseguir hacer volar a un público que llenaba la Sala Mon Live de Madrid con sus propuestas musicales. La traducción de todo ello se produjo, sin duda, a través de sus guitarras al aire. Guitarras que esculpieron emociones desde que comenzaron a sonar las notas de Palabras de Julio, tema con el que se inició el concierto y, que desde el minuto uno, nos dejaron claro que la simbiosis entre grupo y público no había hecho más que empezar.
Como los mejores recuerdos son aquellos que nos siguen produciendo un estallido de luz en el corazón, Niños Mutantes repasaron con intensidad una buena parte de su discografía a lo largo de los veintiún temas que sonaron a lo largo de su actuación, en la que incidieron más en sus discos Ventanas y Diez, y sin olvidarse de su última canción: No has venido a sufrir. A lo largo de esa caída del sol a la que hace referencia este tema los granadinos no llevaron por una senda plena de los claroscuros; esos que nos persiguen día a día y, de las que ellos sin embargo, fueron capaces de extraer la esencia de cada momento con unas letras que en muchas ocasiones fueron coreadas por sus más fieles seguidores y que, sin duda, los hicieron sentirse como en casa, por mucho que ellos sean de Granada, su sello discográfico (Ernie Producciones) de un pueblo de Ourense llamado Castro Caldelas y la actuación se produjese en Madrid. Una mezcolanza que nos habla de la universalidad de la música y, también, de un lenguaje que no tiene límites. Un lenguaje en el que la música fue la gran protagonista en esta noche de viernes. Una noche lluviosa en el exterior y envolvente y mágica en el interior gracias a esos medios tiempos de Niños Mutantes. Siempre agarrados a esa percepción única que desarrollan en cada uno de sus temas. Instantes perennes en la memoria de aquellos que se acercan a su música. Veteranos en el arte de la composición, los conciertos y los festivales, el viernes reaparecieron en Madrid tras su concierto en Granda como unos músicos dispuestos a empezar de nuevo. De su generosidad nacieron canciones llenas de alma y corazón. Canciones que, como indican en su corolario en redes sociales son: «Canciones para la cabeza y el corazón». Y gracias a ello saltamos, bailamos y cantamos cuando sonaron, por ejemplo, Hermana mía, Te favorece tanto estar callada, o Sin pensar. O como no, cuando atacaron Errante, que desató un coro colectivo que junto a No puedo más sirvieron para cerrar la primera parte del show.
El bis les sirvió para homenajear a sus seguidores más veteranos con Globo, una canción que entre subes y bajas reafirmó la fuerza del directo de los granadinos. A la que siguió Noches de insomnio, otro de sus hits que enseguida nos devolvió a nuestra memoria las imágenes del vídeo de la Fundación Rodríguez-Costa de Granada donde fue grabado entre acequias y esculturas clásicas. Lo que sin duda fue una magnífica opción antes de tocar la versión de Manuel Alejandro del tema Como yo te amo, en donde a Juan se le escapó un: «esto va por Raphael», lo que les llevó hasta ese rush final que fue Todo va a cambiar. Una canción con un mensaje de esperanza, igual que todo el concierto que tuvimos la fortuna de vivir el pasado viernes, porque no se nos pasó por alto que esa fue la magnífica excusa para pasar página e ir en busca de un horizonte en el que perduren las canciones para la cabeza y el corazón de la mano de unos Niños Mutantes eléctricos, exultantes y cargados de una vitalidad a prueba de bombas.
Ángel Silvelo Gabriel.
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