No hay nada más complicado en la
vida que trabajar con la argamasa de los sueños, quizá, por eso, la
protagonista de La princesita en el
planeta B612 hubo un día que se cansó de escuchar las mismas voces y las
consabidas proclamas de siempre. Entonces no le importó renunciar al amor, pues
su deseo de sentirse libre, por fin, fue mayor. Así nace su necesidad de
experimentar a través del viaje; una singladura en la que conocerá otros
territorios y otras personas que también la enseñarán el valor de la diferencia
y la necesidad de sentirse herido para más tarde tener la posibilidad de sanar.
De ese modo, la princesita adivinó el dibujo del horizonte, y lo hizo a través
de los arañazos que otras espinas le fueron proporcionando, y de salvar la
amenaza de aquellos corderos con los que tuvo que enfrentarse. Sin embargo,
llegó un día que la princesita necesitó volver a su casa, porque el amor era el
único elemento de sus sueños que no poseía.
En La princesita en el planeta B612 se concitan tres elementos
básicos: el amor, Carboneras y la luz —a través de las múltiples referencias
pictóricas que el mismo posee—, para de esa forma, narrarnos un viaje: el de la
vida. Su autora, Noemí Trujillo, es capaz de sintetizar en apenas veintiún
poemas, toda la esencia de un universo, el propio, pero también aquel que se
escapa por la frontera de nuestros sueños. Y lo hace a través de la magia presente
en El principito de Antoine
Saint-Exupéry —a quien rinde homenaje—, pero también con la sabiduría del
número siete, un enigma que cada lector deberá desentrañar por sí mismo.
Ángel Silvelo Gabriel
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