La voz y su indeterminación. La
búsqueda del yo en un bosque plagado de telones. Donde cada uno de ellos es
diferente al anterior. Un bosque que se asemeja mucho a un escenario por donde
pasan actores y se desarrollan tramas que apenas adivinamos, porque no sabemos
ni adónde van ni lo que quieren. Todo es incierto y, en cierto modo también,
perverso. Aquí el dedo en la boca es una irónica metáfora de una multiplicidad
de voces que nos arrastran hacia la oscuridad o hacia el otro sin saber muy
bien el porqué de esa elección. La primera novela de la escritora suiza
afincada en Italia, Fleur Jaeggy, es una tesis de intentos no resueltos que se
desarrollan en una partitura narrativa que se rompe para luego volverse a
pegar, y así, en infinidad de ocasiones. Lung,
la joven protagonista de esta novela corta es la imagen de la multiplicidad que
deviene en amor y tristeza, juego y aislamiento, furia y miedo. Lung atraviesa cada telón de ese
imaginario escenario en el que se mueve para trasladarse del hospital a su
casa, de su infancia a la juventud, o del eco de la voz de su madre a la
presencia de un tío-padre caprichoso, como ella.
El dedo en la boca es un
pliegue impreciso de emociones que se van desarrollando a lo largo de una no
menos imprecisa trama, en la que la capacidad de su eco es la de traspasar
barreras emocionales y temporales. Adentrarse en este tren de corta distancia
es hacerlo en un trayecto cuyas vías recorren infinidad de túneles que no nos
dejan ver aquello que sucede a nuestro alrededor. En este sentido, Fleur
Jaeggy da un gran margen de libertad al lector a la hora de interpretar
por sí mismo aquello que ella le propone: un viaje incierto hacia una nada
donde confluyen los recuerdos de una forma anárquica y fragmentaria. Recuerdos
que deambulan por una realidad discontinua como los espacios por donde se
mueven Lung, la protagonista, El
tío-padre Jochim, la madre Marween, un pequeño cerillero o su amiga
Amance.
El dedo en la boca
representa el primer rayo de luz en la escritura de una Fleur Jaeggy siempre
amenazante, perversa y punzante. Un inicial ensayo sobre la voz y su
indeterminación.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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