Fernando
Pessoa dibujó su vida con los trazos
de la silueta de los héroes anónimos, igual que aquellos argonautas que fueron
en busca del vellocino de oro. Sin embargo, él no lo hizo embarcándose en un
navío sino a través de un sueño escondido bajo un mapa de sensaciones al que
dotó del silencio de la noche, del anonimato de un fantasma que huye de la
sombra de sí mismo y de la necesidad de ser otro. Muchos han sido los que se
han acercado al mítico arcón donde guardó más de veinticinco mil documentos
que, tras su muerte, han sido rescatados del olvido. Un olvido que, como todo
aquello que ni se ve ni se toca, pertenece al mundo de los sueños. En Pessoa
se concibe la vida como «la geometría del abismo», pues igual que Ángel
Crespo no dudó en definir el Libro del desasosiego (el
diario apócrifo del portugués) como un mapa de manchas, su obra se nos presenta
como un conjunto de formas, de vivir y sentir, alejadas de la realidad, pero
muy cercanas a la posibilidad de crear nuevos mundos a través de otros. Esos
otros, que se rebelan ante nosotros igual que lo hace el reflejo que nos
proporciona el espejo que se precipita sobre nuestro cuerpo y, que en el caso
de Pessoa,
éste interpeló mediante sus múltiples heterónimos. Un teatro de voces a los que
él proporcionó una voz y una personalidad propias, creando, como sólo lo hacen
los genios, un nuevo estilo literario: el de la heteronimia. Pessoa,
dijo: «Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se
sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se
sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida». Y en
esa eterna búsqueda del presente exento de futuro, abordó todo aquello que su
mente tuvo a bien vislumbrar o explorar.
La
particularidad de su obra no se encuentra sólo en la posibilidad de revisar una
buena parte de la biografía del poeta portugués, sino también en poder hacerlo
desde las voces que le acompañaron a lo largo de toda su vida. Una vida que, como
toda leyenda, contiene el desgarro de las situaciones imposibles, pero también
la épica que se sobrepone a los reveses de una existencia marcada por el fracaso.
«Hice de mí aquello que no
supe,/ no hice lo que podía hacer de mí./ Vestí un dominó equivocado./ Pronto
me conocieron como aquel que no era:/ no lo desmentí y me perdí».
En un
mundo tecnificado que, cada día más, nos dirige nuestras vidas, Pessoa
y su obra nos permiten regresar al pasado; un pasado donde las personas todavía
escriben cartas y sus historias de amor descansan sobre la soberbia de los
sentimientos más profundos y la vitalidad de la búsqueda de una dignidad
perdida en el curso de los tiempos. Historias en blanco y negro que, si se
quiere, retoman la luz cuando llegan a Lisboa, una ciudad que, en Pessoa,
se convierte en el cauce final donde los sueños se enfrentan con la realidad
para crear un mundo nuevo e inesperado. Un mundo en el que los dioses, los
mares, el hombre y la tierra, conforman una secuencia con la que darle cuerpo a
un sueño: el de los dioses perdidos…, y no encontrados.
Ángel
Silvelo Gabriel
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