La palabra como argamasa y paleta
con la que modelar las pasiones humanas. Palabras que unen y destierran a unos
personajes entregados a sus miedos. Palabras que configuran el caos de la
existencia al que se ve avocado el acoso del amor. El amor y sus intrigas
elevados a la enésima potencia. Garra y desgarro. Pasión y furia. Esperanza y
ocaso. Más allá de la inicial postura feminista del dramaturgo sueco y su
posterior y afamada misoginia, en Acreedor@s,
traducida y adaptada por Elda García (que también interpreta el
papel de Tekla) asistimos a una versión actualizada de esta pieza de
cámara. Un obra que con el paso del tiempo se ha convertido en un clásico del
primer teatro de Strindberg, aquel que derrumbó las barreras del
teatro romántico y se posicionó con el naturalismo y la crueldad, movimientos
más acordes con los tiempos y las experiencias vitales que le tocaron vivir.
Esa ruptura temporal en el texto, interpretativa en la concepción de los
personajes y dramática en la textura de su teatro, nos van a llevar por una
senda plagada de miedos. Miedos que a sus protagonistas les hacen llegar al
abismo donde ya nada importa, salvo derrotar al otro. Amor por confrontación.
Amor por venganza. Amor por odio. Y, tras todo ello, la contemplación del alma
desnuda, indefensa, aterrorizada y enferma que se posa frente al otro sin
respuesta posible. Escrita el mismo año que sus célebres obras de teatro El
padre y La señorita Julia (1888), en Acreedores también
somos testigos de primera mano de lo que la crítica de su tiempo denominó como
de: «lucha de cerebros que conducen al crimen psicológico»; una temática que,
por otra parte, está presente en muchas de las obras del dramaturgo sueco. Si a
eso le unimos su esquizofrenia y su manía persecutoria que se le acrecentó
desde que se separó de su primera mujer (Siri von Essen), tras su
regreso a Suecia en 1891, tenemos un espacio repleto de fantasmas a los que Strindberg
trata de espantar y someter desde la ambivalencia de la lucha de sexos y la
confrontación de lo viejo y lo nuevo.
Dirigida por Andrés Rus,
Acreedor@s en versión de Elda
García-Posada, se nos muestra como un feliz reencuentro con el teatro
de la palabra, donde el verdadero protagonismo lo tienen los actores. En este
sentido, la fuerza interpretativa de Chema Coloma a lo largo de
toda la obra es más que encomiable en su papel de embaucador y prestidigitador
de los sentimientos de Gustaf, interpretado por un José Emilio
Vera que se somete a un proceso de auto tortura donde la gestualidad de
sus manos y los movimientos espamódicos sobre el suelo son disgnos de destacar.
Frente a ellos, y entre ellos, una seductora Elda García-Posada
en el papel de Tekla, contrapunto y fusión de los espíritus atormentados
de su ex marido y su actual pareja. Amantes, en definitiva, que buscan la
posesión de su cuerpo y de su alma sin poner ninguna cortapisa a la hora de
llegar a sus entrañas. Sin embargo, la Tekla que Elda
García-Posada nos muestra e interpreta es una mujer con ideas propias,
independiente y dueña de sus emociones. Una mujer segura de sí misma que solo
duda ante la pasión y la incertidumbre que el amor le proporcionan.
Acreedor@s
es una magnífica propuesta y un punto de encuentro con el mejor teatro del
dramaturgo, escritor y periodista sueco, August Strindberg; una
propuesta escénica que nos devuelve sin miedo al teatro de la palabra. Y que
por si fuera poco, tanto en el escenario de la obra como en la antesala de la Sala
Lola Membrives del Teatro Lara, podemos disfrutar de una serie de
autorretratos del propio artista sueco procedentes del Museo Strindberg de
Estocolmo. Una muestra que han titulado como “Strindberg, pionero del
selfie”. Un título que se pega y mimetiza en la piel de la obra y la
vida del artista nórdico, porque sin duda, todo bascula alrededor de un
universo dominado por el acoso del amor y las múltiples formas de vivirlo y
reinterpretarlo.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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