Nunca he sido presa de la ansiedad. Pero ahora todo es distinto. Mañana es mi cumpleaños y no tengo dinero para invitar a mi novia a cenar. Llevo tantos meses sin cobrar, que ya no me acuerdo de lo que ganaba en el turno de oficio. Mis brillantes calificaciones en Derecho, no me han servido para ocupar otro puesto en el Juzgado de Instrucción, al que acudo cada mañana. Cuando mi novia me ve enroscado dentro de mi náusea, siempre utiliza el mismo candado para sacarme de ella. Cariño, me dice, la culpa la tiene esta maldita crisis que se comporta como un gas tóxico y letal en todo aquello que toca. Mientras pienso en ello, alguien me tiende una papeleta antes de entrar al Juzgado que pone: JUSTICIA GRATUITA. Instintivamente cojo el bolígrafo que llevo en la chaqueta y le añado: y un sueldo digno y efectivo para defenderla.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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