martes, 29 de noviembre de 2011

ROMAN POLANSKI, UN DIOS SALVAJE: LA MALA EDUCACIÓN DE LOS PADRES.

Roman Polanski en esta ocasión nos lleva de la mano de Yasmina Reza, para mostrarnos de cerca y con toda su crudeza, uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales más avanzadas, porque en su ansia de conquistar nuevos territorios, el ser humano se muestra incansable a la hora de defender aquello que cree suyo, aunque para ello, pierda los papeles y tenga que quedar en evidencia delante de los demás, ya sean éstos extraños o conocidos. La razón, o mejor dicho su razón, se transforma en ese territorio inexpugnable al que nadie puede acceder, ya que todos creemos que nuestras razones son incontestables y las mejores razones del mundo. En esa lucha por conquistar nuevos territorios tanto públicos como privados a la que antes aludíamos, los padres modernos se llevan la palma de la sinrazón, porque cada vez más y en un mayor número, se comportan como auténticos guardianes y defensores de los desmanes de sus descendientes, sin tener en cuenta las últimas razones del comportamiento de sus hijos, ni pararse a pensar tan siquiera en los porqués de sus comportamientos, porque si lo hicieran, a buen seguro se darían de bruces con sus frustraciones.

El acierto de Roman Polanski en esta ocasión, es presentarnos la acción con suma agilidad y destreza en el manejo de la cámara (la película se pasa volando) dotando a la versión cinematográfica de Un dios salvaje de un dinamismo y un encuadre puramente fílmico, que la distancian de la versión teatral, y que Polanski hace plenamente suya dejando gran parte del peso del rodaje a los actores, que desarrollan sus papeles de una forma magistral, sobre todo, en esa conversión que sufren desde la hipocresía inicial de los buenos modales, hasta la desnudez de sus miedos y carencias como personas del final. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué pasaría si los padres dejasen resolver sus conflictos a sus hijos? Pero esa pregunta se nos antoja incapaz de responder en la sociedad actual, pues los padres se muestran cada vez más preocupados por ocupar espacios que no les corresponden y abandonar aquellos que si son legítimamente suyos (como la educación de sus hijos), y si no se lo creen, sólo tienen que pasarse por un colegio y preguntar al personal docente del mismo sobre el estado de la educación de nuestros jóvenes, para darse cuenta que estamos recorriendo el camino en el sentido inverso, y de esta manera, llegar poco a poco a un punto de no retorno.

Un dios salvaje, entre otras cosas, es un magnífico ejemplo de cómo dos chicos son capaces de recuperar su amistad al margen del dañino mundo de sus padres, que sólo tratan de vaciar de contenido las relaciones entre sus hijos, porque en el fondo, por encima de planteamientos y valores respetables, lo que subyace es la necesidad de imponer nuestros dogmas a los demás.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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