Los procesos de escritura fuera de la
norma no son una novedad dentro de la literatura, baste si no, recodar el
movimiento surrealista de principios del siglo pasado y su proceso de escritura
automática, o los experimentos que protagonizó William Burroughs a
través de su método CUT-UP (cortar y pegar), y que tanto influyó en los
miembros de la beat generation a
mediados del s. XX, «dando fruto a términos de invención propia, construcciones
gramaticales imposibles, palabras desprovistas de significado, pero cargadas de
sonoridad, es decir, poesía en prosa con la que evocar determinadas atmósferas
o ambientes que nos lleven a estados psicológicos y no sentimientos» (tal
y como nos apunta Anxo Cuba en su magnífico artículo “El universo extremo y
delirante de William S. Burroughs”). Sin embargo, lo que nos propone Miriam
Reyes http://miriamreyes.com/ en
su nuevo poemario, Prensado en frío, es algo distinto, pues su azar a la hora de
elegir los versos que componen sus nuevos poemas es otro, pues éstos, proceden
de la máquina y su caprichosa combinación aleatoria. En todo este juego de
casualidades, Miriam parece expresarnos una necesidad de traducirse por el otro,
como si sus poemas fuesen ventanas o espejos por los que colarnos —o colarse—,
para de esa forma, darles una forma y un sentido nuevo; una forma y un sentido
en los que ella necesita, de alguna manera, verse plasmada.
No obstante, no nos llevemos a engaño,
porque la contraportada de este poemario acaba con estas tres palabras
interrogativas: «¿reescritura?, ¿sobreescritura?, ¿desescritura?», y como muy
bien dice el refrán popular: «el que avisa no es traidor», pues cada uno de los
lectores de este Prensado en frío deberá elegir una de estas tres opciones, o
sólo una de ellas, o quizá otra distinta. Por si acaso, Miriam Reyes, en la nota
que abre este libro nos dice que: «adoro el escombro, la ruina…», como
si el último afán de este poemario fuese la deconstrucción que a posteriori
admite múltiples formas, tantas, como cada lector del mismo quiera darle. Pues
de esos latidos aleatorios de la cuenta-robot que se proyectan sobre el papel y
el imaginario de la autora —primero—, y de los lectores —después—, se crea algo
nuevo bajo la premisa de aquello que “se
admite ha perdido el control sobre lo escrito o de probar los límites de
nuestra escritura”, como nos apunta la autora.
Los poemas que se generan en este
particular Prensado en frío, son como latidos poéticos que recorren los
caminos metafóricos de sus anteriores trabajos, pero si bien, son poemas
cargados de versos que se complementan o yuxtaponen unos a otros, dependiendo
de un azar predestinado a forzarnos a reinterpretar un mundo nuevo, pues ese es
el final de cada uno de los poemas de este Prensado en frío, trasladarse desde un
espacio poético inicial a otro bajo la posibilidad de ser otro siendo el mismo,
en una especie de reciclaje donde la esencia no desaparece, pero no así la
forma. Aquí, Miriam Reyes, de una forma
consciente, o no, crea nuevas formas y se recrea en ellas buscando una
complicidad por parte del lector, al que en esta ocasión le va a resultar más
compleja asumir, por la dificultad a la hora de encontrar el ritmo en algunos
de los poema-robots que, de esa manera, nos muestran lo difícil que es adivinar
las coordenadas de lo indeterminado. No obstante, de esa indeterminación ven la
luz palabras que crean versos e imágenes que consiguen continuar el discurso
narrativo de la poetisa gallega, pues su esencia poética sigue estando ahí,
aunque esta vez nos la muestre de una forma distinta. Apuesta valiente la de
Miriam Reyes, que busca e indaga en nuevas corrientes expresivas que
nos permiten seguir explorando la esencia del ser humano a través de las
palabras, en este caso, pero no limitadas a ellas, pues los sentimientos
admiten múltiples maneras de verse arrasados y también acariciados. De ahí, que
de Espejo negro, Bella durmiente y
Desalojos, nazca esta nueva criatura, distinta y bautizada como Prensado
en frío; una criatura reprogramada y estigma de un universo, caótico y
ordenado a un tiempo, que ve la luz bajo las fórmulas analíticas de las
máquinas y las grietas de una poeta que no se rinde a dejar de experimentar
nuevos procesos de creación, quizá, porque hace tiempo que se ha dado cuenta de
que el mundo es una combinación imperfecta de prueba y error.
Ángel Silvelo Gabriel.
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