El silencio y la noche. El yo
poético frente a las palabras. La muerte como forma de escapar de la
alienación. Mesetas oscuras que se ondulan al paso de las palabras convertidas
en poemas que, como olas, agitan los espíritus perdidos que buscan a la noche
como meta y a la luz como un espacio de negación y muerte del alma poética. Alejandra
Pizarnik se da cita con sus miedos y obsesiones en espacios donde la
muerte es de color lila, pero también roja, azul o verde. Colores que no la
dicen ni nos dicen nada, más allá de ser meros símbolos de estados de ánimo o
fronteras que traspasar sola frente al silencio de las palabras. El verdadero
abismo de la poeta argentina es la conquista imposible de las palabras;
instrumentos que ella intenta denodadamente modelar, unir y transformar en
imágenes plenas de surrealismo; un surrealismo muchas veces y desgarrador que
se comporta como el desdoblamiento perfecto entre el yo físico y el yo
deseado o imaginado. Los poemas de Pizarnik se asemejan a esa
parte oscura y opaca de un espejo que ya no refleja la luz sino la muerte. En
esta colección, de sus poemarios más representativos, vemos ese devenir que
describe la indecisión inicial ante una tímida luz hasta el final que acaba
precipitándose en la oscuridad de una muerte decidida libremente. Una
semblanza, la de la poeta y su exilio, que está perfectamente descrita en su
narrativa poética, en concreto en este Descripción:
«Caer hasta tocar el fondo
último, desolado, hecho de un viejo silenciar y de figuras que dicen y repiten
algo que me alude, no comprendo qué, nunca comprendo, nadie comprendería.
Esas figuras —dibujadas por mí en
mi muro— en un lugar de exhibir la hermosa inmovilidad que antes era su
privilegio, ahora danzan y cantan, pues han decidido cambiar de naturaleza (si
la naturaleza existe, si el cambio, si la decisión…)
Por eso hay en mis noches voces
en mis huesos, y también —visiones de palabras escritas pero que se mueven,
combaten, danzan, manan sangre, luego las miro andar con muletas, en harapos,
corte de los milagros de a hasta z, alfabeto de miserias, alfabeto de
crueldades… La que debió cantar se arque de silencio, mientras en sus dedos se
susurra, en su corazón se murmura, en su piel un lamento no cesa…
(Es preciso conocer este lugar de
metamorfosis para comprender por qué me duelo de una manera tan complicada).»
Una metamorfosis a la que Pizarnik alimenta con
palabras como: lilas, muerte, llanto, oscuridad, noche, sueños, silencio,
exilio…; un dolor que no admite el llanto, porque éste es el silencio: el mayor
peligro al que se enfrentan las palabras, pues éstas son la forma de dar voz a
un yo poético que, en muchas ocasiones, nos habla como si ya estuviera
muerta y sola frente al silencio de las palabras, el verdadero abismo de su
vida.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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