Existe la posibilidad de dibujar
líneas en el horizonte y, también, existe la posibilidad de alcanzarlas para
descubrir que aquello que buscábamos no se encuentra allí, tras la línea del
horizonte, sino dentro de uno mismo. Es ahí, en el lugar que algunos denominan
como alma, donde se halla la materia
gris del artista capaz de transmitir lo que casi nadie llega a sentir, vivir o
comunicar. Esa faceta del arte y el artista es la que la distingue del simple
talento, pues éste se puede atesorar con el tiempo, la práctica o el empeño, y
sin embargo, el duende o el alma del verdadero artista ni se ve ni se toca,
sólo se presiente como aquellas experiencias únicas que la vida nos brinda a lo
largo de los años. Experiencias vitales, unas y otras, que nos dejan marcados
para siempre. Algo parecido es lo que le ocurre a Jackson Maine, el cantante de country interpretado por Bradley
Cooper. Un alma atormentada y en continúa huida, tanto de sí mismo como
de los demás. En no pocas ocasiones a lo largo de la película, el semblante, la
soledad y la tortura que acompañan a Maine
nos recordaron a otros genios de la música española como fueron Antonio
Vega o Enrique Urquijo, sólo por poner dos ejemplos. Quizá, porque la
tiranía en la que crece el talento sólo es apaciguada por el hambre que produce
en el artista la huida. La creación, en muchos casos, es el resultado más
dañino de la autodestrucción, y ese es un reflejo que, en este film, se plasma
muy bien de la mano de Cooper, siendo su versión contraria
la de Ally, una Lady Gaga sorprendente tanto
en su actuación como actriz, como en su magistral faceta como cantante, pues su
voz es un huracán pleno de fuerza y múltiples matices —todo un descubrimiento
más allá de los clichés previamente establecidos—, lo que convierte a Ha
nacido una estrella en una experiencia extraña por lo sorpresivo de la
misma —por más que sea la tercera adaptación del clásico de Wellman—,
y por lo inesperado que nos resulta, pues el relato de la primera hora de la
cinta es inmejorable: por el ritmo, por cómo está narrada y rodada, y por esa efectiva
puesta en escena musical de las canciones que interpretan Bradley Cooper y Lady
Gaga, tanto solos como a dúo. Si sorprende el nivel interpretativo de Lady
Gaga no es menos increíble el alto nivel como cantante de Cooper,
amén de sus buenas maneras como director, donde es capaz de rodar un final
digno de los grandes del cine.
Ha nacido una estrella es
la perfecta combinación entre una comedia romántica que surca las aguas del
drama y el musical con una solvencia que llega a los espectadores que, en
ocasiones, no salen de su asombro por el acierto de una película en la que no
todo es brillante, es verdad. Quizá, la segunda parte, donde se nos narra la
decadencia y caída de la estrella del country es más plana tanto en la concepción
de la parte musical como en el relato, en el que por otra parte, asistimos a la
narración de todos los vicios intrínsecos a la industria de la música con sus
prolongadas zonas de sombra —alcohol, drogas y manipulación del artista—.
Alejándonos del resto de las adaptaciones, podemos decir que la versión de Bradley
Cooper es plenamente actual y retrata muy bien esa entelequia que es
atrapar el recuerdo de los buenos tiempos. Del mismo modo que hay que resaltar
la más que sobresaliente banda sonora como temas rítmicos o baladas que en las
manos de la guitarra de Cooper y en la voz de Lady
Gaga lucen por sí solos, a lo que hay que unir su cuidada producción, y
donde también se nota la gran diferencia que existe entre las canciones de la
primera parte —pues les salen del alma—, y las de la última parte, por lo aburridas
y repetitivas que nos parecen, y que estamos hartos de escuchar en las
radio-fórmulas.
Si por una parte siempre recordaremos
la potencia vocal de una espléndida Lady Gaga en su faceta musical,
tampoco podremos olvidar el rictus de cansancio vital que transmite Bradley
Cooper en muchas partes de la película, donde cielo e infierno se dan
la mano de una forma sorprendente. Y entre esas luces y sombras que nos depara
la vida, Ha nacido una estrella, es capaz de lanzarnos un chorro de luz
tan potente que todavía nos hace creer que merece la pena luchar por aquello
que deseamos. Ya sea por el éxito profesinal, o el amor de nuestras vidas.
Ángel Silvelo Gabriel.
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