La búsqueda de los no lugares en un mundo cada vez más
globalizado. Mostrarse distinto siendo igual. Tener esa capacidad de transformación
en uno mismo para cambiarlo todo: el mundo desde uno mismo…, y con el otro.
Aquel que sirve de referencia y medida del cambio. Habitar esos no lugares que antes no conocíamos y que,
la burbuja del tiempo, nos proporciona al alcance de la mano, es una buena combinación
de sensaciones para entronizarse en el poder de la transformación. Así se
presentaron los vetustianos ayer en el Wizink Center de Madrid en la primera de
sus tres citas en un fin de gira apabullante en el sonido de las guitarras y
unos teclados cada vez más electrónicos; majestuosos en la soltura y el
lenguaje corporal y vocal de un Pucho en plena forma que dispuso de
algo más de dos horas para demostrárnoslo; y en ese rock and pop del éxito que
tan bien lideran y ejecutan en su directos que, por lo demás, tienen una
portentosa y cuidada puesta en escena, donde no solo las luces, sino también la
infografía son una parte principal del concepto musical y visual de un grupo
que lo intenta abarcar todo: el éxito y los no
lugares. Allí donde la transformación es posible tanto o más que las canciones
y las letras plagadas de la urgencia por llegar al final del grupo de Tres
Cantos. Urgencias vitales y existenciales plasmadas en letras largas y
complicadas que, sin embargo, sus seguidores se saben a pies juntillas. Poco
hay que hacer para resistirse a las punzadas de sus notas musicales; unas notas
musicales muy bien distribuidas entre la percusión, las cuerdas de las
guitarras, los sintetizadores y las cuerdas vocales de un Pucho en estado de gracia
sobre el escenario. Canciones nuevas y clásicas que ayer escuchamos versionadas
para que creyéramos que no estábamos en un concierto más de Vetusta
Morla.
Tras dar la vuelta al mundo con esta gira: “Mismo
sitio, distinto lugar”, Madrid, una vez más, ha sido el lugar elegido
para cerrarla y anunciar la próxima edición de Canciones dentro de canciones,
la transformación más vital de los temas presentes en su último álbum hasta la
fecha y que da título a su gira, y que también sirve para irrumpir con su
música en un abarrotado Palacio de los Deportes de Madrid ansioso de ver
brillar una vez más a sus héroes locales: «Hay un sitio para cada lugar, queda
espacio para ti/ Es tu turno, sólo tienes que verlo/ De la oración del violín
principal, al aullido del viento/ Del contrapunto al redoble crucial, todo nace
en el pecho/ Hay un himno para cada final y una frase es para ti/ Es tu turno,
sé que puedes hacerlo…» Un tema al que siguió Deséame suerte y El discurso del rey. Con Palmeras en la Mancha iniciaron ese mestizaje de ritmos y sonidos
que van desde el rock o el pop más eléctrico a los toques de samba o música de
club con un Pucho siempre dispuesto a
mostrarnos sus habilidades como frontman.
En ese tobogán de ritmos y fusiones, Vetusta Morla nos invitaron a subir
y bajar. Y volver a subir y bajar de una forma continua e intrépida mientras
interpretaban temas como Golpe maestro,
Maldita dulzura o Cuarteles de invierno, un gran medio tiempo que zarandeó
al Palacio de una forma muy especial, tal y como ocurrió cuando tocaron Copenhague entre destellos rojos y
azules que llenaban el escenario y convirtieron el recinto en un espacio
circular donde la pista se convirtió en el escenario más multitudinario que se
pueda imaginar cuando sus seguidores cantaron casi la totalidad de la letra de
una forma mágica; una canción que representa, como ninguna otra, esa
reivindicación de los no lugares a
los que se refiere el grupo madrileño. Un éxtasis colectivo que también se
trasladó a Un día en el mundo y que
fue transformado en un delirium tremens con Guerra
civil. Un subidón que cambió a electrónico cuando sonó La vieja escuela: «Todo el mundo necesita un "sí"/ Tres
minutos de complicidad/ Una receta que alivie su dolor/ Con cuentos de verdad».
Canción tras canción. Tema tras tema, Vetusta Morla fue
afianzando su liderazgo en el mapa musical nacional a nivel internacional de
una forma arrolladora, atacando con firmeza y sin desmayo temas con 23 de junio, Al respirar o La deriva y
que lleva a Pucho a recorrer la pista del Palacio de los Deportes (ida y
vuelta desde el escenario hasta el control de sonido) mientras canta Mapas. Y así hasta llegar a la hora y
cuarenta minutos que duró el grueso del concierto que acabó con el tema Saharabbey Road, después de haber
escuchado Sálvese quien pueda, Valiente,
Te lo digo a ti y Fiesta mayor.
Tras unos minutos de descanso, en el que el respetable
pudo ver un vídeo con imágenes de su gira mundial, tocaron cuatro temas más que
acabaron con un apoteósico Días raros
interpretado como un arañazo y que, sin duda, llevó a los asistentes a sentir
el poder de la transformación en su propia piel.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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