Austero en el gesto. Generoso en
el esfuerzo. Íntimo en las pasiones. Afable en lo personal. Delibes,
bajo la lupa de Jesús Marchamalo, es un hombre en bicicleta. Desde los seis
años, cuando aprendió a montar en ella. Hasta después de su muerte, cuando su
familia, en pleno, le recuerda cada verano en esa épica y nostálgica carrera de
cien kilómetros que separa Sedano de Molledo de Portolín. Una distancia que él
recorrió en su juventud por amor. Sin otro pretexto que el de sentir cerca a Ángeles, su fiel compañera. Delibes
en bicicleta es el librito anual en el que Nórdica Libros nos presenta el retrato de un escritor/a de la mano
de Jesús
Marchamalo y Antonio Santos y que, en esta ocasión, quiere resaltar el
centenario del nacimiento del escritor vallisoletano. Un tándem, el formado por
el escritor y el ilustrador, al que también podíamos subir a un velocípedo de
dos plazas y dos ruedas. En ese movimiento circular, intrínseco a la rueda, es
en el que se desenvuelve este entrañable y genial retrato de uno de los grandes
escritores españoles. Un escritor que hizo de sus silencios la forma de estar
en la vida, y tras la que se resguardó del frío de Castilla y de los cafés de
Madrid. Casi anónimo en lo personal. Fue universal en lo literario, pues fue
capaz de traspasar las barreras naturales de la meseta para convertirse en el
autor más leído de su época. Época de luces y sombras que él se encargó de
sortear subido a una bicicleta. Bicicleta en forma de diario: El Norte de Castilla. Bicicleta como
terreno de juegos hasta que le preguntó a su padre cómo se paraba aquella
máquina a la que se había subido antes de la hora de comer. Bicicleta de amor
que marchó tras la búsqueda de Ángeles
un verano en el que todavía no estaban casados. Bicicleta de soledades y
cánticos...
Las anécdotas que conforman este
retrato son tan universales como la obra del propio autor, pero en ningún caso,
están narradas y puntuadas como lo hace Marchamalo —no en vano es el comisario
del Año Delibes—, pues sus comas, su ritmo de adjetivos y su visión entrañable
de este escritor universal, adaptan la forma circular de una rueda que siempre
te embelesa. Una rueda que trata de acercarse al hombre con el vigor propio de
quien lo retrata. A esa parte más invisible del personaje es a la que nos
acercamos en Delibes en bicicleta. Un hombre subido a las dos ruedas y
rodeado de contornos verdes y cipreses en la portada de este librito que, en su
interior, se transforman en blanquinegros en sus diferentes retratos. Un Delibes
convertido en persona única, cercana y jovial de la mano de Jesús
Marchamalo y Antonio Santos —que, con sus ilustraciones nos da muestra
de un Delibes a la fuga en bici o motocicleta. O más sereno con un
retrato cigarro en boca—. Ilustraciones que nos hablan de la fugacidad de la
vida y la permanencia de las sensaciones y los recuerdos cuando éstos quedan
plasmados en una lámina a modo de testigo directo de una época.
Delibes en bicicleta es
un eficaz instrumento con el que acercarse a Miguel. El cazador. El fumador. El
incansable caminante que no hacía ascos a una partida de cartas ni a esas
cuartillas que le cortaban del papel sobrante de las bobinas de un periódico
del que acabó siendo su director. Su semblanza como persona y su valor como
escritor quedan certificados en esa imagen de los reyes eméritos acercándose a
su casa tras ser galardonado con el premio Vocento a los Valores Humanos,
cuando ya estaba enfermo. Hombre de fidelidades, desprendido de envidias y generoso
en el esfuerzo en la búsqueda sin cuartel de esa alma humana que él encontró
con frecuencia en personajes olvidados dentro del mundo rural a los que él hizo
grandes y universales. Únicos y entrañables, pues no en vano, como dijo el
propio Delibes cuando recibió el Premio Cervantes: convivieron
con él durante muchos años. Generosidad infinita que supo trasladar a su
familia y a su entorno. Y a todos aquellos que se acercaron a su vida y a su
obra, como es el caso de Jesús Marchamalo, Premio Nacional de
Periodismo Miguel Delibes en el año 1999 y, por ende, gran conocedor de la vida
y obra del vallisoletano, que esta vez nos ha dejado un certero retrato de un
Delibes en bicicleta, dueño y señor del destino de los más desamparados.
Ángel Silvelo Gabriel.
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