Después de haber pasado los peores seis meses de su vida tras una operación de cadera, Hans Keilson se enfrenta a una nueva guerra tras haber librado la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, es la batalla diaria de la fama, a la que de momento llega después de haber vencido a la peor de las derrotas: el olvido. Y todo ello, se debe una vez más al capricho del azar, ese mago que tantas veces da, y que otras tantas quita.
Para Keilson, el azar vino en forma de curioso traductor, pues Damion Searls encontró entre las gangas de una librería austríaca una edición de 1947 de Comedia en clave menor, una novela autobiográfica donde Keilson se sumerge en las profundidades del alma humana y se deprende de todo aquello que no es esencial. Lo que llevó a Searls a indagar más sobre su obra y descubrir Muerte del adversario (publicada en 1962) donde el escritor alemán realiza una aproximación al odio a través de su experiencia como psiquiatra con huérfanos judíos.
Ambas obras se han editado ya en Estados Unidos (próximamente se editarán en el mercado inglés), donde han sido recibidas con gran entusiasmo por crítica y público, convirtiéndolas en rápidamente en best seller, y elevando a los altares del olimpo literario a este centenario alemán Hans Keilson, al que la crítica ya compara con Kafka o Joseph Roth, y que Francine Prose en el New York Times, lo considera como uno de los mejores escritores del mundo.
Seguro que tras el éxito de ventas, se esconde esa necesidad del ser humano por conocer todo aquello relacionado con el Holocausto judío, aunque quizá en esta ocasión y a estas alturas de su vida, lo de menos sea su origen alemán y judío, y su condición de superviviente de la era nazi, porque Keilson es un claro ejemplo de todos aquellos millones de personas que han sido perseguidos a lo largo de la historia por sus ideas o creencias, pero él a diferencia de muchos de ellos, ha sabido plasmar su experiencia vital en dos obras literarias que casi sesenta años después el azar ha rescatado del olvido, y así, recompensarle por su esfuerzo, y de paso dejarnos a los demás disfrutar de ellas.
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