Hay artistas que logran traspasar la barrera de su carrera artística para instalarse en una parte de la memoria colectiva de varias generaciones, y en ocasiones, esto sucede con una aparente normalidad que no deja entrever el alcance de sus mensajes y su forma de estar a lo largo de los años. Esto es lo que sucede con Loquillo, y lo pudimos ver a pie de campo en el concierto que el pasado sábado diecisiete de septiembre, ofreció en las Fiestas de La Elipa de Madrid. Un barrio madrileño, que por otra parte, ya cuenta con su propia leyenda musical y rockera a cargo del mítico grupo Burning, y al que Loquillo rindió homenaje con su canción convertida en himno ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, una canción a la que Fernando Colomo puso imágenes ayudándose para ello de una jovencísima Carmen Maura, aunque el sábado, de lo que se trataba era de recordar, como no podía ser de otra manera, a Pepe Risi, otro viejo rockero, que sin quererlo, también traspasó los lindes de sus inquietudes musicales, para situarse en ese otro más allá del imaginario colectivo.
Consideraciones extra musicales aparte, Loquillo nos volvió a demostrar que se encuentra en un buen momento de forma, con una particularísima voz, que todavía mantiene unos grandes registros, a la que acompaña con ese saber estar encima de un escenario, que por sí mismo llenó sin necesidad de hacer grandes aspavientos, a lo que le ayudaron su dos guitarristas (su inseparable Jaime Stinus e Igor Pascual) plenos, vitalistas y llenos de energía; sencillamente magníficos. Elegante, bajo su sempiterno traje negro, José María Sanz Beltrán, alias Loquillo, nos recordó a los grandes cantantes de rock’n’roll más clásico, pero en versión moderna, o a esos otros grandes cantautores de la canción francesa de los cincuenta, sesenta y setenta, desplegando en todo momento sus dotes de showman cargado de muchas tablas sobre el escenario, pues con movimientos apenas sugeridos la mayor parte de las veces, levantaba a un público que estuvo entregado en todo momento.
El motivo de su presencia en el barrio madrileño de la Elipa era la gira que desde el pasado mes de abril de 2010 le está llevando por toda la geografía española, y que bajo el nombre de 30 Aniversario 1980-2010, recorre una buena parte de su extensa y exitosa discografía, por lo que apenas pudimos ver la nueva faceta de cantautor total, bajo las letras de grandes poetas como Luis Alberto de Cuenca en su último trabajo Su nombre era el de todas las mujeres. No obstante, sí fuimos conscientes de la madurez de un sonido que ha sabido actualizar, y las versiones de sus grandes éxitos resisten con frescura esa tiranía que conlleva el paso del tiempo, sin olvidar por ello, los mensajes que viajan envueltos en las notas musicales en canciones como Memoria de jóvenes airados, que poco a poco, fueron dejando paso a esas otras instantáneas sonoras que recubren la vida de varias generaciones, pues allí se dieron cita padres e hijos con una armonía cuando menos llamativa, y todos lo hicieron bajo el denominador común de querer disfrutar de la música recubierta de conceptos como pandillero, Cadillac, Martini, palmeras o James Dean, creando un collage de imágenes y sonidos que van más allá de una simple canción.
Con El Rompeolas o Autopista, arrancó las voces de sus fans, que corearon los estribillos de las canciones a la perfección, pero que sólo sería un adelanto de lo que nos esperaba más adelante, en una última parte del concierto que arrancó con la mítica ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? en lo que se convirtió en un homenaje a todo el barrio de la Elipa y su tradición musical, dejándose llevar hasta (la anteriormente polémica) La Mataré con un ritmo trepidante que excitó sin límite a los asistentes. Un ritmo que ya no paró en ningún momento, y que se fue traduciendo en momentos brillantes en cada una de las canciones que siguieron a continuación: Feo, Fuerte y Formal; Ritmo de garaje; Rock’n’roll Star (en una versión más pausada a la original) y Cadillac Solitario, una canción que hizo saltar el resorte de las nuevas tecnologías, y que fue masivamente grabada en los teléfonos móviles como paradigma de nuestra caja de recuerdos, y a los que Loquillo regaló momentos de gran intensidad, para que a nadie se le olvide que su música es mucho más que puro rock’n’roll.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
Consideraciones extra musicales aparte, Loquillo nos volvió a demostrar que se encuentra en un buen momento de forma, con una particularísima voz, que todavía mantiene unos grandes registros, a la que acompaña con ese saber estar encima de un escenario, que por sí mismo llenó sin necesidad de hacer grandes aspavientos, a lo que le ayudaron su dos guitarristas (su inseparable Jaime Stinus e Igor Pascual) plenos, vitalistas y llenos de energía; sencillamente magníficos. Elegante, bajo su sempiterno traje negro, José María Sanz Beltrán, alias Loquillo, nos recordó a los grandes cantantes de rock’n’roll más clásico, pero en versión moderna, o a esos otros grandes cantautores de la canción francesa de los cincuenta, sesenta y setenta, desplegando en todo momento sus dotes de showman cargado de muchas tablas sobre el escenario, pues con movimientos apenas sugeridos la mayor parte de las veces, levantaba a un público que estuvo entregado en todo momento.
El motivo de su presencia en el barrio madrileño de la Elipa era la gira que desde el pasado mes de abril de 2010 le está llevando por toda la geografía española, y que bajo el nombre de 30 Aniversario 1980-2010, recorre una buena parte de su extensa y exitosa discografía, por lo que apenas pudimos ver la nueva faceta de cantautor total, bajo las letras de grandes poetas como Luis Alberto de Cuenca en su último trabajo Su nombre era el de todas las mujeres. No obstante, sí fuimos conscientes de la madurez de un sonido que ha sabido actualizar, y las versiones de sus grandes éxitos resisten con frescura esa tiranía que conlleva el paso del tiempo, sin olvidar por ello, los mensajes que viajan envueltos en las notas musicales en canciones como Memoria de jóvenes airados, que poco a poco, fueron dejando paso a esas otras instantáneas sonoras que recubren la vida de varias generaciones, pues allí se dieron cita padres e hijos con una armonía cuando menos llamativa, y todos lo hicieron bajo el denominador común de querer disfrutar de la música recubierta de conceptos como pandillero, Cadillac, Martini, palmeras o James Dean, creando un collage de imágenes y sonidos que van más allá de una simple canción.
Con El Rompeolas o Autopista, arrancó las voces de sus fans, que corearon los estribillos de las canciones a la perfección, pero que sólo sería un adelanto de lo que nos esperaba más adelante, en una última parte del concierto que arrancó con la mítica ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? en lo que se convirtió en un homenaje a todo el barrio de la Elipa y su tradición musical, dejándose llevar hasta (la anteriormente polémica) La Mataré con un ritmo trepidante que excitó sin límite a los asistentes. Un ritmo que ya no paró en ningún momento, y que se fue traduciendo en momentos brillantes en cada una de las canciones que siguieron a continuación: Feo, Fuerte y Formal; Ritmo de garaje; Rock’n’roll Star (en una versión más pausada a la original) y Cadillac Solitario, una canción que hizo saltar el resorte de las nuevas tecnologías, y que fue masivamente grabada en los teléfonos móviles como paradigma de nuestra caja de recuerdos, y a los que Loquillo regaló momentos de gran intensidad, para que a nadie se le olvide que su música es mucho más que puro rock’n’roll.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
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