Recorrer la distancia que existe entre realidad y deseo, es uno de los objetivos a los que Claire Castillon se entregó en cuerpo y alma cuando concibió los diecinueve relatos que componen Insecto; un libro que tiene un largo recorrido y que además de acceder a la categoría de bestseller, ya ha sido traducido al menos a doce idiomas. Esta anotación nos puede llevar al error de tratar Insecto como un tipo de literatura próximo a la autoayuda (así es publicitada en ocasiones) tan en boga en la actualidad, pero nada más lejos de la realidad. El ejercicio estilístico y literario que Claire nos brinda en sus relatos va mucho más allá, y se sitúa dentro de la narrativa corta, para mostrarnos diferentes situaciones a las que madres e hijas deben enfrentarse en su devenir diario, aunque todas ellas lo hacen bajo un claro denominador en común: el diálogo mudo de los deseos, que aparte de convertirse en el leitmotiv de los relatos, es el claro exponente de unos sueños que se convierten en pesadillas o anhelos (según el caso), encubiertos bajo la túnica del silencio; lo que convierte a muchos de los relatos en historias de un tiempo de comunicaciones rotas o comunicadas a destiempo.
Esa desazón de la incomunicación, como arma arrojadiza que levantar sobre el otro, nos da como resultado un abanico de personajes donde los diálogos interiores se conforman como la única salida a sus obsesiones y frustraciones, y que en ocasiones, son la expresión más clara y desgarradora del miedo. Un miedo de una madre hacia una hija que la maltrata, o de una madre que se cree víctima de incesto, o de una hija hacia una madre que no puede deshacerse del envenenamiento progresivo en clave farmacéutica de pastillas de mil colores, nombres y marcas que las ayuden a superar la separación del padre y el marido. En definitiva, todo un caleidoscopio del mundo femenino que busca en cada historia hacer cómplice al lector de aquello que se nos cuenta, y que en la mayoría de las ocasiones, esta joven escritora francesa consigue, si exceptuamos algunos finales que podríamos tildar como de caprichosos o fuera de lugar, si nos atenemos al contexto del resto de la historia que se nos cuenta, y que quizá, sean víctima de la búsqueda de una originalidad mal entendida y alejada de la sencillez.
No obstante, el estilo narrativo y las descripciones psicológicas de los personajes que compone Claire Castillon son muy vivas y directas, y dotan de frescura a las narraciones, que en algunos relatos se adornan de una vitalidad muchas veces desgarradora, sobre todo, cuando aborda las relaciones materno-filiales desde un punto de vista más conmovedor (lo que ocurre en el tramo final del libro); y que le sirven de colofón a este multidisciplinar ejemplo del diálogo mudo de los deseos entre madres e hijas.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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