Recuperar la libertad tras
conseguir vencer a nuestros deseos. Apoderarse de la melancolía como si fuera
la guía de un camino plagado de acantilados. Estados que surgen y se quedan
para acariciarnos las grietas del alma que día a día se vuelven a resquebrajar.
Estados, en definitiva, que son las pequeñas declaraciones de guerra del
silencio que nos acoge en nuestras vidas y a las que The Bright ponen letra y
música en una cadencia de colores tenues que van desde la melancolía más
evanescente a la luminosidad que se transforma en un arcoíris de múltiples
efectos y sensaciones. Melodías de corte folk difuminado en amplias y verdes
praderas, pero también en canciones de un rock desteñido que a veces se funden con
un pop luminoso (como su nombre) y que bajo la cúpula de la música de autor
buscan sus raíces en una gigantesca campana de cristal, plena de infinitas
resonancias. Acercarse a este Estados (segundo larga duración del
grupo leonés) es hacerlo a esas tardes de otoño que son un falso reflejo del
extinto verano. Esas tardes de otoño en las que, perdidos en una playa
infinita, buscamos las resonancias de los sueños. Entonces, igual que si
hubiésemos sido abducidos por un poderoso imán, nos mojamos los pies con la
única intención de acercarnos a la línea del horizonte. Esa es nuestra meta, la
calma lineal de unas olas que necesitamos que nos sigan acariciando las grietas
del alma, y con ello, podamos seguir viviendo; heridos, pero no muertos.
Miryan Gutiérrez y Aníbal Sánchez
(The Bright) se afianzan en el panorama musical español buscando la
profundidad en las notas de un pentagrama que lejos de romperse se muestran
firmes ante los empujes de unas combinaciones muy personales. Estados
muy bien podría ser un calificado como un disco de discursos interiores, pero
también es el sueño hecho realidad de unos artistas que exploran más allá de la
superficialidad que hoy en día nos tiene acorralados. Aquí asistimos a bocados
exquisitos de buena música que se afincan en grandes praderas sin explorar o en
territorios salvajes como las secuelas más íntimas de unas canciones que tratan
de arremolinarse en nuestra fingida paz interior. La fuerza de este disco está
en la intensidad de su medio tiempo; una cualidad que The Bright maneja muy
bien a la hora de presentarnos sus composiciones, con grandes canciones como Cero o la propia Estados. Sin embargo, todo viaje tiene su comienzo y en el disco se
llama Ela, perfecto corte de folk
americano con ecos de guitarras antiguas, de otra época, quizá tan siniestra
como la actual, pero que en su favor tiene un ritmo vivo y pequeñas dosis de un
órgano Hammond que siempre intenta enamorarnos: "por favor, si vuelves baja el telón". Un juego de ritmos
que se funde muy bien con Donde todo es
luz, el ejemplo perfecto de esa luminosidad en las melodías que refrenda con
la teoría de los medios tiempos pegadizos: "son
ya casi las diez/ te he dejado entrar". Invitación que se transforma
en la celeridad del sufrimiento, atenuado por buenas cadencias musicales, y que
se manifiesta cual revelación en Jolene,
versión del tema de Dolly Parton, y con el que suponemos que The Bright rinde homenaje
a la cantante country de Tennessee. Una resonancia que se distorsiona, al menos
en la voz de Miryan en La pared,
un corte más estridente con reflejos de un rock (aunque sea sureño) tocado en
tonos metálicos: “todas tus flechas
apuntan hacia mí/ la luz del día no te deja huir”.
Estados, como la certeza
más plausible que existe el edén, y The Bright se lanza a buscarlo en
esta canción, plena, poderosa en su melodía, mágica en su composición y
luminosa como pocas. Escapar del miedo para llegar al final de una carretera
que nos llevará a ese lugar en el que siempre hemos querido estar. No cabe una
mayor expiación de un deseo que este Estados: “tras el día sigo aquí sentada en vela/ esperando la realidad/ toco la
pared y sigo andando a ciegas/ ayer me creía más capaz”; una gran canción
que deviene en una nueva mirada al oeste americano en Hexágonos, donde los ritmos inician un ligero trote sobre las
cuerdas de las guitarras, el violín y el órgano, y en el que la voz de Miryan
nos recuerda al registro vocal de Cristina Rosenvinge, pero más
potente y clara. Matices que se difuminan en el eco de De los que pueden dormir; un corte donde vuelven a explorar el
territorio de melodías más eléctricas con sabor a herrumbre. Aquí las guitarras
toman el mando emitiendo notas de cadencias intensas, dando lugar a una nueva
vertiente del grupo leonés, quizá pensada para sus directos, que sin embargo,
deviene en un nuevo espacio luminoso en Lo
fundamental, pues asistimos una vez más a esos registros que nos hacen
soñar, y en los que The Bright brillan intensamente, tanto en letra como en
melodía. Sí, éste es uno de los temas fundamentales del disco; un nuevo estado
que nos hace mirar sin miedo al horizonte, porque ya no necesitamos huir de la
melancolía que nos atrapa el corazón. Mágicos acordes que nos invitan a
reconciliarnos con el pasado en Antes de
que vuelvan; arrebato sureño de baile de saloon con sheriff incluido y que
acaba en un largo final muy eléctrico.
A veces, las grietas del alma se
abren para intentar quedarse, pero ahí está nuestra inercia vital para seguir
viviendo. Ese parece el mensaje de Cero,
la mejor canción del disco junto a Estados,
donde las resonancias del subconsciente devienen en poderosas, y en las que sin
apenas resistencia, nos sumergimos cual nadadores en un mar purificador de
todas nuestras heridas: “olvidar todo lo
aprendido de mí, olvidar cómo lo tenía que decir./ Aunque el sol queda alto no
se ve más desde allí./ Un vacío en el salto, dejar de fingir y volver a
encontrarlo./ Haber perdido detrás de aquel antifaz./ No hay sonido.”; pura
melancolía hecha música. Una comunión de sentidos que da paso a un juego
instrumental llamado Suelo frío,
donde The Bright buscan refugio en acordes casi orientales, y que a
modo de cortinilla sonora luego deja paso a Rotten
Crops, tema que cierra el disco y que es el único cantando en inglés, quizá
como homenaje a su anterior disco Soundtrack for a winter’s tale o
quizá como cierre de una etapa. Sea como fuere, The Bright y su Estados
es toda una amplia declaración de intenciones donde se pone en valor esa
necesidad tan desarraigada hoy en día de acariciarnos las grietas del alma.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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