miércoles, 7 de junio de 2023

FRANCISCO UMBRAL, LAS NINFAS: UN VIAJE DESDE EL CINISMO A LA BÚSQUEDA DE LA LIBERTAD

 


La literatura es el sueño que acunamos de pequeños, por necesario a la hora de reivindicar nuestros recuerdos. La vía de escape del infierno diario que nos consume, y que nos evita ser nadie. El camino que transitar en busca de uno mismo y de la libertad que desconocemos, pero a la que tenemos que dar forma. El niño que se convierte en adolescente. Y el adolescente que regresa una y otra vez a la niñez son las opciones narrativas que Francisco Umbral emplea en Las ninfas (Premio Nadal, 1975) en la que nos muestra la semblanza y la forja de un escritor que, abandona los sueños que tiene en su habitación azul, para iniciar su particular andadura vital en la ciudad de provincias en la que vive (su Valladolid enquistado). Un viaje desde el cinismo a la búsqueda de la libertad que se inicia con la necesidad de ser alguien más allá de sus sueños. Sueños de letras, donde lo sublime y lo bello al principio sólo se desparraman en las hojas de un papel, y que más tarde acabará en la realidad. La realidad del erotismo, el sexo, y la ausencia de una lírica estética, y una moral existencial alejada de la religión que al alter ego de Umbral le llevará a la necesidad de abandonarse a sí mismo y sus deseos, y de ese modo, alejarse de todo aquello que le rodea o abraza. Ese viaje es también el que transita el protagonista de esta novela desde la habitación azul (como concepto literario) en la que el niño-adolescente sueña con lo que todavía no es ni ha creado, hasta el adolescente-joven que es capaza de atisbar que: «una de las grandes angustias del adolescente es la de su inactualidad». Pues la época del adolescente es la época en la que no existe el tiempo, y donde esa atemporalidad está prendida de un hilo tan fino e invisible que nadie lo ve, excepto uno mismo. Época secreta, la del adolescente. Época errática, inclinada en el afán de búsqueda. Exploración en la incertidumbre y la duda, al no hallar aquello que tanto se desea encontrar. Un mundo de mundos que es un mundo incomprendido, y si acaso, inalcanzable. 

Las ninfas es también un homenaje a la literatura. Literatura como viaje. Interior y exterior. Como proceso en el que un joven se embarca con todos sus miedos a amar la vida a través de la literatura sin más, como primer paso que más tarde le lleve a escribir. Es memorable, sin duda, el capítulo de la novela donde el protagonista nos narra las sensaciones que le provocan la visita a la imprenta del periódico donde le lleva su amigo Darío. El olor a tinta. Al papel. Al engendro de los sueños. Todo ello lo escribe Umbral con un estilo propio y muy depurado. Un estilo inconfundible y adjetivizante, como tantas veces se le ha denominado a su forma de escribir. Estilo y voz propia de narrador. De periodista de la vida. De poeta del oscurantismo que reivindica las puertas de atrás de las que tantas veces huimos. Poeta de nuestros miedos, también, a los que cada día más nos da pereza enfrentarnos. Bardo de nuestra cobardía sólo sublimada por las ráfagas del deseo que nos llevan a esa Atlántida perdida, con la que muy de vez en cuando nos tropezamos en el devenir de nuestros días. Umbral, entre muchos otros matices, narra con gran destreza literaria la forja de un escritor que se hace a sí mismo y se enfrenta a la sociedad que le ha tocado vivir. Y lo hace describiéndonos los cines de sesión doble. Los cafés y sus melancolías ya abandonadas. Las meretrices y las monjas que no ejercen no rezan. O a través de los cafés con leche como símbolos de tertulias improvisadas y aburridas, o mediante la misa de doce de los domingos, con su cura y su púlpito. Y desde esa mirada interior, tampoco falta la de los arrabales desde donde mirar la ciudad y su horizonte. Las insignificantes calles estrechas del centro… Una singladura que le lleva desde el cinismo a la búsqueda de una libertad que sólo se puede proporcionar uno mismo.                                                               

Ángel Silvelo Gabriel.

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