¿De cuántas formas se puede explorar la belleza? Sin duda, la música es una de ellas, y más, a la hora de escudriñar las coordenadas de un estado sobrenatural sobre el que depositar nuestros anhelos acerca de aquello que nos hace felices y que surge de la nada, como el nacimiento de algo nuevo e inesperado y, que sin saber cómo, nos atrapa. La emoción que nos provoca la belleza es la síntesis de un equilibrio emocional y existencial que, en muchas ocasiones, nos acompañará toda la vida. Pues la permanencia es una de las virtudes de la belleza. Y esa, quizá, sea una de las características de las letras y las melodías del grupo McEnroe, pues por muchas veces que las hayas escuchado, te siguen provocando ese choque de emociones y bienestar que son tan difíciles de hallar a lo largo de los días. Un equilibrio sonoro y emocional que el grupo de Getxo explora desde las resonancias musicales más pausadas e íntimas que se traducen en un eco profundo. Tanto que nos produce un impacto, sobre nuestros deseos, difícil de superar. Desde la sencillez, la magistral ejecución de unos músicos más que sobresalientes y la necesidad de seguir haciendo suyos el amor, su llanto y su alegría, nos van descubriendo tras cada tema la belleza del antihéroe: «Deberías venir y agarrarme de la mano»; un contacto corporal que ellos nos acercan a través de la música y el sonido compacto, armónico y limpio que surge de sus canciones: «El día en que sepamos/ Que seremos inseparables/ Tú lo adivinarás riendo/ Yo lo sabré al instante/ Y nos sumergiremos/ Los dos sin coger aire/ Haremos las corrientes/ Haremos de la vida una baile». Un baile que nunca se nos acaba de olvidar cada vez que ellos se suben al escenario y juegan con esa timidez de palabras que no de ejecución musical.
Ayer, en el inmejorable espacio que es el Jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid, Ricardo Lezón nos anunció que el setlist sería algo diferente al de sus últimos conciertos en la capital —lo que en verdad no fue del todo cierto— dado que esa circunstancia es casi imposible, dado el gran número de hits que poseen en su discografía y porque sonaron, entre otros temas: Rugen las flores, La Palma, Gracia, Naoko o Cuando abrimos las ventanas para ver amanecer. En este sentido, quizá sí que destacó la canción que hace referencia al grupo británico The Smiths y que Ricardo Lezón cantó parte en inglés. Más allá de la elección de unas u otras canciones lo que sí que quedó claro que anoche, en el Botánico de Madrid, un rayo de luz se hizo sitio entre la espesura de un bosque de nubes que la final no nos mojó. «Y la fuerza de saber/ Que nada puede detener/ Ni al rayo ni al color/ Ni a la gota que al caer/ Nos da la fuerza de saber/ Que nada podrá detener/ Ni a la luz ni a la voz/ Ni al roce de la piel».
Ángel Silvelo Gabriel.
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