domingo, 16 de mayo de 2010

HABITACIÓN EN ROMA: ELENA ANAYA vs NATASHA YAROVENKO


Tras la capa superficial de una piel desnuda se esconde algo más profundo; los sentimientos. Amor y tormento mimetizados bajo una luz artificial capaz de fundir ambos en un juego de miedos y atracción que de una forma tan natural como sencilla se desarrolla en la intimidad de las cuatro paredes de una habitación de hotel en la eterna y mágica ciudad de Roma, que en esta ocasión sólo intuimos.
La cámara de Julio Medem se apoya en una excelente fotografía e iluminación de Álex Catalán, que se convierte en el confidente y tercer personaje de la película. La luz insinuante del inicio, donde los miedos de las protagonistas están todavía muy presentes, se va desvaneciendo a medida que la película va avanzando, para primero envolverlas, luego acogerlas y finalmente ayudarlas a unir lentamente sus sentimientos.


El film comienza con un largo plano secuencia muy en la línea de el que Marco Bellocchio rodó en su film El Diablo en el Cuerpo de 1986, donde la cámara va retrocediendo de lo general a lo particular hasta introducirse en ese espacio íntimo que es la habitación donde se va a desarrollar la acción. Un reducido espacio que en contraposición, va a ser traspasado por un ordenador desde el que se puede visitar cualquier otra parte del mundo. Este matiz, junto a las imágenes musicales de la televisión que sirven a las protagonistas para ponerse a bailar, son los dos únicos sustentos exteriores (si obviamos las intervenciones de Enrico Lo Verso) de un universo interior repleto de las confidencias que sólo se cuentan a un extraño, quizá porque suponemos que éste no nos va a a juzgar, y como decía Tennesse Williams: "siempre he confiado en la bondad de los extraños".
Si la luz es importante en el estado anímico de las protagonistas en el desarrollo del film, no menos importante es la secuencia musical de la película, en la que la aparición a lo largo de la misma de la magnífica canción de Russian Red Loving Stranger nos anuncia un cambio en la relación sentimental de sus protagonistas, en unos fundidos sonoros apoyados por los giros que la cámara de Medem hace en busca de los personajes de los cuadros presentes en la habitación (mudos espectadores de la acción) y que finalmente se detienen en el cupido que pende del techo, y que siempre está dispuesto a lanzar su flecha con el objetivo de alcanzar a algún corazón solitario.
Habitación en Roma es una película de encargo en la carrera de Medem, pero a pesar de tratarse de un remake de la chilena En la cama (2005) es una película de autor, donde los rasgos característicos del cine del director donostiarra se dejan ver sin dificultad, y en el que Elena Anaya protagoniza sin duda uno de los mejores papeles de su carrera (a la altura de el de Nawja Nimri en Los Amantes del Círculo Polar, una de las mejores películas del cine español; o el de Enma Suárez en La Ardilla Roja) y se convierte en el alma de este proyecto, donde da vida a una mujer atormentada por su pasado, que sin embargo no renuncia a la búsqueda de la felicidad y el amor entre los rescoldos de su ruina. En este sentido, el juego de las mentiras iniciales darán paso a las verdaderas confidencias entre dos personas perdidas en la noche romana, que consiguen conectar con las partes más ocultas del ser humano, para una vez conscientes de ello, sentirse de nuevo desdichadas. La labor interpretativa se completa con la agradable sorpresa que es Natasha Yarovenko, que en su papel de fémina conquistada da perfecta réplica interpretativa a la magistral y envolvente Elena Anaya.

Más allá de la arriesgada desnudez de sus protagonistas, Habitación en Roma es una película llena de sensualidad, intimista, inmensamente plástica en escenas como la de la bañera tintada de rojo y de lento desarrollo, pero totalmente veraz y sin trucos de artificios que nos muestra lo más profundo y esencial del ser humano; los sentimientos del amor, el miedo y el tormento.

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