Con quince minutos de retraso sobre el horario previsto, salieron los Arcade Fire al escenario de un abarrotado Palacio de los Deportes de Madrid dispuesto a lanzar más lejos que nunca al grupo que venían a ver. Como viene siendo casi habitual en la presente gira, Ready to start fue el tema elegido para iniciar un concierto de sonidos entrecortados, que ya comenzaron con esta canción que sonó lejana y distante, algo que intentaron arreglar con Month of May y que sólo consiguieron a medias, hasta que por fin su sonido llenó plenamente todos los huecos del Palacio con su cuarto tema y primer himno de la noche No Cars Go, donde el público estalló en la primera de las arrebatadoras respuestas de unos fans incondicionales ante el grupo bandera del nuevo siglo XXI.
La sencillez de su puesta en escena fue un tributo a la iconografía de carretera, que reflejaba como nunca el concepto del instante, recordándonos que sólo estamos aquí de paso, y para ello, tiraron de la capacidad visual de Wim Wenders y su París Texas, que se refrendó con imágenes de nubes a gran velocidad que en ocasiones escupió el inmenso cartel publicitario que hacia las veces de pantalla. Lo que no fue impedimento para que la gran Régine Chassange, que en Haití nos recordó a Björk en el tono de su voz, se metiera al público en el bolsillo con una magnífica interpretación que secundó con un baile de movimientos en los que parecía estar suspendida en el aire y que estéticamene feuron bellísimos, y que continuaron cuando comenzó a sonar Sprawl II (otra de las joyas de The Suburbs) y que alcanzó tal grado de excitación, que una vez terminada la canción, el público seguía coreándola, lo que les impidió continuar con el siguiente tema, y a lo que Régine secundó con un grito de júbilo (quizá no sabía que estaba en España). Ella fue sin duda la gran estrella de la noche, con una potencia y una presencia sobre el escenario arrebatadoras, y que devolvió con creces la energía que desde la platea sus seguidores les estaban enviando.
El setlist de anoche fue casi un calco del que ya mostraron en septiembre en Santiago de Compostela, y tras la gran Régine, iniciaron un bloque de medo tempo que comenzaron con Modern Man, una de las obras maestras musicales de los últimos años, a la que Win Butler una vez más, acompañó de un ¡Gracias Madrid!. Rococó inundó de tonos verdes el escenario y la valla publicitaria. The Suburbs y su Continued nos dejaron ver a jóvenes corriendo y jugando en los suburbios de lo que podría ser cualquier ciudad americana, y que son el reflejo de esta epopeya urbana que Arcade Fire ha compuesto para todos nosotros. Pero fue en este bloque de grandes canciones donde otra vez su sonido no llenó el Palacio de los Deportes.
Con Tunnels de nuevo regresaron al subidón de intensidad y el ritmo más poderosamente folkie del grupo, que levantó a todos de sus asientos. Delirio que continuó con Keep the Car Running, canción que consiguió que el Palacio sucumbiera ante el sonido más genuinamente arcadiano, lleno de ecos sonoros al estilo oh, oh, oh, y que en esta ocasión, ensamblaron a la perfección con las imágenes de un coche a toda velodidad por una carretera devorando líneas continuas y discontinuas. Excitación que siguió con We Used to Wait (otra de las joyas de The Suburbs) y donde Win Butler por fin se decidió a bajar a la pequeña platea anexa al escenario, para acercarse a sus fans más incondicionales, mientras un potente órgano le respaldaba desde el escenario. Con este nuevo bloque de canciones, Arcade Fire se metió definitivamtne al público en el bolsillo, y lo hizo, mediante proclamas y sonidos power pop que remataron con una de sus grandes canciones-himno como es Rebellion, donde la fusión del grupo con el público fue total, y donde las voces que nos regaló Régine una vez más, fueron ampliamente coreadas y bailadas por el público, hasta tal punto, que uno de los componentes del grupo se lanzó al público y regresó por el pasillo de seguridad al escenario. Un final apoteósico para un concierto que subió con los temas más potentes, pero que no llegó a llenar de su buena música, con las partes más melódicas.
Con un milimetrado estudio del tiempo y el espacio, Arcade Fire hicieron un bis con dos temas, que teminaron con Wake Up, donde toda la formación se dispuso en fila en el frente del escenario, a modo de homenaje a los asistentes, lo que hizo que el Palacio por enésima vez se viniera abajo con ese innato poder de atracción que poseen Win Butler y sus muchachos.
Arcade Fire anoche arrebató, con la sencillez como bandera, los corazones de los multitudinarios fans que se congregaron para verles de cerca y escucharles. Un grupo que por mucho que ellos quieran negarlo, van más allá de la música, y ese matiz es algo que se deja entrever en cada uno de sus conciertos, pues van por el camino de crear un movimiento, tan necesitados como estamos de verdaderos líderes a nivel mundial, pues sus canciones a veces nos recuerdan a verdaderas proclamas que sus fans cantan con auténtica devoción, y no debemos olvidarnos que su última obra maestra The Suburbs, es una epopeya urbana a la incomunicación y al modo de vida en el que vivimos, porque no en vano estamos ante la primera gran banda del siglo XXI.
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