Cuando la primera previsión de
entradas se quedó pequeña para albergar este último concierto de la gira de Izal
en Madrid, hubo que ampliar el aforo del recinto hasta llegar a las cerca de
12.000 personas que ayer se congregaron en la capital para despedir esta
exitosa gira, pero incluso ese aforo se quedó pequeño, pues Radio 3
retransmitió en directo el evento en lo que se convirtió en un especie de eco
viajero y universal de las canciones del grupo madrileño. Todos ellos, tuvieron
la oportunidad de contemplar con sus propios ojos u escuchar con sus oídos el
milagro. Sí, porque hay veces que los gusanos de seda se convierten en
mariposas y se van posando por las más deseadas flores del jardín. El triunfo
de la normalidad, tal y como titulaba un suplemento de un diario de tirada
nacional, se hizo realidad. Un adjetivo al que habría que añadir el de la
sencillez; una pasmosa sencillez acompañada por la humildad y que, a su cantante,
Mikel
Izal, le pasó factura en varios momentos del concierto donde le fue muy
difícil contener la emoción ante la avalancha de cánticos, botes, bailes y
ovaciones de doce mil almas que querían formar parte de ese delirio colectivo. Izal
aprendió muy bien la lección, y después de la decepcionante puesta en escena de
su concierto en La Riviera de Madrid, ayer nos demostraron que era un día
especial y, como tal, lo ejecutaron. Dominadores de los tiempos del concierto
y, por tanto, de las emociones, consiguieron que parte del ambiente altamente
festivo de sus show, ayer se serenara en favor del disfrute de las buenas
letras (menos encriptadas que las de Pucho) de Mikel Izal: «no sería lo
mismo imaginarte/ que poder estudiarte con detalle/ usaré cada segundo que pase/
para poner a prueba nuestras capacidades corporales/ solo quedará sin probar un
sentido/ el del ridículo por sentirnos libres y vivos», y de la música del
grupo, pues ayer sí fuimos conscientes de la gran carga de fuerza de sus composiciones,
a lo que hay que añadir una acertadísima puesta en escena: sencilla,
contundente y muy cercana para los seguidores, donde las pantallas no solo eran
un río de imágenes, sino que también exploraban el otro lado del escenario,
justo aquel que veían, todavía incrédulos, los componentes de Izal.
En ese delirio de rimas, cánticos y rezos, fuimos conscientes de que LA MÚSICA
ES LA NUEVA RELIGIÓN DE LA JUVENTUD, e Izal son uno de los apóstoles más
destacados de este nuevo movimiento de masas.
Antes de que todo esto ocurriera,
asistimos al mini concierto de Cyan, que empezaron fríos, para poco
a poco desenvolverse en el enorme escenario tal y como son: intensos, potentes,
y con unos medios tiempos que siempre, siempre son acertados. Javi
Fernández es uno de esos genios de la música española que, a pesar del
gran talento que posee, no acaba de verlo plasmado en el éxito que merece. Cyan
es un grupo que debe permanecer por méritos propios en la escena musical
española, pues su sensibilidad y talente es único. Ojalá, los asistentes al
concierto de ayer hayan sido capaces de ver parte de todo esto y darles más
oportunidades, pues sin duda se las merecen. Solo con escuchar la canción, Solo es una herida, merece la pena asistir
a un concierto del grupo de Barcelona, que además, nos regaló canciones como Belva o Turistas heridos. Además, no
solo disfrutamos de Cyan antes del concierto de Izal, pues tuvimos la
suerte de disfrutar de la sesión de Pablo Arribas, más conocido como DJ
Pichurra, donde una vez más, fue capaz de plasmar esa especial
sensibilidad que tiene para elegir temas que nos atrapan. Ayer, para calentar
motores, sonaron grupos como Shinova, Pasajero, Vetusta Morla o Amaral,
en lo que, sin duda, fue el aperitivo perfecto para el atracón de buena música
que vendría después.
Y como solo ocurre en los sueños,
la intro del concierto fue un homenaje del grupo a sus seguidores. Las
pantallas se llenaron de los años (2010-2015), período de vida del grupo, en el
que uno a uno fueron recordados los concierto míticos de la banda, en tan corto
espacio de tiempo. La Joy Eslava, la
plaza del trigo en el legendario concierto del Sonorama de Aranda de Duero, donde, quizá, se produjo el salto
definitivo de la banda para convertirse en un grupo de masas, la Sala La Riviera, hasta estallar en una
imagen general del abarrotado Palacio de
los Deportes de Madrid, que pilló
por sorpresa a sus seguidores mientras veían sus caras reflejadas en las pantallas.
Después llegaron más de dos horas de concierto y más de veinte temas (incluidos
dos canciones nuevas de su próximo disco: En
aire y hueso, y Hacia el norte) interpretados por unos músicos tocados por
la varita mágica de las sensaciones que se convierten en sueños. Un concierto
que contó con las colaboraciones de Iván del Castillo a la trompeta en
diferentes momento de la noche, Jairo, de De Pedro en Palos de ciego, Juan Aguirre en Magia y efectos especiales o Carmen
París en Agujeros de gusano.
El broche de oro a tan singular y
mágica noche fue la cara de felicidad de los componentes del grupo, que no se
creían aquello que estaba viviendo; una incredulidad teñida de felicidad que se
reflejaba en sus caras y en las palabras que Mikel Izal pronunció al
finalizar el concierto, justo antes de sonar, Prueba y error, la última canción de la noche: «ha sido tal y como
lo soñamos un día, gracias por hacerlo realidad».
Ángel Silvelo Gabriel.
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