Bajo una oscura cúpula, los destellos de la vida y obra de Miguel Delibes en forma de textos, libros, cuadros o fotografías, nos van atisbando luz, mucha luz, acerca de ese humanista sabio y sincero que ha conseguido sobreponerse al paso del tiempo y celebrar su centenario de una forma brillante tanto en su efeméride como en su puesta en escena, a pesar de su carácter intimista en su esencia. Y lo hacemos de la mano siempre acertada del comisario de la exposición, el periodista y escritor Jesús Marchamalo, cuyos textos, concisos y muy ilustrativos, nos sirven de llave a la hora de abrir y discernir el caminar de un Miguel Delibes siempre cercano. En este sentido, la sencillez es la gran protagonista de esta exposición, pues su estructura, está perfectamente adaptada para que todos aquellos que se acerquen a ella, disfruten y se iluminen con la biografía y obra de uno de los grandes escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Una muestra que va mucho más allá del escritor realista y, que de una forma muy bien resuelta, se divide entre su vida personal (caza, deporte, familia…) y su vida profesional (periodismo, literatura, cine, teatro), a través de una multiplicidad de fotografías, novelas, manuscritos, textos escritos por el propio Delibes, telegramas y cuadros. Estampas o imágenes, todas ellas, muy significativas de su sobriedad, de su saber estar en el mundo de una forma honesta. Una forma dibujada por esa mirada perdida en el horizonte con la que tantas veces sale retratado en las fotografías y en algún cuadro. Ese es Delibes, como nos dice Marchamalo, el cazador, el deportista, el periodista, el escritor…
La máquina de escribir (una Hermes Baby) que le regaló su mujer, Ángeles, en la petición de mano, y con la que comenzaría su carrera de escritor, nos da la bienvenida de una forma discreta y ceremonial a la vez, sabedora del trabajo bien hecho en pos de las letras españolas. Del mismo modo, que en la siguiente sala, Ángeles, su fiel compañera, parece vigilarle de lejos, con traje rojo y a la expectativa de que vuelva a su lado; una mirada que nos habla del carácter más personal del autor. Además, la exposición de la Biblioteca Nacional es una magnífica oportunidad de acercarse al Delibes periodista y al Delibes dramaturgo y, también, a su relación con el teatro y el cine a través de sus obras. Casi sin darnos cuenta, y con un sencillo rigor efectivo y efectista a la vez, vamos acumulando pasos, metros y hasta kilómetros, por una senda oscura pero bien iluminada, a través de la que recorremos las portadas y ejemplares de, entre otros: La sombra del ciprés es alargada (Premio Nadal 1947, cuyo telegrama anunciándole la buena nueva de que es finalista del mismo también se puede ver), El camino, Las ratas, Los santos inocentes, El disputado voto del señor Cayo, Cinco horas con Mario, o su última novela El hereje (Premio Nacional de Literatura 1998), y con ellas, somos testigos de su significado: el Premio Nadal de 1947, los Premios Nacionales de Narrativa en 1955 y 1998, El Premio Príncipe de Asturias en 1982, o el Premio Miguel de Cervantes en 1983, en cuya antesala del Paraninfo, permanece grabado su nombre como merecedor de dicha distinción. Y cómo no, la memoria de su emotivo discurso y emocionado recuerdo para Ángeles, su inseparable y fiel compañera.
Fuera de esta caverna de la sabiduría, se rompe el silencio y el mimetismo de un universo particular y único, como única era y es su mesa de trabajo. De madera robusta, como su profunda sencillez. Esa es la primera imagen que a uno se le queda cuando atraviesa las lindes de la creación y la imaginación que encierran al mundo literario de Delibes. Un mundo dibujado con sus caricaturas y cincelado con su perennes palabras, como su recuerdo. El recuerdo de un hombre sencillo y un humanista sabio y sincero.
«Literatura... Ha sido una auténtica dedicación. He encontrado en ella el refugio que no encontraba tan perfecto en el cine o en el café o en el juego; la relación de dos se establecía perfectamente entre una persona y un libro. Mi afán al escribir era intentar comunicar a dos personas, emplear la pluma como elemento de comunicación con otros. Escribir es comunicarse con otro.» Miguel Delibes.
Ángel Silvelo Gabriel.
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