La valentía de enfrentarse solo al destino. A viajar a través de la oscuridad en busca de algo de luz. Y hacerlo explorando la esencia con la que fuimos creamos. Y aquello de lo que partimos. Aquello que queríamos ser al comenzar. Verdades y riesgos reunidos en torno a la figura, la palabra y las notas de la guitarra de Jorge Pérez, que asumió en solitario la parte acústica de la primera parte del concierto que el grupo oscense ofreció ayer en la Sala El Perro de Madrid —que presentó un sold out en toda regla—. Su ensimismamiento y su verdad sobre el escenario contagiaron enseguida a los asistentes, que quedaron prendados de su puesta escena y la obsesiva y autodestructiva oscuridad que rondan a muchas de sus canciones. Temas siempre cargados de esa última necesidad existencial de afrontar la vida de cara. Un embelesamiento que duró media hora, en el que Jorge tocó un tema desconocido —porque no lo tocan en directo ni está en ninguno de sus discos—, junto a otros ya muy conocidos y coreados por los asistentes, y que más tarde volverían a reproducir en un vendaval eléctrico de una hora de duración.
La fuerza de El Verbo Odiado se halla en la pujanza de una guitarras únicas, solventes y, sobre todo, altas muy altas, con una variedad de notas que se cuelan en el corazón de todos aquellos que las escuchan. Guitarras desalmadas por la potencia de sus propuestas y por la brillantez de sus notas que trasgreden el shoegaze inicial del grupo. Guitarras que ahora se marcan grandes dosis de un pop-rock único, porque los matices que engloban así lo manifiestan. Los tres primeros temas con los que iniciaron la segunda parte del concierto así lo atestiguaron, donde le grupo oscense nos mostró versiones más largas y envolventes de los mismos, en los que la atmósfera en plan The Cure de sus inicios, se fueron fusionando con la psicodelia más oscura que se abre paso hacia el arrebato. Aquí es donde el grupo pide a viva voz escenarios más amplios y escuchas mucho más masivas que hagan justicia a su gran trabajo. Una labor artística que está siempre muy bien ejecutada en sus directos, tal y como este mismo año ya pudimos apreciar en su anterior parada en Madrid el pasado mes de enero.
Arropados por un buen número de fans, El Verbo Odiado fueron martillando uno a uno sus éxitos con magníficas muestras de su energía en canciones como Fargo, Funerales o A punto de fuga, sólo por poner tres ejemplos, y que dejan a su primera aparición, Nada que celebrar, como un tema de relleno que no es demostrativo de sus nuevas opciones musicales. Alternativas rítmicas mucho más cercanas al arrebato. Eso sí, un final endemoniado pleno de fuerza y magia que ayer iniciaron desde la más absoluta esencia.
Ángel Silvelo Gabriel.
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