¿Cómo se pueden consensuar sensualidad y arquitectura, hedonismo y materia, luz y deseo? A priori, no parece una tarea fácil, pero si visitamos el espacio donde se encuentra ubicado el MAXXI de Roma, quizá seamos capaces de responder a estas interrogantes, que como en un sueño, se nos presentan cuando caemos rendidos ante la gran fiesta de la voluptuosidad de la formas que es éste inesperado templo del arte, como ejemplo de una arquitectura sin límites e imposible, si no fuera por la posibilidad que se nos ofrece de tocar aquello que ha sido soñado. Sueño o realidad, el Centro de Arte Contemporáneo diseñado por la británica de origen iraní Zaha Hadid, se alza sobre la ciudad de Roma al resguardo de la multitud de manifestaciones artísticas de las que esta ciudad es testigo mudo e insolente por su conocimiento de lo que es eterno. Y esta apreciación no es baladí, porque entre tanta majestuosidad, este deseo de formas curvas y onduladas también necesita su espacio y su propio aposento.
A día de hoy, dejar huella en la ciudad de Roma es muy difícil, o prácticamente imposible, ya que esta urbe milenaria, atesora un gran número de las mayores muestras de la Humanidad en cuanto a las diferentes disciplinas existente en el mundo del arte. Sin embargo Zaha Hadid, con su particular y caprichoso MAXXI, ha conseguido entrar en esa nómina de hallazgos que uno tiene que explorar cuando decide ir a Roma. No obstante, el espacio en el que se ubica este original y todavía desconocido Centro de Arte Contemporáneo, bautizado por los romanos como MAXXI, se encuentra situado fuera del circuito turístico, muy cerca del antiguo Estadio Olímpico, y a unas cuantas paradas de tranvía del centro neurálgico de la ciudad. Un distanciamiento que se nos antoja necesario, porque las formas onduladas de este edificio singular, necesitan de su propio tempo, fuera de la observación de otras edificaciones y señas de identidad de la Historia del Arte. Así, el MAXXI se asienta en el terreno ocupado por unos antiguos cuarteles, que han sido tomados por una nueva disciplina, la del ARTE en letras mayúsculas, y a la que Zaha Hadid ha sabido dar una inigualable muestra de identidad propia.
Este triple conglomerado de hormigón, cristal y metal, transmite la sinuosidad y la calma del descanso de dos amantes después de dar rienda suelta a sus deseos. Caprichoso, hedonista, singular y majestuoso, no se eleva, sino que más bien reposa sobre la eterna ciudad de Roma, como un nuevo ejemplo de su infinita dimensión del paso del Hombre por el transcurrir de los tiempos.
Si el exterior transmite esa calma existencial, el interior es un eterno juego de luces y sombras, donde a cada paso hay un nuevo detalle por descubrir y una nueva sensación que experimentar, como cuando se juega al escondite y a cada paso hay una nueva sorpresa inesperada. Es aquí, donde la voluptuosidad de las formas se nos antoja más femenina que nunca, pues nos resulta única, sensual y arrebatadora, ya que nos invitan a seguir descubriendo algo nuevo en cada uno de sus rincones. Espacios que buscan la intimidad, la relajación y el equilibrio con la luz. Una luz que procede del techo en su mayor parte, en un ejercicio de convivencia con el entorno natural, pues esa ha sido una de las premisas de este caprichoso edificio que fue galardonado con el prestigioso Premio de Arquitectura RIBA Stirling Prize 2010.
El juego de los materiales y las formas con la luz, es otro de sus puntos fuertes. En esa búsqueda de un equilibrio que podríamos denominar zen, Zara Hadid ha intentado encontrar puntos de encuentro donde la unión de la arquitectura y el deseo se dan la mano, para llevarnos hacia un limbo terrenal de cemento y cristal. En ese juego de ir buscando un nuevo territorio repleto de sensualidad, es donde caemos a poco que nos dejemos llevar, porque sus escaleras o sus caprichosos paneles del techo que se mueven al antojo de la luz o la sinuosa forma de sus escaleras, no hacen sino invitarnos a jugar al juego eterno del amor, porque su formas parecen anunciarnos que nuestro más próximo destino está en perdernos entre la voluptuosidad de las curvas femeninas, que en un magistral truco de magia, se han materializado en arquitectura.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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