Un gesto, una mirada, una frase de la que no conocemos su alcance hasta mucho después de que la hayamos formulado, la melancolía, la pérdida, la decepción o el paso desesperante hacia la edad adulta, son sólo algunos de los matices de los cuentos que componen El prisionero de la avenida Lexington de Gonzalo Calcedo. Este rico espacio onírico donde asistimos obnubilados a la percepción de las atmósferas cambiantes. En ellos, Calcedo retrata como nadie el traslado hacia ese otro lugar en el que sus personajes nunca imaginaron que irían. Son recorridos interiores, que como afluentes ocultos atraviesan sus vidas sin saber dónde van a desembocar; o como una tenue niebla que lo cubre todo, y que cuando se despeja, les deja ver algo distinto. Ese poder de transformación inherente a las historias, es tan intenso, que es imposible no sentirse identificado con ellas, pues en esencia son sólo eso, retazos de vida; pero son retazos de vida magistralmente contados. En este caso, Nueva York es una excusa, apenas una anécdota, pues su presencia no siempre puebla la geografía de los relatos, y cuando lo hace, apenas es determinante, pues las historias podrían haber ocurrido en otro lugar, o en otro mapa onírico. Una apreciación que es cierta, si exceptuamos al cuento que da título al libro y al último titulado Viaje a la luna, donde se nos antoja que nuestra memoria colectiva no ubicaría sino ahí esas historias.
Dicen que los grandes escritores son aquellos que permanecen ocultos detrás de las historias que nos cuentan sin que apenas se note su presencia. Esa es una de las grandes cualidades que poseen las diez historias que Menoscuarto Ediciones ha editado bajo el signo de la calidad y el aprecio por los libros; un esmero y un cuidado por la edición, que Calcedo ha devuelto con no menos maestría, pues de nuevo nos vuelve a demostrar una vez más por qué es uno de los grandes cuentistas españoles, si no el mejor. Lo que nos lleva a pensar, que si su lugar de nacimiento en vez de Palencia, fuese cualquier pueblo o ciudad de los Estados de Wisconsin o Minnesota, estaría becado por alguna universidad, para así no tener que preocuparse nada más que de escribir y poder dejarnos un mayor legado (al estilo de Raymond Carver, por ejemplo). No obstante, su amor por el relato corto es tan intenso, que le lleva a editar un libro de relatos por año. Un esfuerzo que no siempre se ve recompensado, pues con más asiduidad de la deseada, se ve inmerso en la decisión última de volver a su trabajo en la Administración, como recientemente explicaba en una entrevista. Esta recopilación de cuentos, al menos, le ha traído un pan bajo el brazo en forma de Premio NH al mejor libro de relatos publicado en España en el año 2010, lo que sin duda, nos permitirá seguir disfrutando de su empeño por el relato corto en detrimento de la novela.
Dentro de esa perenne atmósfera cambiante que recorre todos sus relatos y que logra no dejarnos indiferentes, hay momentos memorables o para el recuerdo, porque en ellos, el tiempo se detiene y asistimos casi sin darnos cuenta a la narración de una vida en apenas unas pocas palabras. Un excepcional y maravilloso ejercicio de síntesis narrativa al que Calcedo proporciona unas dosis de melancolía e intensidad que hacen que lo que nos cuenta, se introduzca en la ruta de los recuerdos imborrables. Un ejemplo de ello, son las maravillosas descripciones de transición que experimenta el Sr. Pirelli en el cuento que da título al libro; o la narración casi inocente ante nuestros ojos, pero cargada de una mortífera munición que es El árbol, donde se deshoja toda una vida en apenas unos folios, y donde el símil del árbol se convierte en todo un símbolo existencial y existencialista que nos encoge el corazón por lo directo que resulta. Una cualidad que también tiene el relato que cierra el libro, Viaje a la luna, donde el paso a la edad adulta está magistralmente tratado, tanto en el tono como en la voz. Del mismo modo que podríamos ir argumentando y defendiendo cada una de las historias que aquí se dan cita, pues todas ellas poseen ese matiz de genialidad que sólo pueden darle escritores de la talla del narrador palentino.
Una excelente aproximación a este libro de relatos y al universo literario de Calcedo, es sin lugar a dudas, la reseña que Miguel Ángel Muñoz ha hecho de ambos en su blog El síndrome Chéjov (http://elsindromechejov.blogspot.com.es/2011/02/el-prisionero-de-la-avenida-lexington.html#!/2011/02/el-prisionero-de-la-avenida-lexington.html), y que desde aquí, recomiendo por su gran valor literario y acierto.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario