viernes, 8 de junio de 2012

LOVE OF LESBIAN, LA NOCHE ETERNA. LOS DÍAS NO VIVIDOS: ESPEJOS Y ESPEJISMOS (NADA ES LO QUE PARECE)

Espejos y espejismos como metáfora que define perfectamente el último trabajo del grupo catalán Love of lesbian. Aviso: aquí nada es lo que parece. Recientemente, Santi Balmes decía en el diario El Mundo, que ellos lo que querían era vender muchos discos y que los comparasen con La Oreja de Van Gogh o Amaral, porque para nada hacían música trascendental (espejismo). Sin embargo, si uno se para a escuchar su doble cd, se da cuenta que eso es mentira, porque las dieciocho canciones que componen su última aventura, son un todo conceptual (espejo). Realidad y ficción; espejos y espejismos, van de la mano sin apenas darnos cuenta (ahí está el truco). Y como ejemplo de lo dicho, baste mencionar la canción elegida como primera single, Oniria e insomnia (de nuevo regresamos al juego de los espejos y espejismos). Un tema, que encuentra todo su sentido, cuando se le enlaza tanto con la canción anterior (Orden de desahucio en mi menor) como con la siguiente y primera del disco (La noche eterna), donde las teclas del piano hacen de perfil fusionador de ambas composiciones. Así, el inicio de Oniria e insomnia comienza en el tema que a modo de cortinilla recoge el sonido de fondo de una televisión que proyecta una película, sólo interrumpido por el golpe de una puerta o la tecla del sempiterno piano, y lo hace con el siguiente diálogo:
- …entre el número de acrobacia y el número de ilusionismo…
- No sé por qué me gustan tanto los espejos.
- Sí eso es verdad. Y los espejismos.
- Espejos y espejismos, sí.
- …pero sé, que a los diez años, me apasionaban los juegos de manos, y la magia en casa y sus variados instrumentos: un payaso siempre tropezando, una chistera de doble fondo, la varita mágica…
En los tiempos que vivimos, no se me ocurre encontrar otro ejemplo en el panorama musical español donde de una forma tan consciente se trate de unir la realidad y el mundo de los sueños, la pobreza existencial y la riqueza onírica como tabla de salvación y plataforma creativa. Con este surrealismo sonoro e intelectual, Love of lesbian buscan ser grandes, distintos y alternativos dentro de la alternancia indie, porque más allá no hay nada (y quizá más acá tampoco).

Esa necesidad expresiva que atesora Santi Balmes, nos apabulla con sus largas letras (salpicadas de referencias a la cultura kitsch, musical y literaria). Todo en uno, porque la calidad del discurso tiene su cara B en las no menos copiosas presentaciones de sus canciones. Es decir, la expresión verbal en igualdad de condiciones que la sonora, y que en esta ocasión, ha buscado tanto el apoyo de los ecos electrónicos como de las grandes bandas de los ochenta, que se poblaban de músicos en sus grabaciones para componer auténticas sinfonías pop, unidas eso sí, a ese toque fiestero y de verbena tan mediterráneo que tampoco le falta a Love of lesbian (Los seres únicos o Si tú me dices ven, yo digo Affleck).

La noche eterna. Los días no vividos es un perfecto juego de contrarios, donde la noche y su contraposición con el día, no deja de ser la compensación entre sueño y realidad. Una sensación de huida que Love of lesbian reflejan como nadie, y que en este disco, regresa con fuerza. Oniria e insomnia es una buena muestra de ello, lo que nos vuelve a reafirmar en ese doble juego de los espejos y espejismos. Una dualidad que hipnotiza y te invita a viajar por esa fina e infinita línea que como un cable de funambulista recorre nuestras vidas. Esta es sin duda, junto a Belice, la gran canción del disco, porque una vez que Love of lesbian se desprende de su lado postizo más pretendidamente kitsch, se adentra en la zona donde las mariposas empiezan a hacer diabluras en nuestro estómago. Y ahora más que nunca, necesitamos de esas sensaciones que unan hasta el infinito sueño y realidad: …ese encuentro inesperado en noche azul… Unas ganas de soñar que las notas de Belice no hacen sino elevar a la enésima potencia, porque esa cadencia pretendidamente electrónica nos lleva de la solapa hacia el territorio de los sueños más profundos. Uno sueños que permanecen en nuestro subconsciente con La noche eterna, canción que abre el disco y que ya denota su inaparente dualidad, pues el toque del piano del inicio es la última parte del final del disco, que una vez más, es un ciclo perfecto que gira y gira, y nos sumerge en el país de los deseos.

De la misma forma que hay que saber vivir, también hay que saber morir y Los días no vividos son la parte oscura o cara B de aquello que dejamos de ver, oír y sentir. Esa máxima comienza con Nadie por las calles o la versión más generosamente indie de Love of lesbian, inteligentemente salpicada de referencias literarias que tiñen la cadencia sonora de ecos de otra época, que muy bien saben exportar en canciones como Wio, antenas y pijamas donde la sencillez del ritmo deja una buena dosis de catarsis nocturna sobre la posibilidad de permanecer suspendidos en el aire, como si estuviésemos en un sueño perpetuo donde sólo huimos: ¿y si el ruido es todo lo que sé?/ un ruido que hasta el silencio ve/ huyamos hoy, antes de las diez/ si huimos hoy, no enloqueceré. Un sueño que se enreda con nuestras manos y nuestros pies en Si salimos de esta, donde los teclados una vez más se empeñan en que nunca nos despertemos (excelente cortinilla de transición), que nos lleva hasta el the end titulado Los toros en la Wii (fantástico) una excelente bajada del telón donde Buda, Schopenhauer (si le oyese a Santi Balmes, Javi Fernández, el cantante de Cyan, ambos seguramente se sorprenderían de sus coincidentes referencias filosóficas), Murakami y hasta Sarkozy, se dan la mano en esta bajada de los cielos, donde lo divino y lo humano, la fiesta y el final de la juerga, se dan la mano en lo que podríamos denominar como la típica zarzuela mediterránea que a modo de paella tiene de todo. Fantástico, fantástico…

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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