Y llegó la lluvia... y nos inundó
el corazón de notas musicales con las que poder perdernos en la amargura del
desamor y la soledad; unas notas musicales que más tarde también nos servirán
para reclamar de nuevo al amor en nuestras vidas. Ayudándonos con ello a dar con
las coordenadas correctas y encontrar a su lado el sentido de las segundas
oportunidades. Errar y caer para luego volver a levantarse es el mejor de las
antídotos para vencer al destino, parecen decirnos los protagonistas de esta
película (hay un gran magnetismo entre Keira Knightley y Mark Ruffalo). Esa
obstinación, contra la que siempre se enfrenta el desaliento más profundo, es
la culpable de que el ser humano todavía sea capaz de narrar historias de
redención de sus culpas y de convencernos que, a pesar de todos los
contratiempos, la victoria está en nuestras manos. Ese EUREKA (¡hazlo diferente!)
es el que nos propone John Carney (creador de la magnífica
Once),
a la postre director y productor de esta película tan amable como llena de buenas
intenciones; unas buenas intenciones que encontramos adornadas en forma de
canciones con unas letras que, en ocasiones, se nos antojan mágicas y
memorables: "y llegó la
lluvia...", para a partir de cualquiera de ellas componer lo que se
nos venga en gana, como por ejemplo, esta reseña. Hay un mensaje de esperanza
de lo más positivo en muchas de las secuencias de Begin again, que como suele
ocurrir con todo aquello que está hecho desde el cariño a lo que amamos, en
este caso la música, provocan secuencias e imágenes únicas. En este sentido, quizá
no haya nada más hermoso que conocer a una persona a través de la música que
guarda en su móvil, pues ahí se encuentran las canciones que no comparte con
nadie, y que se esconden en el insignificante espacio de una placa impresa a
modo de diario del siglo XXI, en una muestra íntima y única de los sentimientos
más universales que conforman la masa de una persona. Y si además lo hacemos caminando
a lo largo de la noche por esa especie de bruja de nuevas experimentaciones que
es New York, pues mejor. Como tampoco debe ser nada desdeñable pararse a
escuchar uno de esos grandes clásicos de la música enganchados, cual cordón
umbilical, a través de un bifurcador de cables de auriculares mientras tenemos
una de esos skyline de la ciudad de los
rascacielos iluminados por potentes luces a nuestras espaldas, donde cada una
de sus altas construcciones es una especie de aguja que nos traspasa el alma
cuando bajamos de la nube en la que estamos subidos antes justo de volver a
pisar el suelo con nuestros zapatos que, ahora sí, vuelven a desprenderse de es
incómoda china que no nos dejaba estar cómodos dentro de ellos.
Begin again no es una
película perfecta ni tampoco una obra maestra, pero a buen seguro se va a quedar
en nuestrossubconsciente como lo hizo Once, porque la vida retratada a través
de la música tiene un poder infinito. De ahí, que haya de concederle a John
Carney, de nuevo, el beneficio de la duda, pues son muchos los aciertos que ha
conseguido a la hora de crear este film. El primero de ellos, sin duda, es esa
forma de iniciar la historia a través de los diferentes puntos de vista de los
protagonistas. Ese discurso narrativo que, como un rompecabezas, nos permite
vivir la misma secuencia desde diferentes puntos de vista es todo un acierto,
pues la capacidad de los recuerdos toma el mando de una forma definitiva. A lo
que habría que añadir la elección de las canciones, impregnadas de un optimismo
solo calificable de genial, y que a todos aquellos que amen la música, les van
a recordar a una buena nómina de grupos anclados en el pop (con pequeños tintes
de rock) a lo largo de las décadas de los setenta, ochenta y noventa, y les van
a levantar el ánimo si han tenido un mal día. En esa búsqueda de uno mismo que
aquí se produce buceando en las notas musicales de una canción, nos encontramos
con la agradable sorpresa de las dotes como cantante de Keira Knightley, y con
unas letras más que atractivas, pues ellas son la verdadera razón de ser de
esta historia, donde por fin encontramos sentido a las segundas oportunidades,
porque el poder de la música a la hora de retratar el sabor amargo de la
derrota o el desamor es innegable, pero tampoco no lo es menos cuando una
melodía se cuela en nuestros sentidos y la relacionamos con el amor, ese brujo
incómodo que se nos mete en los zapatos para hacernos sentir y verlo todo diferente.
El mensaje que Begin
again transmite por encima de cualquier otro es ese, el del amor por la
música como motor de nuestras vidas, pero también el del alma que no se ve -como
una partitura musical invisible- y que nos traslada por las baldosas que conforman
los días de nuestras vidas sin desgastarnos los zapatos. Sí, Begin
again nos vuelve a retratar las victorias y derrotas del ser humano en
clave de notas musicales, como si ellas fueran las culpables de modelarnos los
sentimientos en una infinita melodía que podemos volver a escuchar con solo
darle de nuevo al play.
Ángel Silvelo Gabriel.
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