Ataviarse con las vestimentas más
clásicas para enfrentarse a los nuevos tiempos conlleva, por una parte, una fe
ciega en la propuesta que se lanza al universo, y por otra, la más íntima y honda
convicción de que aquello que sentimos y necesitamos expresar está anclado en
las raíces más profundas de nuestros sueños. A ese territorio inhóspito y
extraño es a donde se han ido Deniro a buscar los nueve temas de
su último disco, Sueño que arde, un compendio de canciones deudoras del sonido
rock de los noventa a las que el grupo madrileño ha sabido teñir con sus
propios barnices, dando como resultado unas melodías que transforman las
esencias de aquello a lo que han acudido para inspirarse, pues la intensidad
hipnótica de sus melodías no dejan indiferente a nuestros sentidos y gustos
musicales, ya que a medida que vamos aumentado el número de escuchas de este elepé
apreciamos con mayor nitidez la gran cantidad de matices que se esconden detrás
de unas intensas guitarras que afilan sus cuerdas a lo largo y ancho de cada
una de las canciones, a las que acompañan muy bien el resto del grupo con Dave
Gómez en la función de cantante; una nueva propuesta que a Deniro
le sienta muy bien, y con la que gana enteros a la hora de armonizar el
resultado final de los temas.
Dave
Gómez se ancla con seguridad en las melodías impetuosas del grupo
madrileño, donde hasta las aguerridas guitarras de la banda, consiguen
transmitirnos la intensidad diseminada en potentes ritmos necesaria en un grupo
de rock como Deniro.
En esa lánguida espera de los sueños es
donde Deniro se ha apostado para irrumpir como un rayo en una
tormenta y difuminar de un solo golpe de guitarra las coordenadas más clásicas
del rock, que ya se manifiestan de una forma nítida en el tema homónimo que
abre el cd; un rock con matices reivindicativos: “desde aquí voy cantando libre con la ingenuidad de un niño saltarín...
no eres músico si no le lloras a nadie, nadie llorará como tú”, en la que
ya se despejan las dudas a la hora de concebir y matizar el concepto intensidad,
pues Sueño que arde es pura dinamita
musical. Un reguero de pólvora incandescente que se sigue arropando en las
guitarras en Entre tú y yo, y que le
permite al grupo componer una melodía más larga jugando a darle mayor
protagonismo, si no lo tenía ya, a la batería, mientras escuchamos: “no pensar es lo mejor, todos harán lo mismo
y no será un error... dónde irá, no hay dolor… es entre tú y yo”, que nos
sirve de excusa perfecta para arribar a una de las grandes canciones del disco,
Haima de cristal que, cual cúpula
transparente, nos deja ver y oír este majestuoso medio tiempo que no se distrae
de esa lluvia sonora que intenta mojarnos todos los sentidos: “contigo lucharé”, sin duda, una de las mejores
canciones del disco, pues sabe jugar con las atmósferas que nos crean los ambientes
propicios para soñar mientras la escuchamos. Un factor ambient que de nuevo se transforma en puro rock con Cruce de caminos, donde el pulso de la
intensidad se vuelve más nítido y claro para que no decaiga la fiesta. Una
senda que continúa con Éxodo, donde
quizá el sonido se vuelva más oscuro e irreverente, y con el que Deniro
se muestran más intransigentes: "correrás
más que la muerte, terminarás sin tener miedo a nacer", en una especie
de reivindicación de salto al vacío: "hoy
ya no tienes que creer". Esa falta de fe que se convierte en irreverente
con Tengo tu nombre, un tema donde la
opacidad de su sonido es más que evidente y en el que las estridencias rebotan
sus ecos hacia el interior: "es la
guerra, pero esta vez no fallaré, tengo tu nombre".
Mi
canción es la vuelta a esa necesidad última de
volver a reencontrarse con los medios tiempos, en los que las melodías se
apoderan de nuestros sentidos en un juego parecido al que el viento nos invita a
jugar cuando miramos al mar desde lo más alto de un acantilado; una sensación de
libertad muy parecida a la de volar. Esta es otra de las canciones más sobresalientes
del disco pues en ella se distingue más la esencia del grupo, ya que su
introspección a la hora de buscar nuevos sonidos es más diáfana. Una propuesta
que se repite en Esta no es tu piel,
en la que incluso adivinamos el sonido de unos teclados que dan una mayor
profundidad a la música de Deniro que, parecen haber perdido el
miedo a reencontrarse consigo mismos, pues este tema es un regreso al origen de
la vida. Búsqueda que se cuartea con el riff final que es El luchador, una nueva carga de adrenalina para que no se nos
olvide esa intensa lluvia de melodías rock de los noventa que Deniro
atesoran en el baúl de sus composiciones.
Ángel Silvelo Gabriel
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