La verdad, hoy en día, no es
única ni un camino de una sola dirección. Quizá, porque ahora y siempre, la
verdad es y ha sido aquello que nos cuentan y aceptamos como tal. De ahí, que
no esté mal recordar la famosa frase de Joseph Goebbels: «una
mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad». Posverdad
lo llaman ahora, como si sólo existiese una única meta en la vida: la
imposición de nuestras ideas o valores por la fuerza de la no verdad.
Hay muchas formas de afrontar nuestra existencia y, una de ellas, es la de ser
honesto con uno mismo y confrontar aquello que vemos, nos dicen y vivimos con
nuestra conciencia. Hay valores universales en el ser humano que no admiten
dobles interpretaciones como la dignidad, la vida o la verdad. Por eso, es tan
importante ver, oír y detenernos ante el reverso de la conciencia que nos
muestra el lado oscuro del hombre, ese que no sale en la posverdad rampante que
nos aborregaba antes y nos aborrega ahora. Contra el imperio de la fuerza está
el imperio de la ley —la ley democrática, se entiende—, y contra la posverdad
el reverso de la conciencia. Quizá, no haya nada más hermoso, altruista y
generoso que combatir a la mentira con la palabra. La palabra que se desdobla
en cultural oral, en libros, en bibliotecas; y todos ellos, a su vez, en
escritores, bibliotecarios, periodistas, maestros, lectores... Ese es el camino
emprendido por Javier Fernández Aparicio en esta colección de relatos
titulada, Letras culpables; una serie de relatos donde la verdad
se abre camino desde la frontera que divide al fanatismo, de la búsqueda de la
luz; una luz que en estos cuentos se derrama sobre todos aquellos
acontecimientos que nos llevaron a la Segunda Guerra Mundial y a la persecución
y genocidio de los judíos. Uno de los grandes aciertos de este conjunto de
cuentos está en que cada una de las historias representa la fuerza que tiene la
palabra en el comportamiento humano y su nada despreciable valor a la hora de
la manipulación de las grandes masas; y otro, sin duda el más bello, es que
cada una de estas historias está enmarcada dentro de la literatura y el mundo
de los libros, pues ellos son, a la vez, los protagonistas y la esencia de los
relatos que se nos cuentan. En este sentido, su autor, Javier Fernández
Aparicio, hace un gran trabajo de documentación y nos trae diez
episodios y sus respectivas historias desaparecidas en su momento de la
actualidad que se nos narra, o que simplemente fueron arrinconadas en una
esquina de los diarios de la época. Esa aparente casualidad o anécdota es la
que se convierte en el reverso de la conciencia en Letras culpables.
Estas diez historias se caracterizan por un tono descriptivo y neutral que
trata de alejarse del matiz moralizante que, sin embargo, no renuncia a
proporcionarnos el resultado final de aquello que se nos cuenta a lo largo del
tiempo con unas cláusulas de cierre a modo de elipsis o saltos en el tiempo que
nos facilitan la comprensión de aquello que se nos narra y, de paso, nos
permiten cerrar la historia, aparte de una forma individual, también global, y
lo hace sin más juicio que el del propio paso del tiempo, que aquí se convierte
en juez y parte de la barbarie y de las intrahistorias que se nos narran.
Letras culpables se
alza de una forma triste, pero valiente, como el testigo de una actualidad que
de nuevo se repite. Este reverso íntimo y desconocido del III Reich para una
gran mayoría de ciudadanos europeos es sin embargo, una vez más, la advertencia
sobre el exacerbado auge de los nacionalismos y su manipulación sobre la
verdad, lo que de una forma trágica estamos viendo y viviendo en España y en
otros países europeos. Stefan Zweig analiza muy bien todos estos
pormenores en su libro, La desintoxicación moral de Europa, donde a
través de una serie de artículos y textos de conferencias, nos advirtió de la
devastadora irracionalidad que los nacionalismos ejercieron sobre Europa. En
este caso, Javier Fernández Aparicio, como ya hiciera el escritor austriaco
en su momento, nos saca a la luz las devastadoras consecuencias humanas y
materiales de aquellos episodios anteriores a la Segunda Guerra Mundial. En
este sentido, Letras culpables retrata muy bien el desastre de la
Unión Europea que, en la actualidad, anda perdida en un ciclo de miedos e
indefiniciones respecto de la construcción de una Europa fuerte y firme frente
a los nacionalismos y sus evidentes peligros.
Las historias que se encuentran
dentro de este tan interesante como necesario, Letras culpables (Relatos
sobre libros antes y durante el III Reich), son una muestra más de lo
vital que resulta luchar contra el olvido y hacerlo desde el poder de la
palabra, para de ese modo, no llegar a confundir la verdad con la posverdad, lo
que nos obliga a visitar con más frecuencia el reverso de la conciencia.
PD: ¡Ah!, y no se pierdan las
fotografías de Álvaro Martín Mayorga que ilustran cada uno de los relatos.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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