martes, 10 de mayo de 2011

THE GIRLFRIEND EXPERIENCE: UN MAL EJEMPLO DE CINE EXPERIMENTAL

Soderbergh citó a las películas El Desierto Rojo de Antonioni y Gritos y Susurros de Bergman como influencias a la hora de afrontar esta fallida película pretenciosamente experimental, y no entendemos por qué, pues sólo resulta vacua, vacía y sin sentido. The Girlfriend Experience te deja frío del principio al final, sin darte la posibilidad de entrar en la historia que relata, que como siempre, se publicita mal, lo que te hace salir más decepcionado y engañado de su proyección. Ese distanciamiento seudo intelectual de las pasiones humanas, que Sorderbergh intenta plantearnos a través de las relaciones de una chica de compañía de lujo (¡qué eufemismo!), es tan erróneo como la posición de su protagonista, Chelsea, cuando intenta dar un nuevo impulso a su negocio en plena crisis económica. Una sobada referencia, que en esta caso, Sorderbegh nos plantea a través de los hombres de negocio con los que Chelsea casi nunca se acuesta y que tan sólo buscan en ella a una amiga o a una confidente de todos aquellos miedos que no pueden, o no son capaces, de expresar en otros ámbitos de sus vidas. Pero por encima de todas esta obviedades, lo que ocurre, es que todo está filmando con tal distanciamiento y con una desfragmentación tan poco acertada, que la película pierde cualquier atisbo de interés, y donde la calidad de los diálogos y su planteamiento dramático es nefasto, por lo que habría que hacérselo notar a su autor (claro ejemplo es el final pretendidamente abierto, pero que sólo resulta incoherente), pero que sin duda, está en el tono bajo del resto de la película.

The Girlfriend Experience nos cuenta las relaciones que Chelsea, una prostituta de lujo, mantiene con sus clientes. Señores de cierta edad y con mucho dinero que no siempre buscan sexo (no hay escenas de cama en toda la película y la guapa protagonista apenas exhibe su cuerpo), sino más bien alguien que les escuche, y sobre todo, que les comprenda. Este círculo, se cierra con la relación estable que Chelsea mantiene con Chris, su novio y entrenador personal de un gimnasio. Un planteamiento que parece querer darnos una visión diferente del mundo de la prostitución de lujo y de las bajas pasiones de la gente con mucho dinero, pero que se aqueda en un mero juego de intenciones vacío, acabando como un mayúsculo mal ejemplo de cine experimental, donde ni siquiera se salva el aparente esfuerzo de Sasha Grey (Chelsea) por sacar adelante a su personaje.

Un pésimo montaje (con un final sin sentido), una dramatización de los diálogos infame, una frialdad extrema en los actores… ¿alguien da más?




Crítica de Ángel Silvelo Gabriel

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