Cuando todavía uno se encuentra
sumido en esa especie de sueño que ha sido el acto homenaje que, precisamente
hemos hecho el 19 de julio de 2014 al poeta romántico en su tumba del cementerio
protestante de Roma, el destino me tenía reservada otra fantástica noticia a mi
regreso a Madrid. Una noticia en la que comparto espacio con personas que uno
tiene en alto aprecio como Julián Rodríguez de la editorial Periférica, y como
no, con mi editora Noemí Trujillo que siempre vela por una buena parte de mis
sueños literarios, y que, gracias a su gran trabajo y empeño por sacar adelante
el proyecto literario de Playa de Ákaba, ha conseguido que el ABC Cultural del
pasado sábado se haya fijado en ella, e incluido en la amplia sección dedicada a Los
otros best sellers, mi novela Los últimos pasos de John Keats. Un
proyecto que aprovecho para decir que no es solo mío, sino de Noemí
Trujillo, Anamaría Trillo, Lorenzo Silva..., y por supuesto, de los
nueve valientes que me acompañaron el pasado fin de semana por las calles
perdidas de Roma, porque si algo distingue a Manuela, África, Mayte, Teresa,
Daniel, Alfonsina, Pablo, Juan y Anamaría es la ilusión por una novela
que es tan suya como mía.
Es verdad, que hubo momentos en
los que uno sintió esa especie de vértigo cuando se descubren nuevas tierras o
terrenos inexplorados, aunque en ocasiones, nadie entienda que un escritor
español editado por una editorial española, escriba sobre un poeta romántico
inglés y vaya a rendirle homenaje a Italia, en concreto Roma. Es verdad, que en
muchas ocasiones la literatura derriba muchas barreras, pero no es menos cierto
que, el ser humano, en otras tantas, se empeña en levantar fronteras donde no
las hay. El hombre y sus sentimientos son tan universales como la lluvia que
nos moja o calor que nos sofoca, como hizo días atrás a estos nueve valientes y
a mí Roma. Pero nada pudo con ellos, ni las condiciones meteorológicas ni el innumerable
público que nos miraba atónitos mientras leíamos poemas en español, inglés o
italiano, por no decir de los grupos de anglosajones que no paraban de hacer
fotos del evento. Todo especial, mágico y único, por lo menos para nosotros,
que éramos los actores de esa escena que, una vez más, era nuestro más sincero
homenaje al poeta cuyo nombre estaba escrito en el agua. ¡Gracias por todo Sr.
Keats, le debemos tanto!
Ángel Silvelo Gabriel.
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