Mirar la vida desde el otro lado.
Mirarla como si nadie la viera más que nosotros, como si todo fuera tan irreal que
nuestros increíbles sucesos vitales le sucediesen a los otros. A esos que creemos
que, aun teniendo nuestra propia cara, no conocemos, es decir, a los extraños
que habitan dentro de uno mismo. Esa especie de pantalla transparente, donde
nada es lo que parece, es la que utiliza la narradora para dar vida y sentido a
los personajes de La nave de los locos, que asisten al devenir del mundo como
escritores omniscientes que todo lo ven. Elena Marqués se lanza al vacío de
los espacios abiertos por los recuerdos, y de las geografías caprichosas que
deambulan por las rendijas de los sentimientos de sus protagonistas. Las
historias que encierran esta colección de relatos conjugan lo irreal dentro de
la realidad, la mentira en el interior de la verdad más escabrosa, y así
sucesivamente, pues todas ellas nos plantea las vivencias de diferentes
personas a través de múltiples locuras desarrolladas en campos temáticos como
la suerte, la memoria, el pasado o los deseos. Amplitud y variedad de
situaciones, vidas y personajes que, casi siempre, tienen en común la sombra
del realismo mágico enraizado, digamos en Gabriel García Márquez, y el
profundo eco de una cultura y unas voces mágicas que, entre otras cosas, nos
demuestran el gran domino formal de la lengua por parte de la escritora
sevillana y su predilección por ese tipo de narrativa anclada en la otra parte
de lo real, lo que le lleva, por ejemplo, a tratar la muerte no como
protagonista de sus historias, sino como un escenario donde poder retratar a
unos personajes que se desenvuelven y explican a través de ese entorno en el
que poder seguir dando círculos infinitos.
La magia negra, los santeros, las
prostitutas, los policías y los propios asesinos conforman, entre otros
prototipos de personajes, un universo de locos que se explican a través de los otros,
como en el relato que abre esta colección, que fue distinguida con el VIII Premio Vivendia-Villiers de libros
de relatos convocada por Ediciones Irreverentes. En este primer
relato que también sirve como título al resto, La nave de los locos, asistimos a esa locura en forma de altavoz
que deviene en eco; un eco que se torna en pesadilla y acaba en muerte. Una
locura que es imaginada, como en el relato titulado Compañeros de piso, o que en Juegos
de azar y de heliconia convierte en protagonista de la alienación a los
juegos de azar que trasciende el poder de la suerte para devenir en el trágico
destino de una vida. Sin embargo, no es la muerte el sino de esta colección de
historias e intrahistorias, porque también existe la locura de los recuerdos, como
la que se encuentra presente en A nadie
le amarga un dulce, un campo de minas rodeado de recetas y diferentes
texturas interiores y exteriores. Ese paso del tiempo que en Café Recuerdos nos lleva a la necesidad
de la otra vida que ya nunca más volverá, como si todo hubiese sido un falso
espejismo que dura un mísero instante. O como en Clara, donde asistimos a ese gran domino de la narrativa criolla
donde lo fantasmagórico y lo mágico cobran un gran protagonismo, y donde la
riqueza léxica de la autora sale a relucir de una forma sobresaliente. O como en
El arte de untar galletas, donde la
locura atrapa a quien la tiene que curar, con el cine de trasfondo que hace de
perfecto juego de contrarios que al final encuentra un perfecto encaje. O como la
locura de la nostalgia presente Entre
deshielo y deshielo, o la metáfora de la huida de la realidad presente en El mapa y el tablero. Y así sucesivamente
hasta trazar un completo mapa de locos y locuras a través de veintiocho relatos cortos, donde
la suerte, la memoria, el pasado, los deseos y la muerte rellenan nuestros
días, convirtiendo a nuestras vidas en perfectos campos temáticos de la locura.
Ángel Silvelo Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario