Atrapar la
memoria de aquellos que ya no están, es una forma de volver a traerlos hacia
nosotros, y de esa forma, hacerlos presentes una vez más en nuestras vidas. El
hombre siempre ha intentado plantarle batalla al paso del tiempo, y con ello,
rescatar esa cualidad de falsa deidad con la que superponerse al transcurso de
los días. Esta es una batalla perdida, bien lo sabemos los viles mortales que
habitamos la vida durante un corto espacio de tiempo. De ahí, que los artistas
en general, y los escritores en particular, intenten driblar de alguna forma a esa
apisonadora en forma de rueda gigante que, a modo de reloj infinito, nos tiene
atrapados desde el día que nacemos. Todo ello, nos lleva a plantearnos sin
mucha dificultad la eterna pregunta: ¿qué será de nosotros cuando hayamos muerto?
Nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestros recuerdos… Todo quedará en manos de los
nuestros, que serán los encargados de cumplir con el designio de nuestros
deseos. Esa labor de rescate del olvido es la que realiza Vicente Valero en esta
suerte de relatos biográficos donde de una forma, a medio camino entre las
biografías y la novela, se sumerge en la difícil tarea de reconstruir las
biografías de los recuerdos. Vicente Valero lo hace a través de
cuatro relatos de sus familiares ya muertos y a los que atribuye la cualidad de
extraños, reproduciendo con ello, una pequeña parte de sus vidas, donde la
reconstrucción es más bien un ejercicio estilístico literario más que
documental, por los escasos elementos gráficos o escritos con los que cuenta el
autor. De ahí, que como muy bien ha dicho el propio Valero, el nexo de unión
de todas las historias sea el propio narrador que, como un ojo que todo los ve
dentro de su imaginación, recorre las biografías de sus antepasados como si él
formara parte de ellos, aun a riesgo de no haberles conocido en alguna ocasión,
o vagamente en otras.
El acierto
de Vicente
Valero a la hora de plantearnos cada una de las historias, es el de mostrárnoslas
a través de una tensión narrativa, que en forma de enigmas, el narrador nos va
resolviendo a medida que avanza la lectura de cada uno de los relatos, para de
esa forma hacerse con la atención de lector hasta el final. Las tres primeras: Breve historia del
teniente Marí Juan, Reaparición y muerte de nuestro tío Alberto, y Danzas y
olvidos del artista Cervera, tienen una estructura similar, pues todas
ellas deviene en dos partes, en las que las primeras siempre son el foco de
atención que sitúan al lector dentro del personaje, y las segunda, donde Valero
da una salida o solución a cada una de las vidas planteadas que, al hacerlo de una
forma amena y muy cercana, hacen que el lector se identifique con facilidad y
naturalidad con aquello que le están contando. Este rescate de la memoria tiene
un ingrediente más sentimental o melancólico en la última de las historias, La tumba del comandante Chico, donde el
relato de Valero nos recuerda a las partes de la reconstrucción de pasado
que Javier
Cercas adoptó en su famosa novela Soldados de Salamina. Esa recreación
de una vida que acaba en el mayor de los olvidos, se transforma aquí en una
reivindicación sin tapujos de este extraño que, a pesar de sus dotes para haber
sido una eminencia de su tiempo, acaba difuminado (por sus ideales) en una
biografía de perdedor. Un perdedor que por arte de la literatura, en este caso,
se convierte en la viva imagen de aquellos héroes anónimos que dejan de serlo
cada vez que alguien se acerca a leer su particular historia.
Hay algo
más en todas las historias que nos plantea Valero en estos relatos biográficos,
y es la necesidad de sus protagonistas de derribar la barrera de la insularidad
que, a modo de aislamiento, intentan romper todos ellos para poder rienda
suelta a sus necesidades vitales, esas que nada ni nadie nos pueden reprimir.
Todos ellos, a su manera, lo consiguen, aunque todos ellos también, paguen un
alto precio por ellos Este quizá sea el elemento subyacente y rompedor que hace
de este libro un original ejemplo de grito de libertad. Una libertad que ya
viene en su planteamiento como material narrativo, y que se abate sobre él, en
la forma de ver y reinterpretar este conjunto de reconstrucciones de biografías
de los recuerdos.
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