¿Cuántas vidas vivimos, sólo la
que nos perfila el viento en el rostro cada día o esa otra que imaginamos y
perseguimos en nuestros sueños? A los escritores, quizá, les queda aún una más:
aquella que reinventan en sus novelas. En este sentido, Recuerdos durmientes es
un magnífico ejercicio literario que se mueve entre la realidad y la ficción,
los recuerdos y la memoria, París y el misterio. Y lo hace a través de
historias entrecortadas por el paso del tiempo donde los recuerdos son los
verdaderos testigos de ese movimiento temporal del día a día, tal y como nos
dice el propio autor: «los mismos gestos bajo el mismo sol». La cualidad de ese
calor de agosto, de las caras ya sin rostro que sólo son nombres anotados en
viejas libretas o papeles marchitos, así como ese sol que persiste en iluminar una
parte de nuestros recuerdos, se comportan como la fuerza motriz de aquello que nos
queda de lo que vivimos, y lo hacen de tal modo que son el rastro de toda una
existencia, porque son los elementos que han sobrevivido al olvido. La esencia
de Patrick
Modiano y su escritura están presentes en esta novela corta donde hace
un ajuste de cuentas con el tiempo a través de unos personajes que se le
aparecen como fantasmas en apuntes perdidos en carpetas amarillentas o guías de
teléfonos. El protagonista, junto a ellos, lucha contra ese olvido de sí mismo y
de su vida con la fugacidad presente en la intensidad que se esconde tras esa
imagen o esa sensación que nunca se nos borra de la memoria por mucho tiempo
que pase. Modiano, a través de seis mujeres enigmáticas y sus encuentros
fugaces, juega no sólo consigo mismo y su memoria, sino también con el lector,
al que invita a adentrarse en la singladura de unas historias y unos personajes
cargados de misterio y, también, de los recuerdos del frío parisino de los
sesenta, o de esos domingos de agosto antes de que tuviera que volver al
internado, o de las conexiones del metro de París con sus lucecitas de colores
que se iluminaban cuando las apretabas. Entre calle y calle, café y café, paseo
y paseo, descubrimos ese París imaginado por el protagonista, en una singladura
que, a veces, se comporta como la pérdida de la inocencia de aquel joven que ya
no lo es.
Recuerdos durmientes es
la primera publicación de Modiano después de haber recibido el
Premio Nobel de Literatura en el año 2014, y podemos decir que, a pesar de la
brevedad de la misma, en ella se encuentra el alma literaria del escritor francés,
pues en estos pequeños relatos que no tienen un final y que él va uniendo los
unos con los otros, va trazando una serie de carreteras secundarias de la memoria
donde: «a medida que pasan los años, sin duda terminamos librándonos de todos
los pesos de los que vamos tirando y de todos los remordimientos», como mejor
metáfora con la que medir el paso del tiempo y la auténtica esencia de la vida.
¿Qué es lo importante entonces? Para Modiano, sin duda, es la capacidad
del artista para dotar a la realidad de esa capa de misterio que la haga única
e intransferible. Así, las palabras son meros vehículos que nos llevan a
lugares a los que nunca supimos que íbamos a ir, para de esa forma, dotar a
nuestra existencia de la plenitud de la novedad intrínseca a todo lo imaginado.
En este sentido, Modiano no tiene la necesidad de finalizar todo aquello que nos
narra, porque esa interrupción es más bien la ruptura que se produce cuando nos
despiertan en mitad de un sueño y no sabemos con certeza si aquello que hemos
experimentado es cierto o sólo pertenece al mundo de los sueños. En esa
incertidumbre, tan reveladora como mágica, es donde se mueven estos Recuerdos durmientes, donde París, una vez más, es la auténtica protagonista del
devenir literario de Patrick Modiano, como si en el fondo,
la ciudad fuese la excusa para trazar el mapa de las carreteras secundarias de
la memoria, no sólo del escritor francés, sino también de todo el universo que
es capaz de abarcar la literatura.
Ángel
Silvelo Gabriel.
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