Qué fácil es hacerse una foto al
lado del escritor de éxito que genera largas y tediosas colas en los laterales de
la caseta donde firma, para después, encima, colgarlas en las redes sociales
cual trofeo propio, siendo este muy ajeno. Sin embargo, cualquiera que escriba
desde la esperanza de que otra literatura es posible, sabrá que la esencia de
este oficio está al otro lado; justo el que se sitúa más allá de la línea del
horizonte que dibujan las mismas novelas caseta tras caseta en una anodina
Feria del Libro. La originalidad brilla por su ausencia, una vez más, en esta Feria
del Libro de Madrid 2014, y lo dice uno que, en su modestia, siempre la
recordará hasta el día que se muera por tener el privilegio y ser la primera
vez, y quizá la última, de verse del otro lado de la caseta firmando ejemplares
de su nueva novela (la deseada y la soñada a cada minuto, a cada párrafo y a
cada línea, durante los últimos seis años de mi vida literaria). Pero no nos
engañemos con falsas deidades, porque la realidad es otra, y se halla mucho más
lejos de la sombra del éxito personal de cada uno, por eso, hoy aquí, y
públicamente, me gustaría rendir mi más sincero homenaje a los verdaderos
héroes de la literatura en la sociedad del siglo XXI; una sociedad marchita y
condenada a la animosidad efímera de las redes sociales, y que además, a estas
horas pastorea sus sueños delante de un televisor con veintidós incultos dando
patadas a un balón, y encima, en un país roto por la falta de bienestar, la
pobreza y la violencia. Sí, hoy más que nunca deberíamos enarbolar una bandera
que llevara inscritas en letras bien grandes esta proclama: LA NECESIDAD DEL
HÉROE EN LA LITERATURA. Sí, a día de hoy, hay muchos héroes en el ámbito de los
libros, por ejemplo, los libreros que no cierran porque siguen soñando que algún
día alcanzarán la cifra de ventas que les permita seguir en este maltrecho
negocio sin miedo. Los pequeños editores que sueñan con dar en el clavo con
alguno de sus autores para poder continuar repartiendo sueños con el resto, y
sobre todo, los escritores anónimos, esos que no se reparten royalties, pero
que escriben cada día como si les fuera la vida en ello. Baste recordar que John
Keats murió joven, pobre y olvidado, o que Fernando Pessoa solo vio
publicado un poemario en su vida, pero dejó cerca de dos mil manuscritos mal
ordenados en un baúl que todavía siguen viendo la luz como estrellas fugaces
que desde el cielo nos mandan una señal: la de la verdadera literatura.
Hoy, he compartido, aunque de una
forma breve, la intrahistoria de cuatro héroes: Anamaría Trillo, Ana Belén
Rodríguez Patiño, Miguel Hernández García (que ha llegado a Madrid desde
Salamanca, para regresar más tarde a su ciudad de residencia para cumplir con
su trabajo mañana a primera hora) y Ángel Berrocal que, como los que
más, han cumplido con uno de los sueños que todo escritor (por muy anónimo que este
sea) tiene dentro de su alma: firmar en la Feria del Libro de Madrid. Yo solo
puedo decir que: ¡señor@s, sueño cumplido, y con nota! Los ejemplares firmados
de esta Nueva carta sobre el comercio de los libros, como el mío, lucirán
igual de brillantes en nuestra estanterías, pues en su modestia, pulcritud y sobresaliente
edición, encierran grandes apocalipsis, tristes realidades es verdad, pero por
encima de ellas, hoy salen victoriosas las ilusiones de estos auténticos héroes
de la literatura; esos que muchos años después, continuarán brillando en el firmamento,
cuales estrellas brillantes, iluminando el camino de nuevos escritores (como
siglos atrás hicieron otros), ojalá tan valientes y decididos como ellos.
Ángel Silvelo Gabriel.
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