No es fácil enfrentarse a la
acústica de la Sala Costello y salir victorioso de la batalla, pero Villanueva,
con esa fuerza concentrada en el buen hacer de canciones muy intensas, tanto en
la letra como en la música, salió airoso de este nuevo envite en Madrid, pues
además de contar con un buen número de seguidores, que prácticamente llenaron
la Costello, reforzó su discurso musical desde la sencillez de una guitarra
acústica que le venía como anillo al dedo al cantautor vigués a la hora de mostrarnos
las entrañas de sus últimas composiciones, donde el amor, la crisis o las
pasiones desenfrenadas se dan la mano en un repertorio que es la perfecta muestra
de la sociedad actual y del día a día de sus cada vez más seguidores. Luces
sobre sombras que le van impulsando en el camino y que devienen en un perfecto
equilibrio entre lo que se concibió y en cómo esa idea se ejecuta, pues lo
mejor de Villanueva en la Sala Costello estuvo en que fue fiel a sí
mismo de una forma que podríamos tildar de majestuosa, pues por no faltarle no
le faltaron ni sus arrítmicos movimientos sobre el escenario que, sin embargo,
combinó muy bien con la interpretación de sus temas guitarra al hombro. Villanueva
sonó a verdad, o así al menos lo percibimos muchos de los que estuvimos allí
desde que comenzó a sonar Extraño, el
tema extra del disco que, esta vez, se encargó de abrir el concierto del pasado
jueves. Una sensación que se tornó en equilibrio cuando tocaron Thelma, pues asistimos a la perfecta
combinación entre causa y efecto de la mejor manera posible: el equilibrio. Al
son de: "¡buenas noches, Madrid!, en el momento perfecto os esperamos",
irrumpió uno de los mejores temas del disco, Viajes de ida, que se
reforzó con una capa sonora de los teclados que lo arroparon a modo de luz. Ni
que decir tiene, que ese gran medio tiempo que es Ahogándonos fue muy celebrado por los asistentes y le sirvió a Villanueva
para calentar motores, pues con En vena
(un tema que surgió lento en un formato más acústico), poco a poco nos fue
llevando hacia ese clímax que se busca en todos los directos, y ellos lo
consiguieron con un solo de guitarra portentoso y con un toque final muy a lo Loquillo.
Con Circo regresan los teclados y la
intensidad melódica e instrumental: "y
quién es quién...", momento reivindicativo de la noche con un final
muy guitarrero.
A continuación llegó un tema nuevo
del que no dijo el nombre, y lo hizo Villanueva explorando nuevas
intenciones cuando nos dijo eso de: "vamos a dejarnos ya de tristezas, y vamos
a ser positivos", para a renglón seguido cantarnos: "me mordió un león, adónde supuestamente
hemos llegado"; y ahí se rompe la canción con unos teclados que
argumentan nuevos ritmos anclados en un pop-rock épico con matices psicodélicos
adornados con un buen final. Con Septiembre
asistimos a la versión más jazzie de Villanueva, aderezada en esta ocasión con
un swing que deriva en un delirium tremens muy psicodélico a medio camino entre
el bop más subterráneo y el rap más descompasado. Bombas nucleares le sirve a Villanueva para empezar felicitando
a Elisa González, presente en la sala y prima del batería del grupo. Buen
acople de los instrumentos desde un principio, en este hit que reivindica esos
medios tiempos intensos, que se traducen en realidades que buscan el mundo de los
sueños como la mejor de las promesas posibles para buscar el amor. Con Suya sube de nuevo el ritmo y nos subimos
a la ola de adrenalina que Villanueva nos propone. Ahora las
guitarras toman el mando y nos guían por territorios profundos de notas
desgarradoras: "lo enseñas todo y no
me dices nada... no me dices nada". Al llegar Inevitable, punto y final del concierto, seguimos en alta
fidelidad, y donde las ruedas nos desplazan sobre autovías plenas de un ritmo
que no se desgasta. El ímpetu de la coordenadas rítmicas sigue ahí: "la culpa siempre es de la lluvia",
y golpe a golpe de la guitarra, y riff a riff de las cuerdas, y punteo tras
punteo sobre el mástil, seguimos la melodía tan hipnotizados, que pensamos que
hemos cogido la ruta 66 y avanzamos por ella entre flores y mentiras, a la vez
que la reivindicación de los medios tiempos plenos de intensidad se hacen
fuertes sobre el escenario.
Ángel Silvelo Gabriel.
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